En pie contra la ‘basuraleza‘ en el Camino de Santiago
Con motivo del Año Xacobeo, Cabreiroá se une al Proyecto LIBERA en acciones de voluntariado para retirar residuos en varios tramos de la ruta y llamar la atención sobre este problema medioambiental. No solo se pretende despejar el camino a los peregrinos, también dar un respiro al planeta
El neologismo basuraleza aún no aparece en el diccionario de la Real Academia Española. Tal vez sea uno de los pocos reductos que le quede por conquistar, porque este término, acuñado por el Proyecto LIBERA uniendo las palabras ‘basura’ y ‘naturaleza’ refleja una triste realidad: la creciente presencia de residuos en cualquier espacio natural. Google, en cambio, le sigue la pista de cerca. Una simple búsqueda arroja 3.150.000 resultados. La basuraleza interesa. Pero, sobre todo, preocupa.
Los residuos abandonados de forma descontrolada en bosques, ríos o playas son ya una forma más de contaminación. Hay muchos plásticos procedentes de envoltorios, envases vacíos y restos de redes de pesca. Pero también, colillas, toallitas, vidrios y mascarillas. Además de otros residuos como televisores, neveras, muebles o ropa. El caso de las colillas es especialmente significativo. No tanto porque son pequeñas sino porque nos hemos acostumbrado a verlas tiradas en el suelo sin saber la afectación en la naturaleza.Sin embargo, suponen la primera fuente de basura mundial.
El legado casi eterno de un cigarrillo
Una colilla tarda entre ocho y 12 años en degradarse. La amenaza está en el filtro, fabricado en acetato de celulosa (un tipo de plástico). Este material es fotodegradable, no biodegradable. La colilla que el caminante arroja en mitad del campo o en la playa irá rompiéndose en fragmentos diminutos por la acción solar, pero jamás llegará a volatilizarse. Simplemente se transformará en microplásticos que acaban en el subsuelo, en los ríos y, por último, en el océano. Por si fuera poco, cada colilla tiene hasta 400 contaminantes, entre ellos, metales pesados como el cadmio o el arsénico con capacidad para contaminar hasta 50 litros de agua dulce o 10 de salada.
Las colillas suponen la primera fuente de basura mundial: cada año, 4,5 trillones de ellas son abandonadas en espacios públicos. Tardan entre ocho y 12 años en degradarse
La historia quedaría en anécdota si solo hubiera una colilla. Pero el rastro de los fumadores se traduce en 4,5 trillones de colillas abandonadas en espacios públicos cada año. La ONG Ocean Conservancy reconoce que suponen el 13% de todos los desperdicios recogidos en su campaña mundial. El neumólogo José Ignacio de Granda-Orive se refiere a ellas como “tabaco de cuarta generación” y las sitúa claramente como una forma más de contaminación ambiental.
Mascarillas, el plástico disfrazado
Algo similar sucede con las mascarillas, a las que National Geographic denomina “plástico disfrazado”. No en balde, mascarillas, guantes y toallitas desechables se fabrican con fibras de polipropileno. Su degradación puede tardar décadas, incluso siglos. Y con el temor a la covid pocos se aventuran a tocar algo que ha estado en contacto con la respiración de otra persona.
Y ahí está el peligro: una sola mascarilla puede liberar hasta 173.000 microfibras en el mar cada día. Además, su presencia en la naturaleza amenaza la vida de cisnes, gaviotas o halcones peregrinos cuyas patas se quedan atrapadas en las tiras de ajuste, según advierten biólogos neerlandeses. Se calcula que, cada mes, se usan 129.000 millones de mascarillas desechables, a razón de tres millones por minuto. Solo con que una pequeña parte acabe convirtiéndose en basuraleza es fácil hacerse a la idea de su enorme impacto en el medio ambiente.
La pésima gestión de los desperdicios lleva a muchos científicos a creer que las generaciones venideras se referirán a nuestra era como el Antropoceno por la devastadora huella humana en los entornos naturales. No es un chiste entre científicos: un artículo de la Sociedad Geológica Estadounidense mostraba un nuevo tipo de roca localizada en Hawái y compuesta por lava volcánica, sedimentos, masa orgánica y plástico.
Acaban en el mar, pero vienen de tierra firme
Una servilleta de papel tarda hasta seis semanas en degradarse. Ese pañuelo de algodón abandonado entre unas rocas, hasta cuatro meses en degradarse. Un chicle, cinco años. Unas deportivas, 200 años, y una botella de vidrio, unos 4.000. Todos estos residuos contaminan en mayor o menor medida, aumentan el riesgo de incendios forestales, ocupan el suelo impidiendo el crecimiento natural de la vegetación y amenazan a la fauna que los ingiere o se enreda con ellos. Además, deterioran la imagen de parajes naturales que deberían mantenerse en su estado original. Por suerte, la mayor parte de los residuos abandonados por la mano del hombre se encuentran en tierra firme, donde es más fácil gestionar su limpieza.
