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Columna
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Bochorno

A este paso, me temo que puedo acabar viendo ‘Sálvame’ o ‘Supervivientes’. Así de mal está el cerebro

Una imagen de 'La línea invisible'.
Carlos Boyero

Informan con gesto aséptico día tras día de los muertos con los que se ha ensañado el invisible monstruo. Y nos estamos acostumbrando o embruteciendo con el ritual de esas cifras macabras. Pero no hay noticias de que se haya suicidado nadie devastado por los desastres anímicos que invaden a gente que ya antes lo tenía crudo para no largarse de este mundo. Los medios de comunicación, tan piadosos ellos, al parecer no deben hablar de suicidios ya que eso puede animar a otros desgraciados que se lo están pensando, o que no reúnen el coraje para hacerlo. Y encima ha comenzado en mayo un calor asqueroso. Y es muy cabrón el bochorno para sistemas nerviosos a punto de estallar. Camus iniciaba El extranjero con esta declaración: “Maté en una playa de Orán a un hombre al que no conocía porque hacía calor”. O sea, los psiquiatras no se van a quedar sin trabajo después de la plaga.

Me cuenta un amigo que el sofá y el sillón de su casa están ya deformes y le empiezan a salir agujeros. Le entiendo. Paso mis días en ellos, incapaz, como los personajes de El ángel exterminador, de salir a ver qué demonios me ofrece la calle. Y hasta consumo con expresión autista las series españolas. Disfruté mucho o moderadamente hace tiempo con La peste, El día de mañana, Crematorio y Fariña. Pero no le encuentro el punto a culebrones infames como Vivir sin permiso. Y solo siento tibieza con el mundo yihadista y sus abnegados perseguidores en La unidad. Y ni frío ni calor con La línea invisible, los comienzos de aquella sanguinaria infección llamada ETA. Y me espanta todo lo que lleva la firma del chico de moda Álex Pina. A este paso, me temo que puedo acabar viendo Sálvame o Supervivientes. Así de mal está el cerebro.

Y no falto por razones estéticas y sensuales a la cita en El intermedio con esa dama espectacular llamada Sandra Sabatés. Creo haber visto en ese programa una grabación de Arnaldo Otegi en la que afirma: “Hemos oído a nuestras abuelas y abuelos que cuando un vasco da su palabra, la cumple siempre”. Juro que no lo he soñado. Ni me he comido un tripi.

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