Tanya Katerí Hernández: “Quienes más te quieren pueden albergar actitudes racistas”
La experta en derecho, discriminación racial y teoría crítica de la raza publica el libro ‘Inocencia Racial: Desenmascarando la antinegritud de los latinos y la lucha por la igualdad’, en el que busca desmentir el mito de que el racismo no existe dentro de la comunidad latina
En los años 40 en Nueva York, una mujer puertorriqueña llamada Lucrecia consideró regalar a su hija, Nina, por una sola razón: la niña tenía la piel demasiada oscura y el cabello demasiado rizado. La familia de Lucrecia la presionó para que diera a Nina en adopción a una familia afroamericana. A cualquier familia, en realidad daba igual, pero debía de ser cuanto antes, para que su tez no ensuciara el linaje “blanco” que la familia tanto había cuidado, a pesar de ser descendientes de negros e indígenas esclavizados en Puerto Rico. Afortunadamente, Lucrecia desoyó los reclamos de su familia. Años después, Nina daría a luz a su propia hija trigueña y con rizos, Tanya Katerí Hernández. Pero a diferencia de la infancia que Nina tuvo que soportar en un hogar plagado de racismo, Tanya creció siendo orgullosa de ser afropuertorriqueña gracias a su madre, quien le inculcó el amor por la negritud.
Hernández (Nueva York, 60 años) es hoy una experta en derecho, discriminación racial y teoría crítica de la raza. La también profesora en la Facultad de Derecho de la Universidad de Fordham, en Manhattan, ha dedicado toda su carrera a investigar la antinegritud latina: sus orígenes, sus manifestaciones en distintos ámbitos como el laboral o el educativo, sus consecuencias… Pero sobre todo, Hernández ha centrado sus esfuerzos en trasmitir lo que ella vivió en carne propia y lo que luego ha comprobado a través de sus investigaciones: que el racismo existe dentro de la comunidad latina. Para algunos, como quien escribe este texto, otra mujer afropuertorriqueña, esta afirmación puede resultar obvia. Porque quienes existen en un cuerpo negro no necesitan que les recuerden lo que su tez implica.
Pero para muchos latinos, cuya piel es más clara, su pelo más liso, sus narices y labios más pequeños, el racismo es un tema que siempre ha sido tabú. La antinegritud se considera, según Hernández, problema ajeno —en concreto, de Estados Unidos— porque persiste el mito de que la comunidad latina es una comunidad mestiza y, por tanto, ese mezcla de razas imposibilita que un latino sea racista. Con el fin de desmentir este mito y muchos otros, Hernández publica este 6 de agosto el libro Inocencia Racial: Desenmascarando la antinegritud de los latinos y la lucha por la igualdad, bajo la editorial Beacon Press.
En este trabajo, originalmente publicado en inglés en 2022, la investigadora analiza un abanico de casos judiciales en los que se ha alegado antinegritud latina para demostrar cómo la discriminación racial en contra de los afrolatinos permea la comunidad latina. Hernández explica que decidió usar este marco narrativo “porque el hecho de que se trate de casos judiciales hace que el lector esté mejor posicionado para creer que se trata de un problema real, porque ve que ha alcanzado los tribunales, en vez de quedarse solo en una anécdota personal”. Pero reconoce que al final un caso es también una historia, como lo es la suya.
Pregunta. Al principio del libro escribe que “cuando se trata del racismo latino, la familia es la escena del crimen”. En ese punto el lector no se imagina que en realidad usted está hablando también de su propia familia. ¿Por qué decidió incluir su historia personal al final del libro y no antes?
Respuesta. Los latinos que no son conscientes del problema del racismo suelen resistirse mucho a oír hablar de ello y buscan la forma inmediata de poder descartarlo. Así que no quería que la personalización de la historia fuera una distracción. Quería que el conjunto de las historias, tanto en los casos como en las entrevistas que presento, ofrecieran realmente una visión colectiva. Eso hace que sea demasiado difícil de ignorar.
P. En el epílogo también menciona que su madre siempre fue franca con usted sobre el racismo que había sufrido dentro de su propia familia. ¿Cómo fue para usted conocer ese lado de su familia?
R. Fue duro. Era doloroso ver a mi madre sufrir y seguir queriendo relacionarse con el resto de la familia. Pude ver que, para mi madre, era una cosa continua que tenía que navegar. Pero lo mejor de una relación entre madre e hija, si es buena, es que hay menos preocupación de que la niña no será capaz de sobrellevar la verdad. Así que, al oír esas historias, tuve la fuerza para escucharlas porque estaba segura de su amor por mí y también de su fuerte identidad negra.
P. Porque ella estaba muy orgullosa de ser afropuertorriqueña.
R. Claro, puede resultar contraintuitivo que, a pesar de la avalancha de racismo antinegro dentro su propia familia, siguiera sintiéndose orgullosa de ser negra. Pero supongo que tienes que decidir por ti misma. O te crees todas esas cosas horribles o encuentras una forma alternativa de existir en el mundo. Y ella siempre fue un modelo para mí, y valoro mucho que compartiera las historias honestas, aunque difíciles, del racismo en la familia.
P. ¿Y cómo afectó todo esto a su relación con su abuela?
R. Cuando oyes hablar de las cosas horribles que ha hecho la gente que te quiere, puede haber una especie de disonancia cognitiva porque ellos no son así contigo. Pero eso no significa que la gente que te quiere y la que quieres no pueda tener también problemas racistas. Y eso es algo que muchos de mis lectores dentro de la comunidad latina pueden temer. Creen que lo que intento decir es que todo el mundo es racista. Pero, en cambio, el libro surge del amor, de saber que alguien puede amar a algún familiar negro y a la vez albergar pensamientos racistas y actitudes racistas.
