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El campismo desaparece sin Camps

Hoy hace un mes que dimitió por el caso de los trajes - "El mundo del expresidente ha pasado al olvido", dicen en el PP

Hoy hace un mes que Francisco Camps dimitió de su cargo de presidente de la Generalitat tras decretarse juicio oral en su contra por el caso de los trajes, vinculado a la trama Gürtel. En apenas 30 días la filosofía que guió la acción política durante todo su mandato, así como la mayor parte de sus seguidores, ha desaparecido. La angustiosa situación económica del Gobierno valenciano provocada por el despilfarro de los últimos años y agravada por la crisis obligan a un cambio de 180 grados.

Por otra parte, los niveles de confrontación y crispación interna en el PP que se dieron en la época de Francisco Camps se han rebajado de forma notable con la aproximación a los zaplanistas de Alicante.

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La velocidad con que se suceden los acontecimientos en el Consell que ahora preside Alberto Fabra y en el seno del PP las resume en una frase una fuente de los populares: "El mundo de Camps está pasando al olvido de una manera sorprendentemente rápida", asegura. No es el único en opinar así. Un cargo público de este partido aporta un argumento que explicaría la rápida desafección de los campistas hacia su anterior líder: "Estos dos últimos años han supuesto tal desgaste para el PP que Camps, salvo un grupo de personas pertenecientes a su círculo más próximo en presidencia, se ha ido sin dejar campistas. Todo lo contrario de lo que ocurrió con Eduardo Zaplana".

Algunas de las personas de confianza del expresidente estaban convencidas de que, tras el juicio, un Camps declarado inocente reclamaría su regreso a la Generalitat; pero ya han perdido toda esperanza, según estas fuentes.

Fabra, además, se ha prodigado en gestos con los zaplanistas de Alicante, mostrando un perfil dialogante. "Las querellas internas las resuelve hablando, convirtiéndose en interlocutor de todos", asegura una fuente que ve en el nuevo presidente el perfil de los líderes emergentes que como José Ramón Bauzá en las Baleares o María Dolores de Cospedal, en Castilla-La Mancha impulsa Mariano Rajoy.

Este cargo del PP opina que los próximos pasos que dará el presidente de la Generalitat "se van a parecer mucho a lo que ha hecho Bauzá en las Baleares". ¿Significa eso que va a limpiar las candidaturas del PP de imputados como hizo el presidente balear? "Creo", dice esta fuente, "que vamos a asistir a una evolución tranquila sin causar daño a nadie, dando la cara por todos y apoyándose en los militantes, como hizo Bauzá que no dejó tirado a nadie".Las fuentes consultadas son unánimes a la hora de describir los síntomas que se observaron en el partido tras la dimisión de Camps: alivio y expectación. Alivio porque su marcha dejaba al PP y a Mariano Rajoy en una posición mucho más cómoda a la hora de encarar la campaña de las próximas elecciones generales y porque ponía fin a un periodo de más de dos años -desde que estalló el caso de los trajes- durante el cual el Consell estuvo paralizado, sin actuar, mientras la crisis se cebaba especialmente en la Comunidad Valenciana, con la mayor deuda de España en relación a su PIB, y con una tasa de paro del 24,12% que se dispara hasta el 53% entre los menores de 25 años. "No había gobierno", resume gráficamente una fuente de los populares.

La expectación era la consecuencia de la designación de Alberto Fabra para la presidencia de la Generalitat. Al alcalde de Castellón no se le conocían grandes virtudes políticas, pero tampoco grandes defectos. Permaneció lo suficientemente cerca del gran cacique castellonense Carlos Fabra para que este no le masacrara; pero mantuvo la distancia necesaria para no abrasarse con sus escándalos. Ni gris ni brillante. Afable, correcto, cercano, su gestión no deslumbraba; pese a ello, consiguió dos victorias por mayoría absoluta en la capital de La Plana.

En el poco tiempo que lleva en el sillón presidencial, Fabra ha dedicado buena parte de su tiempo a conocer la realidad de la Generalitat. De ahí sus reuniones constantes con los consejeros que heredó de Camps; pero también se ha prodigado en gestos hacia el interior del PP, singularmente con el sector zaplanista en Alicante al que Camps machacó hasta reducirlo prácticamente a la nada. Sus diálogos con José Joaquín Ripoll, expresidente de la Diputación de Alicante, y con Gema Amor, concejala de Benidorm y ahora fuera del PP, no han pasado inadvertidas. Una persona próxima a Eduardo Zaplana le define como "una persona normal que no tiene manías", por contraste con Camps.

Un veterano diputado popular le ve como el hombre que "resuelve querellas internas, convirtiéndose en el interlocutor de todos". En términos similares se pronuncia un ex alto cargo del Consell: "Busca el equilibrio porque necesita tiempo para pensar, para hacerse con las riendas del Consell". Una tercera opinión va mucho más allá: "Alberto Fabra rompe el cordón umbilical del PP con la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y conecta con el perfil de los nuevos líderes que apoya Mariano Rajoy. Hay un partido nuevo. Además, Fabra gobierna. Se acabó la parálisis de los dos últimos años".

Pero el alivio y la expectación despertada por el nuevo inquilino del Palau de la Generalitat tiene su contraparte. Las esperanzas están teñidas de escepticismo: "Por ahora todo son buenas palabras, veremos cómo encara las dificultades que empezarán en septiembre. El Gobierno valenciano ha perdido dos años por los problemas de Camps con la justicia; pero puede haber problemas muy serios para poder acabar bien el año".

La escasa experiencia de Fabra en la gestión autonómica genera dudas: "Está crudo, se le ve algo ingenuo y, en ocasiones, da la sensación de que no se entera", asegura otra fuente que añade: "No se sabe cuál es su proyecto y tampoco se intuye que tenga madera de líder. Habrá que esperar", concluye.

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