Trasformación digital con una visión humanista
Situada la economía española en velocidad de crucero 2.0, las empresas deben aportar humanismo, ecologismo, derechos en internet y feminismo si quieren ser aceptadas por la sociedad
Llega el momento en el que un país debe estar indeciblemente identificado con su presente antes de fundirse de modo indiscernible con su futuro. La frase parece estirada semánticamente pero es sencilla de comprender. Toda nación vive una época en su historia en la que tiene que asumir objetivos comunes si quiere continuar siendo moderna y próspera. Es el tiempo de España y sus empresas. Vivimos toda la iridiscencia del comienzo de un nuevo mundo. “Ya estamos en velocidad de crucero”, avanza Carme Artigas, secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial. El primer plan del famoso Kit Digital ha zarpado con 500 millones de euros y se han apuntado a la plataforma que gestiona los fondos (3.067 millones destinados solo a la digitalización de las pymes) unas 100.000 empresas; cerca de 75.000 completaron el preceptivo cuestionario, según los datos de la Secretaría de Estado. Un copo de nieve convertido en avalancha. En el pasado Mobile World Congress 2022 (del 28 de febrero al 3 de marzo) de Barcelona, la Administración presentó el Fondo Next Tech. Tiene un presupuesto de 2.000 millones de euros y es un recurso para que las empresas emergentes no salgan de España a buscar financiación. Para que el talento quede dentro y también la riqueza. “No debiera arrancarse a la gente de su tierra o país, no a la fuerza. La gente queda dolorida, la tierra queda dolorida”, enseñó, sobre el exilio, Juan Gelman en Bajo la lluvia ajena.
El Estado evita ese exilio tecnológico con inclusión y humanismo. “La digitalización, y esto resulta muy importante, no puede ser una excusa para la marginación sino que es una suma: una herramienta contra la desigualdad”, advierte Carme Artigas. Suena a nuestros mayores, por ejemplo, enfrentándose con experiencias bancarias ininteligibles. “Hay que encajar la tecnología con la atención al cliente”, avisa Daniel Galván, director de GBS Finance. Algunos lo llaman Phygital. Integrar lo físico y lo digital. Porque las compañías deben usar este año la digitalización con el fin de reducir la brecha de género y territorial. El 5G está conectado de futuro si queremos cohesionar el territorio. A finales de año debería aprobarse la ley de startups y quedar afinado el reglamento sobre inteligencia artificial y la famosa computación cuántica. Imparable, la ciberseguridad aumentará sus presupuestos —prevé Sergio Martín, director de Estrategia y Transformación de Minsait (Indra)— impulsada por las conmociones geopolíticas que sufrimos. Todo el mundo sabe dónde.
La digitalización, y esto resulta muy importante, no puede ser una excusa para la marginación, sino que es una suma: una herramienta contra la desigualdadCarme Artigas. Secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial
La invasión de Rusia a Ucrania no debería retrasar el tránsito verde. Sobre todo, por su impacto, en las grandes petroleras. Repsol, que ganó el año pasado la cantidad récord de 2.500 millones de euros, debe —pese al boom temporal de los hidrocarburos, que ha propiciado la guerra— reinventar su actividad. En 2050 alcanzará cero emisiones netas. “Nuestra estrategia es el gas natural como combustible de transición”, reflexiona Mariano Marzo, consejero externo independiente de la compañía. Y ese fracking inocuo que, bien empleado, es la digitalización. “El propósito es mejorar la eficiencia, la seguridad, la puesta en valor de los datos, la optimización de los recursos, la agilidad en la toma de decisiones y la sostenibilidad del modelo de negocio”, desgrana el alto ejecutivo. Saben que perforan un estrato socialmente sensible. La senadora estadounidense demócrata Elizabeth Warren, tuiteó: “La prioridad principal de las grandes petroleras son los beneficios. También es la número dos, la número tres y así siempre”. Esto justifica que Cepsa haya creado Cepsa Digital Experience (CDX). “La propuesta es dotar a los profesionales de conocimientos y habilidades en transformación digital utilizando la experiencia como base”, defienden en la compañía.
Vivimos bajo la algarada silenciosa, por ahora, de la revolución digital. Está sucediendo en todas las industrias de Europa —relata un informe del banco de inversión Goldman Sachs— y de una forma acelerada. La pandemia ayudó en su momento a tomar velocidad; ahora impera la inercia. “Un cambio estructural”, observan. Pese a que la guerra en Ucrania pueda llevar, de acuerdo con la firma, a Europa y Estados Unidos a la recesión. Pero las previsiones cambian cada 24 horas. El Viejo Continente necesita (según la Comisión Europea) unos 125.000 millones de euros al año hasta 2030 si quiere liderar la transformación digital y sumar independencia y vanguardia. Económica y social. “La digitalización a la española está impregnada por una visión humanista y feminista, con derechos digitales, que incluye [lo hemos visto] a mayores, jóvenes y territorios. Lo único que necesitamos es creérnoslo y dejar de pensar que fracasaremos, porque no sucederá. Todo lo contrario”. La fe y la esperanza de Lucía Velasco, economista y directora del ONTSI, el observatorio nacional encargado del estudio de la digitalización y el impacto de la tecnología en la sociedad, se encara frente a la resignación de Ortega y Gasset: “España es el único país de Europa que nunca ha hecho una revolución”.