P. ¿En algún momento pudieron, como familia, hablar sobre el racismo? ¿Su abuela fue alguna vez consciente de su antinegritud?
R. Para ella era algo completamente normal. Pero fue interesante ver cómo —y no sé si fue por todas las conversaciones que tuvimos o por la forma en que las personas mayores se relajan con la edad— quiso a sus bisnietos, mis hijos, que son mucho más oscuros y tienen la textura de cabello que ella siempre encontró tan problemática. Y, sin embargo, ella pensaba que eran adorables y le encantaba pasar tiempo con ellos. No vivió lo suficiente para verlos crecer, pero los vio cuando eran pequeños. Así que espero que haya habido algún cambio en ella y que haya esperanza en general. No habría escrito el libro si no pensara que hay una manera de transformar la forma en que ignoramos el problema y de prepararnos para abordarlo.
P. ¿Por qué era importante para usted que se tradujera el libro al español?
R. Cuando publicamos la versión inglesa, lo que mucha gente me dijo fue, “ojalá pudiera compartir esto con mis padres”, muchos de los cuales no leen en inglés. Por otra parte, cuando hablo con los jóvenes, a menudo me preguntan: ¿cómo puedo hablar de esto con mi familia? ¿Cómo puedo hablar de esto con mi abuelita? Las abuelitas siempre se llevan la peor parte (risas). Y yo les digo: bueno, sermonear a tus mayores probablemente nunca sea muy eficaz. Pero compartir con tus mayores es una forma de invitarles a participar en un viaje de crecimiento contigo. Así que esta idea de que mi libro sea un recurso que la gente pueda compartir con su familia es muy emocionante para mí.
P. ¿Le hubiese gustado que su abuela leyera el libro?
R. Me habría encantado. Parte de la razón por la que me identifico tanto con los jóvenes que se me acercan en los eventos y me hablan de esto es porque recuerdo haber intentado tener esas mismas conversaciones con ella. Y parte de la dificultad a la que te enfrentas cuando no tienes recursos —como este libro— y quieres abordar el tema, es que siempre se queda en “yo pienso, yo pienso, yo pienso”. Y es demasiado fácil que la gente te descarte cuando solo se trata de lo que tú piensas, en lugar de decir, “mira todos estos datos, mira todas estas historias de otras personas, mira todas las formas en las que se están produciendo estos daños que son tangibles, que se pueden contar”.
P. En el libro plantea la idea del “velo de la inocencia racial” de los latinos. ¿Qué quiere decir con eso?
R. En realidad, empecé a utilizar este término hace años cuando investigaba y escribía sobre América Latina. Estaba escribiendo el libro Subordinación Racial en América Latina (publicado en inglés en 2012) sobre las formas en las que en América Latina existe esta idea de que no hay racismo porque el verdadero racismo está en Estados Unidos. Por tanto, cualquier manifestación antinegra que ocurra en el continente latinoamericano no se considera racismo. Esa dinámica de comparación estratégica destinada a minimizar el racismo real es lo que yo llamo el velo de la inocencia racial.
P. Y es una noción que los inmigrantes latinos luego replican en Estados Unidos…
R. Claro, existe la misma dinámica en Estados Unidos. Aquí, los latinos se apoyan en que el racismo es cosa de otros, en concreto de los blancos no hispanos. Así que pensé que esta idea de la inocencia racial podría captar la forma en la que no se trata solo de negar que el racismo existe, sino que se trata de este sentido de superioridad que sienten los latinos blancos.
P. Porque en realidad la latinidad blanca se crea a partir de la negritud. De hecho, en el libro escribe: “La búsqueda de los latinos de estatus social está atravesada por el menosprecio de la negrura como mecanismo para representar la blancura”.
R. Te cuento una historia. Recientemente estuve en Arizona dando varias charlas y un día decidí dar una vuelta en uno de estos parques de cactus. Había una señora latina con su nieto y estaban un poco en medio, así que les digo, “buenos días, con permiso, quiero pasar”. Rápido la señora me pregunta, “¿cómo usted habla español?” Le digo que soy de Puerto Rico, que mis padres son puertorriqueños. “¿Pero usted es adoptada?”, me replica. Sentía que tenía que encontrar alguna forma de explicar mi negritud, porque para ella no encajaba que hablar español pudiera salir auténticamente de un rostro negro. Comparto esa anécdota porque creo que resume lo que yo llamo patología racial: el modo en que se crean constantemente fronteras en torno a lo que pensamos que es la latinidad porque queremos asegurarnos de que estamos separados y apartados de la diáspora afro.
P. En el libro habla de la idea del “sentido de destino común”, lo cual se refiere al mecanismo por el cual la conciencia de grupo conduce a la cohesión política entre los miembros de un grupo de identidad social. En el caso de los latinos, usted explica que la antinegritud dificulta la organización política y la movilización del electorado latino. ¿Cómo podría esto ser perjudicial en las elecciones de este año?
R. El concepto de linked fate, o “sentido de destino común” como lo hemos traducido para el libro, viene de la escuela de ciencia política. Y lo que los politólogos han documentado una y otra vez es que si un grupo no tiene un sentido de destino común, es menos probable que vote en bloque. En el caso de la antinegritud, experiencias de discriminación racial dentro de tu supuesto grupo étnico altera ese sentido de destino común. Por tanto, en estas elecciones en concreto, la movilización del electorado latino no será efectiva hasta que nos enfrentemos a nuestro propio racismo.
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