Nuevos talentos de la economía circular
Las oportunidades laborales relacionadas con este modelo de producción crecen y se diversifican. Los jóvenes son los más implicados en un sector que generará 70.000 empleos en España de aquí a 2030
El desafío del cambio climático implica reducir el consumo de energía y reutilizar materiales que hasta hace poco se desechaban. Para lograrlo, el mercado laboral demanda talentos con una mirada diferente. Profesionales y estudiantes que dominen el cálculo de la huella de carbono, investiguen cómo convertir residuos en nuevos recursos, ecodiseñen productos, adapten un modelo empresarial a las políticas ambientales europeas o sepan de gobernanza climática. Este nuevo enfoque de la economía circular en España ya aglutina el 2% de los empleos. En la próxima década, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, se crearán otros 70.000 puestos nuevos.
Una profesional que ya participa en esta visión empresarial es Haizea Aguirre, una arquitecta de 40 años que volvió a Bilbao tras varios años en el departamento de Sostenibilidad de la ciudad de Vancouver (Canadá). Se apuntó a un máster en economía circular y hoy trabaja en una empresa que se afana, entre otras cosas, en cambiar cómo se conciben los planes urbanísticos: “La idea es que incluyan criterios ambientales desde el principio, no modificaciones a posteriori, como se solía hacer”.
Otro ejemplo es el Ariadna Romans, estudiante de Desarrollo Internacional que vive en Ámsterdam y cursó este mismo año un postgrado en gestión sostenible de la transición climática en empresas y organizaciones. Está interesada en cómo prevenir las crisis lentas, aquellas que se manifestarán en todo su potencial dentro de unas décadas, como el deshielo o las sequías: “Los conflictos sobre recursos, y el relato del clima que acompaña, me parecen muy interesantes. ¿Cómo legislamos ahora para prevenir un impacto dentro de 30 años?”.
Aguirre y Romans han orientado su carrera o formación hacia asuntos relacionados con la sostenibilidad, un mundo amplio y, hasta hace poco, algo abstracto que en la actualidad ofrece crecientes oportunidades laborales. Así lo entiende Javier Blasco, director del Adecco Group Institute: “La economía circular vive un momento dulce. Es un asunto prioritario en España y Europa. A eso se suma la cuestión cultural, que hace que los jóvenes sean los más receptivos a este sector, y el empuje de los fondos europeos, que facilita el desarrollo de estas carreras”.
Mismas habilidades, distinto enfoque
Los profesionales que se han implicado en este sector no tienen competencias radicalmente diferentes a otros trabajadores, pero sí han interiorizado otra lógica productiva, cuyo objetivo es reducir la huella de carbono de la actividad económica y reutilizar los residuos para evitar la extracción de materia virgen.
Como indica Blasco, esta misión atañe más a los profesionales jóvenes. Marta Cano, ingeniera química de 28 años, explica que aprendió esa mirada cuando pasó de una posición de ingeniería clásica a un trabajo más imaginativo en Repsol Technology Lab, un centro de investigación donde participa en un proyecto para alargar la vida de los materiales que permitirá, por ejemplo, transformar residuos urbanos en bioplásticos: “La física o la química no han cambiado. Lo que ha cambiado es el enfoque. No es reinventar la rueda, sino llevar más allá conceptos que ya existían y aplicarlos a cosas cotidianas, como la basura que tiramos en nuestras casas”.
Traducir y enseñar las bases de la economía circular es una de las tareas de Iñaki Lejarreta, un ingeniero ambiental de 27 años que hizo un máster en economía circular en la Universidad del País Vasco (UPV). Empleado en la consultora IK Ingeniería, explica que uno de los servicios más habituales es establecer una hoja de ruta para que las empresas no se pierdan en esta transición. “Es un mundo tan amplio que puede abrumar. Conviene marcar hitos sencillos para abordarlo. Formar poco a poco a los equipos y centrar el tiro”. Si antes las consultoras ayudaban con los balances o los stocks, el día a día ahora consiste en calcular la huella de carbono de un producto, cumplir los requerimientos verdes de administración y clientes o ecodiseñar un bien: “Y esto incluye desde el tapón o la etiqueta de una botella a autobuses a maquinaria pesada”, amplía.
Distintos caminos a la misma meta
A este sector se accede por diversas vías. Emilio Mayoral, ingeniero químico de 43 años y coordinador de la puesta en marcha de una planta de biocombustibles avanzados que Repsol está construyendo en Cartagena, recomienda “ser como el agua”. Durante 17 años se ha ido adaptando a la evolución de la industria petroquímica. Un ejemplo de esta modernización es la futura refinería en la que trabaja, que convertirá aceite de fritura y residuos de la industria agroalimentaria en biodiésel para coches y camiones, y biojet para aviones, unos biocombustibles que, estima la compañía energética, pueden reducir las emisiones hasta un 90% en comparación a los carburantes tradicionales. Mayoral se encarga de orquestar la producción y capacitar al personal de las nuevas instalaciones: “Hay que formar a personas que se han dedicado al refino de petróleo para que se conviertan en expertos en reciclar residuos. Lo vemos como una oportunidad de futuro. Todos queremos estar a la altura del reto”.
Ainhoa González, ingeniera técnica industrial de 46 años, se sumergió en la economía circular a medio camino de su vida laboral. Su intención era cambiar el sector de la construcción, un mundo “poco digitalizado e industrializado y con muchas inercias del pasado”. A raíz del máster cambió de compañía y recabó en el grupo Campezo, donde intenta ser “punta de lanza”: “Hay mucho margen de mejora en la construcción. Se le está dando un uso ineficaz a residuos y recursos. Pero van mejorando las cosas. Hoy se demuele un edificio y ese material se mira con otros ojos, se recicla en nueva materia prima”.
Infinitas disciplinas conectadas
La economía circular tiene muchas bifurcaciones y derivadas. Los centros de enseñanza han caído en la cuenta y ofertan un menú variado al alumno. Al chileno Giancarlo Camus, ingeniero medioambiental de 34 años, le atrajo esa diversidad de materias y decidió mudarse a España para cursar un máster. “El primer semestre tuve una paleta de asignaturas muy grande. Eso ayuda a ver qué rama te gusta más y dónde quieres profundizar”. Se decantó por la “parte de sostenibilidad, me gusta más que la técnica”. Su trabajo de fin de máster versaba sobre la huella del abono de una empresa de agricultura.
Desde hace un mes, Camus trabaja en la consultora ambiental Since O2. Subraya cómo distintos departamentos, como Comunicación o Ventas, tienen que colaborar para sacar adelante el trabajo. Secunda esta idea de disciplinas conectadas la arquitecta Haizea Aguirre, la única arquitecta en una compañía con ingenieros, abogados o ambientólogos. Y precisamente ese factor multidisciplinar es lo que más atrae a la estudiante Ariadna Romans: “Es un mundo que me gusta mucho porque es muy transversal. Son necesarios psicólogos, politólogos, biólogos, periodistas, sociólogos. Enriquece la capacidad de pensar”.