‘Un espía entre amigos’: la ficción perfecta para acercarse a la gran mentira de Kim Philby

La edad de oro que han vivido las novelas de espías en los últimos 20 años no estaría completa sin los ensayos de Ben Macintyre. El historiador inglés es el autor de un puñado de grandes libros sin los que la historia del espionaje estaría incompleta, obras que se leen como novelas y que enlazan con lo mejor del género. Un espía entre amigos es una de las mejores y llega ahora a la pantalla en forma de miniserie de seis capítulos (Movistar Plus+) sobre la vida y la gran traición de Kim Philby. “Lamento profundamente haber tardado tanto en darme cuenta de quién era realmente y la vileza de sus actos”, asegura una mujer al principio del primer capítulo. Es una más de las muchas víctimas que sufrieron fascinación primero, incredulidad después y decepción y odio al final acerca de una de las figuras más enigmáticas y cruciales del siglo XX. El espía y el traidor perfecto.

La serie se narra desde la perspectiva de Nicholas Elliott (un excelente Damian Lewis) el gran amigo de Philby durante 23 años, uno de los mayores damnificados con sus fechorías (sin contar a todos los que murieron por su culpa a uno y otro lado del Telón de acero), quien al final lo acorrala en Beirut antes de que escape a la URSS en enero de 1963. Elliot responde al interrogatorio del MI5 para explicar lo ocurrido escarbando en el pasado y a partir de ahí se construye un relato de amistad, patriotismo, aventura y traición. El ritmo es más el de la reflexión que el de la persecución espectacular; más el del diálogo que el del puñetazo y la explosión; más uno propio para que la mentira y la traición floten en el ambiente. “¿Cree que Philby lo engañó desde el primer momento?”, pregunta la interrogadora del MI5 a Elliot, una cuestión que se habrán hecho cientos de personas de las más altas esferas del espionaje occidental. Los espectadores tienen aquí otra oportunidad de acercarse a una respuesta que nunca estará del todo clara.

Guy Pearce es el perfecto Kim Philby acabado, alcoholizado, deprimido y cansado, pero también interpreta con acierto al insaciable agente de los años treinta: elegante, voraz, mentiroso y misterioso y se crece definitivamente cuando encarna al agente acorralado en Beirut y al hombre que empieza a ver su oscuro futuro mientras es entrevistado por un agente soviético en el barco que lo lleva a Rusia. Es el otro lado de la moneda que da al conjunto el equilibrio narrativo.

Destaca también en lo interpretativo (y en la construcción de ficción que hace fluir todo) Anna Maxwell Martin como la interrogadora del MI5, una mujer que aporta toda la sabiduría de la escuela de interpretación británica en una serie llena de buenos secundarios; atención, por ejemplo, a Stephen Kunken (Boardwalk Empire, Billions) como James Jesus Angleton, director de la CIA caído en desgracia, consumido por la paranoia y uno de los grandes damnificados por la traición de Philby, al que le confió todo.

Ya había un documental de la BBC en el que el propio Macintyre explicaba un caso con ramificaciones infinitas, por eso era necesaria la ficción, el mejor instrumento para acercarse a la gran mentira que fue la vida de Philby.

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