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Columna
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Pedagogía belicosa

Tan solo con una buena dosis de cinismo o de ofuscación partidaria puede negarse el esperpento que ha supuesto la ocurrencia de impartir en inglés y en el ámbito docente valenciano la asignatura denominada Educación para la Ciudadanía o Education for Citizenship and Human Rights, como acaso prefiere que así sea descrita el consejero del ramo, Alejandro Font de Mora, padrino de la novedad lingüística. Una novedad, dígase también, que no hubiera prosperado sin el nihil obstat o complicidad del presidente de la Generalitat, Francesc Camps, quien justamente ha de compartir el mérito de la extravagancia.

Estos días, y a propósito de la apertura de curso, ha podido verificarse hasta qué punto, tal como anunciaban sindicatos del ámbito docente y asociaciones de padres, carecía de fundamento, medios y de planificación esta trapisonda que los centros de enseñanza han ido capeando como han podido -soslayando a menudo las contradictorias y chuscas instrucciones de la Consejería de Educación- con el fin de salvar la dignidad de los profesores abocados a ejercer a dúo para que uno aleccionase en castellano o valenciano y el otro, reputado de "vehiculador" -¡toma castaña!-, lo repitiese en inglés a un alumnado ignaro de la lengua de Shakespeare, pero sin duda amenizado por este show ventrílocuo, tan inútil. Algunos cronistas de estas jornadas inaugurales han reflejado con pelos y señales la patética comicidad de estos episodios insólitos.

Es evidente, o así hemos de creerlo, que el citado consejero y el Consell que lo secunda no alientan ninguna animadversión acerca de la comunidad docente y discente del país, pero lo cierto es que esta pedagogía que han fletado es de una hostilidad manifiesta para con un amplio sector del profesorado y alumnado, como revelan las resistencias suscitadas y la misma necesidad de movilizar al cuerpo de inspección para que siente la mano al profesorado reticente que en no pocos casos, aún queriendo cumplir la norma, le resulta imposible porque no domina suficientemente el inglés, o no cuenta con el "ventrílocuo" que destraduzca su lección. Eso, por no mentar a quienes tienen de su profesión un concepto que les impide degradarla en una escena bufa cual la diseñada para el caso.

Aún a riesgo de insistir en un lugar común nos parece oportuno subrayar algunos aspectos definitorios de esta maniobra absurda que ha tomado a un sector de la comunidad docente como rehén. El primero de ellos constata que no responde a ninguna demanda social -como diría un émulo del pasmado Mariano Rajoy-, ni puede camuflarse bajo el pretexto de que se promueve el trilingüismo, lo que queda desmentido por un procedimiento que tiene más connotaciones con el trágala autocrático que con la pedagogía. El segundo, que sí responde, en cambio, a los propósitos del sector más atávico del PP -en realidad, de todo el PP indígena, pues no se ha oído una solo voz discrepante- y de la feligresía católica que se arremolina en torno al episcopado más belicoso que hemos padecido desde que saludaba brazo en alto a Franco bajo palio.

Y lo peor del caso es que nuestro molt honorable y su consejero áulico apuntan la intención de proyectar la fórmula docente que glosamos a otras asignaturas, lo que delata su índice de sensibilidad democrática cifrada en los lemas si no quieres una taza toma dos, mantenerla y no enmendarla o de perdidos al río. Acaso piensen que estas hazañas pedagógicas pueden inscribirse entre los grandes eventos que cunden por estos pagos.

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