El Proyecto LIBERA de SEO/BirdLife, en el que han colaborado más de 1.100 organizaciones y colectivos, se puso en marcha en 2017 con el objetivo de frenar las consecuencias de la basura abandonada en espacios naturales
Con este objetivo surge en 2017 el Proyecto LIBERA de SEO/BirdLife. en alianza con Ecoembes. En estos cuatro años de vida, más de 1.100 organizaciones y colectivos –entre ellos, el CSIC, la Fundación Reina Sofía o la DGT– han sumado sus esfuerzos para frenar las consecuencias de la basura abandonada en los espacios naturales en los diferentes ecosistemas españoles. Dentro de su Proyecto Origen, Cabreiroá aporta este año su grano de arena al Proyecto LIBERA para colaborar en la limpieza de residuos en el Camino de Santiago.
Por un Xacobeo más limpio
Este 2021 es Año de Xacobeo. Haciendo gala de sus raíces gallegas, en Cabreiroá quieren que Galicia muestre su aspecto más limpio a los miles de peregrinos que recorrerán sus caminos hacia Santiago de Compostela. Bajo el lema Hacemos Camino ya han participado en diferentes jornadas de recogida de basuraleza en distintos tramos del Camino Inglés y de la Vía de la Plata, y prevén acciones similares en otros puntos de las diversas rutas jacobeas.
Entre todos vamos a hacer Camino con Cabreiroá para acabar con algo que nunca tuvo que estar ahí, que es la ‘basuraleza’Miguel López, director de Organización de SEO/Birdlife
Con reclamos en las redes sociales como Quizá la basura no sea tuya, pero el problema es de todos, desde Cabreiroá se busca agitar el activismo medioambiental, una causa con la que la empresa gallega se encuentra plenamente comprometida a través de su Proyecto Origen. “Los consumidores cada vez están más concienciados medioambientalmente. Nuestra responsabilidad como compañía que quiere generar un impacto positivo en nuestro entorno es responder con un altísimo nivel de autoexigencia e involucrarnos en iniciativas como 1m² contra la basuraleza, en defensa de una naturaleza libre de residuos”, declara Álvaro García de Quevedo, director del Negocio de Aguas de Hijos de Rivera, empresa propietaria del manantial de Cabreiroá.
Acciones como la limpieza del cauce del río Tambre (A Coruña) o el Támega (Ourense) el pasado mes de marzo se enmarcan en esta estrategia. “Es un lugar muy emblemático y querido por todos. Se puede decir que entre todos vamos a hacer Camino con Cabreiroá para acabar con algo que nunca tuvo que estar ahí, que es la basuraleza“, destaca Miguel López, director de Organización de SEO/Birdlife.
¿Por qué se ensucia en el campo y no en casa?
No hay un perfil definido del basuralezador. Un estudio del Proyecto LIBERA en España revela que los jóvenes muestran una mayor tendencia a arrojar basura en entornos naturales. La psicología social lo explica por la falta de apego a esos lugares hacia los que no se tiene un sentimiento de pertenencia. Esto se agiganta en lugares de paso, como cunetas o caminos.
Por eso resultan tan importantes los llamamientos a una ciudadanía más cívica, sensibilizada y conocedora de los impactos ambientales que provocan esos pequeños gestos. Limpiar el Camino de Santiago no solo alegra la vista a los peregrinos. También le da un respiro al planeta.
Todo empieza con una litrona abandonada
Una lata de refresco espachurrada, una vieja litrona de un botellón, escombros y, desde hace un año, miles de mascarillas abandonadas sin remilgos. Son solo algunas de las 300 toneladas de basura recogidas a través del Proyecto LIBERA entre su creación en mayo de 2017 y diciembre de 2020.
No es solo un problema estético de suciedad. La basuraleza impacta en los ecosistemas. Para cuantificar los daños en las Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA, por sus siglas en inglés) dentro del proyecto LIBERA en 2020 se tomaron más de 2.500 muestras de agua, suelo, sedimentos y excrementos de zorro procedentes de 140 IBA. Actualmente, se analizan en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para estudiar la presencia de fitosanitarios, metales pesados, derivados de plástico y medicamentos. “Este gran volumen de datos servirá para conocer la salud de nuestras IBA y determinar cómo afecta la basuraleza”, declara Octavio Infante, coordinador del Proyecto Ciencia LIBERA y responsable del programa de conservación de espacios de SEO/BirdLife. Y añade: “Nunca antes se ha realizado un estudio en nuestro país con este volumen de muestras y cubriendo tanta extensión”.
Poco importa dónde se abandone la basura. La lluvia y el viento se encargarán de que parte de esas sustancias vuelen, se filtren al subsuelo o sean arrastradas a los ríos y al mar. Esto produce daños irreversibles, infecciones o la muerte de la fauna que las ingiere, así como en las especies superiores en la cadena trófica. Incluido el hombre, al comer, por ejemplo, pescado o marisco.
El desastre no acaba aquí. Las acumulaciones de detritos en los ríos y desagües pueden causar inundaciones; los vidrios al sol, originar incendios forestales, y la contaminación de ecosistemas enteros, causar migraciones forzosas. Algunas especies morirán al no adaptarse. Otras se convertirán en invasoras en el ecosistema de acogida. Y todo empieza con esa lata espachurrada, esa bolsa o esa litrona que alguien no depositó en un contenedor.