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Más vida después del cáncer de próstata avanzado

Las terapias dirigidas contra las alteraciones moleculares responsables del crecimiento y de la agresividad de los tumores han multiplicado al menos por dos la media de supervivencia de los pacientes

El abordaje del cáncer de próstata es la historia de un éxito. Nueve de cada diez casos se detectan en estadios iniciales y la supervivencia global a los cinco años supera ya el 90%, un porcentaje todavía poco habitual en otros cánceres. Diagnóstico precoz y derrota del tumor van de la mano. Javier Puente, director del Instituto de Oncología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, dibuja el pronóstico ideal para los afectados y para los profesionales que lo tratan: “Son tumores potencialmente curables con tratamientos localizados como cirugía o radioterapia”.

A partir de los 50 años la probabilidad de sufrir un cáncer de próstata se incrementa. Por ese motivo, se fijó a esa edad el inicio de los programas de cribado que tan buen resultado han dado en las últimas décadas. El control periódico consiste en un tacto rectal y en la determinación de los niveles de PSA mediante un análisis de sangre. La PSA es una proteína producida por la próstata cuyos niveles se elevan cuando la glándula presenta alguna patología.

En algunos pacientes se recomienda adelantar el inicio de las revisiones periódicas a los 45 años. La razón es que, además de la edad, hay factores que hacen que aumente el riesgo de sufrir un tumor, el principal de ellos los antecedentes familiares de primer grado. Los hombres que tienen un padre o hermanos que han sufrido un cáncer de próstata tienen más probabilidades de desarrollarlo.

También aumentan el riesgo otros síndromes de tumores hereditarios que pueden tener ligada una alteración genética. La más conocida es la del gen BRCA, vinculada a los tumores de próstata y de mama, entre otros. Existen otras mutaciones genéticas en los genes HPC, PTEN, MAD1L1, CHECK2, etc. “En estos pacientes baja el umbral de PSA por el que decimos que hay una sospecha de tener un tumor. El nivel de PSA viene determinado por tener antecedentes familiares, ser portador de una alteración genética y por la edad”, apunta Estefanía Linares, uróloga del Hospital la Paz de Madrid y del Instituto Lyx Urología de Madrid.

Los hombres sanos que conocen que son portadores de una mutación deben tener un seguimiento más estrecho. “En estos casos es muy importante el tacto rectal porque es posible que el paciente tenga un tumor y el PSA todavía no haya subido tanto como para indicarlo”, puntualiza la doctora Linares.

El cáncer de próstata se alimenta de hormonas masculinas, de testosterona, y una de las estrategias para hacerle frente es matar de hambre al tumor. “Lo primero que hacemos cuando nos enfrentamos a un tumor agresivo es eliminarle la comida mediante tratamientos que inhiban esa producción o impedir que llegue al receptor de las hormonas masculinas en las células prostáticas”, explica Enrique Grande, jefe de Oncología Médica del MD Anderson Cancer Center. De ahí el término “castración química”. Pero en un porcentaje de pacientes, en torno al 20% de los diagnosticados en fase precoz, surgen problemas con el tiempo. “El tumor, según se va haciendo agresivo, se hace resistente a esa terapia y da lugar a una situación que denominamos resistencia a la castración”, añade el doctor Grande.

Hasta hace unos años las opciones terapéuticas para los pacientes de cáncer de próstata que habían desarrollado metástasis eran muy limitadas, pero un mejor conocimiento de la biología de la enfermedad ha permitido desarrollar terapias dirigidas contra las alteraciones genéticas del tumor. “Estamos haciendo medicina de precisión, terapia personalizada. Disponemos de tratamientos no para una enfermedad en general sino para las alteraciones moleculares que este tipo de tumor presenta en un determinado paciente. Eso es un hito importante en el cáncer de próstata”, apunta Enrique Grande.

Uno de los retos en el tratamiento del cáncer de próstata avanzado consiste en identificar a los pacientes que tienen mutados algunos genes concretos que se relacionan con la reparación del ADN. La alteración puede ser hereditaria o haberla producido el tumor en su evolución. En ambos casos es susceptible de utilizarse la terapia dirigida, pero lo primero es detectar las mutaciones. Ese es uno de los ámbitos donde más se ha avanzado en los últimos años, como puntualiza Javier Puente: “Ya tenemos algunos test para poder identificar con una alta sensibilidad y especificidad tanto las mutaciones por vía germinal (familiar) como las originadas por el propio tumor”.

La ventana terapéutica que han abierto las terapias dirigidas ha multiplicado al menos por dos la supervivencia del cáncer de próstata avanzado, según los especialistas. La campaña de comunicación de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) En Oncología cada AVANCE se escribe en mayúsculas cobra pleno sentido en el tumor más frecuente en los hombres (35.764 nuevos casos el año pasado).

A la hora de fijar el tratamiento de un paciente con cáncer de próstata resistente a la castración los especialistas no buscan un solo objetivo, sino varios. Se trata de vivir más, pero no solo eso. De ahí que la terapia se adapte a cada paciente, porque lo que para uno puede ser aceptable, para otro puede no serlo. El doctor Grande formula la pregunta que todo enfermo en esta situación tiene que responder: ¿Qué está dispuesto a sacrificar el paciente por la eficacia del tratamiento? En ese balance el protagonista es el paciente porque, por desgracia, en el cáncer de próstata avanzado la oncología todavía no puede ofrecer la curación.

Eso sí, hay mucha más vida por delante para cualquier enfermo que lo sufra porque vamos desentrañando sus misterios. “Ahora conocemos más acerca de cuáles son las alteraciones moleculares responsables del crecimiento y de la agresividad de los tumores, concretamente los genes que se encargan de la reparación del ADN, y podemos actuar farmacológicamente para impedir su acción”, señala el especialista del MD Anderson.

El reto de conseguir pacientes informados

Por su incidencia, el cáncer de próstata en los hombres es el equivalente al cáncer de mama en las mujeres. Sin embargo, del segundo se habla mucho más que del primero, en parte, porque el hombre tiende a asumir un papel más pasivo en relación con el tumor, apuntan tanto los especialistas como las asociaciones de enfermos. Marcos Martínez, gerente del Grupo Español de Pacientes con Cáncer (GEPAC), señala que “un paciente bien informado es capaz de tomar las riendas de su enfermedad y adoptar decisiones compartidas con los profesionales”. Marcos conoce la importancia de esa implicación como paciente (le extirparon la próstata hace tres años y ha superado la enfermedad) y por su vinculación al movimiento asociativo, clave en la atención a los afectados.

 

En GEPAC disponen de un programa de acompañamiento coordinado por un equipo de psiconcólogos “que ofrece atención emocional tanto al paciente como a su pareja y se aborda todo lo que puede influir en la calidad de vida del enfermo, como la nutrición, el ejercicio físico o la sexualidad”, apunta Marcos Martínez. Abordar todas las implicaciones del cáncer con un equipo multidisciplinar, dentro y fuera del hospital, da al paciente el protagonismo que le corresponde, fortalece la relación con los profesionales y mejora la adherencia terapéutica y la recuperación. Desde GEPAC explican que el papel de los profesionales que pueden abordar el cáncer de próstata (urólogos, oncólogos y oncólogos radioterápicos) es fundamental y también lo son otros muchos profesionales, como el fisioterapeuta, que ayuda al enfermo a fortalecer el suelo pélvico y evitar así pérdidas de orina tras una operación. Se trata, en definitiva, de salvar la vida y conservar su calidad.


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