Pero hay ruido de sables en el 5G, la industria 4.0, las tecnologías profundas. Sin rendiciones. CaixaBank sostiene que el 73,1% de sus clientes son digitales y BBVA —en solo dos días, en febrero pasado— invirtió unos 263 millones de euros en Neon (un banco digital brasileño con 15 millones de cuentas registradas) y unos 90 millones en Atom, que es la primera entidad financiera exclusivamente móvil del Reino Unido. Esos 350 millones son los ecos de la estrategia de BBVA. “Inversiones digitales en mercados nuevos y atractivos”, sintetizó, en una presentación, Carlos Torres Vila, presidente del banco.
Pero aun así, en este 2022 contemplamos la alborada. La luna tiene forma de oblea porque todavía está incompleta. “La revolución digital es una realidad en las compañías. Sin embargo, vivimos los primeros amaneceres de una transformación básica tanto interna de la empresa como en su relación con proveedores y clientes”, refrenda Mauro Guillén, decano de la Escuela de Negocios de Cambridge. Mucho del futuro llega de la relación entre el espacio y el tiempo: la velocidad. La Comisión Europea revela que la economía digital está creciendo siete veces más deprisa que cualquier otro sector. Y podría añadir (según Bruselas) al año 415.000 millones de euros a la riqueza del continente y crear 3,8 millones de puestos de trabajo. En 2030, los ciudadanos miembros deberían tener un 80% de conocimientos digitales básicos (España suma hoy un 36%) y el 75% de las empresas almacenarán su información en la nube y las tecnologías del big data ayudarán a los ejecutivos a tomar decisiones. Mientras, la Tierra describirá una de las órbitas elípticas más perfectas de su historia alrededor del Sol. El 22% del PIB español —según un trabajo de la consultora BCG y Adigital— ya estaba digitalizado en 2020. Antes de la pandemia, la firma Oliver Wyman calculó que este espacio aportaría 1,8 billones de euros a la riqueza del Viejo Continente. Un PIB similar al italiano.
Bastantes empresas ignoran a la hora de abordar su transición digital la actual crisis climática. La migración a la nube genera una enorme huella de carbonoJosé María Lasalle. Director del Foro Humanismo Tecnológico de Esade
Sin embargo, a esta piel rodeada de agua y tierra le duele el alma. La ONU estima que el 40% de los países tiene menos de diez médicos por cada 10.000 habitantes. Hay que recordarlo. El tercer propósito de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) de Naciones Unidas es la Salud y el Bienestar. Y aquí acude la salud privada. Para algunos el elefante en la cacharrería. Para otros, la nueva alborada. Resulta fácil intuir en qué orilla, y bajo qué sombra de los álamos, se refugia del Sol, Iñaki Peralta, consejero delegado de Sanitas y de Bupa Europe & LatinAmerica. “Este año hemos aumentado las ventajas de la digitalización”, adelanta. “Por ejemplo, con la medición de constantes vitales a través del móvil, que aporta datos médicos al profesional durante la videoconsulta, o el seguimiento de enfermedades gracias al uso de wearables [dispositivos]”. Aunque también existe un riesgo de aumentar la hipocondría y el autodiagnóstico en bastantes pacientes. Muchas de las tecnologías que durante 2022 parecen una redención escriben notas a pie de página. “Bastantes empresas ignoran a la hora de hacer esa transición digital la crisis climática”, advierte José María Lassalle, director del Foro Humanismo Tecnológico de Esade. “La migración a la nube genera una enorme huella de carbono”. Y ahí se supone que se albergarán desde nuestros datos a los correos electrónicos. “Las firmas deben mirar más allá”, propone. La aseguradora Mutua Madrileña quiere llevar su color azul lo más próximo a las nubes. Entre 2021 y 2023 invertirá unos 150 millones de euros en esta transición. La estrategia, resume Nicolás Oriol, subdirector general de Datos y Analítica Avanzada, es “extraer cada vez más conocimiento de los números. Usamos técnicas de machine learning y nuestros clientes ven, casi sin darse cuenta, los beneficios porque predecimos sus necesidades”.
Los analistas se han sentado delante de sus pantallas, calculando posibles trayectorias de los valores, puntos débiles, soportes, resistencias. Se juegan cientos de millones de sus clientes. Prosegur cambia el negocio. Sobre todo en las áreas de seguridad y alarmas. “Del guarda clásico se pasa a detectores, cámaras, vigilancia remota”, enumera Álvaro Arístegui, analista de Renta 4 Banco. Y otro mundo, sustentado durante años en los forjados y el cemento, empieza a aplicar novedosos materiales y procesos. ¿Un nombre? Un gigante. ACS. Más de 3.000 millones de euros de ganancias el año pasado. “La robótica y las impresoras en 3D harán este ejercicio más seguras las cadenas de montaje”, incide Ángel Pérez, experto de la misma casa de Bolsa. “Los sensores calculan, por ejemplo, la calidad de la mezcla del cemento y los drones vigilan las infraestructuras”. Todo esto fragua en colosos como Inditex. Unos 216 mercados, más de 6.700 tiendas y el imperio online.
