La Constitución aguanta muy bien, para lo poco que la cuidamos
Su aniversario es un no acontecimiento tan burocrático y desganado, que el festivo del calendario debería venir impreso en un rosa pálido, en vez de rojo
El aniversario de la Constitución es un no acontecimiento tan burocrático y desganado, que el festivo del calendario debería venir impreso en un rosa pálido, en vez de rojo. Ni siquiera se ha impuesto en su propio puente. La España que jura lo llama “de la Inmaculada”, y la España que promete, “de la Constitución”. Hay una tercera España que se acomoda en un equidistante “puente de diciembre”.
Luego está lo que la diputada de Vox Macarena Olona llama “nuestra gente”, que es la variante ultraderechista de “allegados”. La gente de Olona chatea con juramentos y maldiciones que podrían escucharse en cualquier casino militar en 1936 tras un envido en el mus. Por suerte, la gente de Olona está jubilada y no parece tener autoridad ni sobre sus propios pulgares. Cuando la fiscalía decida si actúa o no, veremos también qué autoridad tienen sobre sus esfínteres.
Otro allegado de Olona, el tuitero y eurodiputado a ratos Hermann Tertsch, lideró la campaña de boicot contra Campofrío. Si la gente de Olona se dedica a fusilar por WhatsApp y a gritarle cosas a la pantalla de la tele cuando salen anuncios de mortadela, no parece que supongan una amenaza muy seria para nadie.
No sabemos si la Constitución acaba venciendo siempre por su carácter enigmático y despegado o por incomparecencia e incapacidad de sus enemigos. Quienes gritaban en las plazas contra el régimen del 78 y la CT (Cultura de la Transición) se sientan hoy en el Consejo de Ministros mientras las empresas del Ibex 35 sonríen complacidas. Tampoco se ha desgastado mucho con el abuso de algunas figuras jurídicas, como el estado de alarma, que no estaban pensadas contra los virus, sino para cuando Napoleón saliese de Santa Elena y volviera a sitiar Zaragoza. Aguanta muy bien, para lo poco que la cuidamos y lo manoseada que está.
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