“La optimización del espacio del establecimiento facilita dinamizar las ventas, optimizar la logística y desarrollar un modelo más ligero en los inventarios”, resume Iván San Félix Carbajo, de Renta 4, en ese vocabulario donde los profetas económicos escriben sus trabajos para las élites. La historia española actual resulta ininteligible sin la digitalización, sin los colosos que pasan del petróleo al viento y sin una sociedad que no fracasará. Ajena a la melancolía y la tristeza histórica de Ortega y Gasset.
Una entente cordial
La teoría de la política y la política de la teoría no siempre coinciden. Los manuales de Economía cuentan la importancia de la colaboración entre lo público y lo privado en la transición digital. El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia prevé que 16.076 millones de euros se destinen a la modernización y digitalización del tejido industrial y la pyme. El Estado conduce la orquesta. Suena la lógica política. Es la interpretación de su partitura. Ahora entra el violín (Educación), ahora, la flauta travesera (Infraestructuras).
Alberto Andreu, profesor de la Facultad de Económicas de la Universidad de Navarra, echa de menos que esté alineada con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 17 que persigue Naciones Unidas. Fomentar los acuerdos público-privados. El docente cita números que avalan que quizá España camina fuera de la senda. “De cada 100 euros destinados a I+D, unos 60 proceden de la iniciativa privada”, sostiene Andreu. “La digitalización debe ser transversal y no solo dirigida al ODS 8. Promover el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos”. Pero la Administración no vive en un foso digital ajeno a la platea o las gradas. “Existen proyectos que no serían viables sin la participación privada”, interviene Cándido López, socio responsable de Infraestructuras, Transporte, Gobierno y Sanidad de KPMG en España. Y añade: “Todo el proceso de ejecución de los fondos contará con la colaboración entre ambas partes, o no será”.
Pero esta relación en el fondo es un nuevo pacto social. Debe suponer la extinción del Homo Economicus. El empresario que busca el mayor rendimiento, el mayor beneficio. Desde que muchos economistas y sociólogos rechazaran que la medida de la felicidad y la prosperidad de un país no debería ser el PIB —tal y como lo contabilizamos hoy—, su fin parece más cercano. La digitalización será el futuro. “Pero no permitiremos que el mundo del trabajo online sea una lucha en la jungla. Las empresas deben incorporar los derechos digitales que garanticen la seguridad de los trabajadores, que eliminen, por ejemplo, sesgos en los algoritmos”, narra José María Lassalle, director del Foro de Humanismo Tecnológico de Esade. “La competición descansará en la creatividad”. Quizá “competición” sea una palabra procedente del sector público y “creatividad” del privado. El tiempo pasa, inexorablemente, luego se para y solo queda el péndulo. La inercia de la relación. “Vamos a trabajar más años y el colectivo sénior tiene que tener un nivel de digitalización superior para acceder a esos empleos cuando por su situación física no pueda desempeñar otros”, aventura Javier Vello, socio responsable de EY Transforma y de la práctica de Business Consulting. ¿Encontrarán trabajo en el espacio privado o en el público? Las dos tierras se necesitan. “Pensemos, ahora, en los chicos. La Formación Dual resulta básica y es lo que demandan las empresas; un acierto del Gobierno”, califica Vello.
La crisis sanitaria, la guerra en Ucrania y la nueva geopolítica del mundo transformarán este año la digitalización. Cuando la mano es mala, o lanzas un farol o pierdes. La Business Roundtable, BR (agrupa a las 181 compañías más poderosas de Estados Unidos) vuelve a centrase en los beneficios de los accionistas y olvida a los grupos de interés (stake holders). O sea, lo público. “Esto es exactamente lo que se espera de las compañías al enfrentarse a una amenaza mayor, la incertidumbre y a un entorno estratégico cada vez más complicado”, avisa Tyler Wry, profesor de Gestión de la Escuela de Negocios Wharton (Pensilvania). En economía se denomina “rigidez de la amenaza”. La analogía mezcla memoria y galletas. Tal cual. Imagine que ha estado consumiendo comida chatarra durante dos décadas. Se da cuenta y se pone a dieta. Así que se compromete a hacerlo mejor y empieza a cambiar sus hábitos. Entonces recibe la noticia de que su tía acaba de morir y su empresa puede despedirle. Ante el estrés y la incertidumbre, se da un nuevo atracón de galletas. Idéntico proceso básico se aplica a las empresas de la BR. Hoy, los días del pasado parecen mejores para la digitalización. Lo leemos en El Crack-Up, de Scott Fitzgerald: “Recuerdo haber ido una tarde entre edificios muy altos bajo un cielo malva y rosa; me eché a llorar porque tenía todo lo que quería y sabía que no sería tan feliz nunca más”. Eso es la digitalización: la esperanza de un cielo malva y rosa.