Los dos pueblos que crecen alrededor del agua
Las embotelladoras de Bezoya en Ortigosa del Monte y Trescasas (Segovia) son un impulso económico y demográfico para la población de la zona, como explican sus alcaldes. Más del 80% de sus empleados viven en estos dos municipios, cuyo crecimiento en habitantes supone una excepción en la provincia
Una caída llevó a Luciano Otero (54 años) a abandonar su ciudad natal, Segovia, y mudarse a Ortigosa del Monte (a unos 20 kilómetros de la ciudad) cuando tenía tres años: su abuelo era ganadero y, tras caerse de un caballo, toda la familia tuvo que volver al pueblo de origen del padre para hacerse cargo de los animales. Lo que parecía un golpe de mala suerte, a la larga, se convirtió en empleo para toda la familia: “Con el tiempo, mi padre empezó a trabajar en la fábrica de agua de Bezoya, después entró mi hermano y, por último, yo, que llevo nueve años”. Otero se crio en ese municipio de 573 vecinos, agraciado con el manantial que el Grupo Pascual compró en 1974 para instalar su primera embotelladora de agua Bezoya (y de la que este 2024 se cumplen 50 años). La segunda se abrió en 2003 en Trescasas, a unos 8 kilómetros de Segovia. Como Otero, más del 80% de los empleados de ambas fábricas son habitantes de estos dos municipios; el resto pertenece a localidades del entorno o de otros puntos cercanos de la provincia, según datos de la compañía.
Entrar en la empresa y convertirse en operario de producción de Bezoya fue una nueva oportunidad para este segoviano, que se quedó en paro tras ver quebrar su empresa de construcción con el boom inmobiliario. Hoy, subido a su carretilla eléctrica, hace una demostración de cómo mueve los palés que contienen las botellas, mientras de fondo se oye el traqueteo incesante del embalaje del producto: “Estás de aquí para allá, pero es para lo que yo valgo”. La paz la encuentra en la cotidianeidad de Ortigosa del Monte. “Me encanta hacerme mis rutitas por la naturaleza, el campo es lo mío. Vivir aquí es vivir tranquilo”, comenta.
Para su compañero Vicente Rincón (Segovia, 65 años), trabajar en un pueblo también da la oportunidad de establecer relaciones menos impersonales que en una ciudad. “Si llevas aquí un tiempo, la gente sabe quién eres”, precisa. En su caso, también le ocurre en lo laboral. Este 2024, al igual que la fábrica de Ortigosa, Rincón también celebra que lleva 50 años trabajando en ella. Empezó como administrador, su tarea era “mecanografiar y hacer facturas o cartas comerciales”. Entró en la fábrica cuando apenas eran unas seis personas y hace seis años cómo se ampliaba cuando, en 2018, Grupo Pascual invirtió 15 millones de euros en una superficie construida de 15.000 m² en Trescasas, lo que ha aumentado la capacidad productiva de Bezoya en un 10%. “Hemos pasado de cargar tres camiones a la semana a 160 al día”, resume elocuentemente.
Rincón creció en la compañía y desempeñó distintas tareas hasta que un día, en 1999, le llamaron a las seis de la tarde para decirle que tenía que asistir a una reunión en Lugo al día siguiente: “Llegué un poco más tarde y, cuando entré, Tomás [Pascual, fundador del Grupo] dijo: ‘Para quien no lo conozca, este es Vicente Rincón, y es el nuevo director de la fábrica de Bezoya”. Después de 25 años en el cargo, percibe cómo esa fábrica afecta positivamente a los pueblos de alrededor: “Ha aportado que la juventud o las nuevas parejas se puedan quedar en el pueblo, tener familia, hacer crecer el colegio, las actividades lúdicas, deportivas...”.
Guarderías y colegios en la España despoblada
El alcalde de Ortigosa del Monte, Juan Carlos Cabrejas, describe el pueblo como un enclave ideal de la sierra de Guadarrama. Sus misiones son mantener las calles limpias, que haya suficiente agua y tratar de fijar a la población sin que termine siendo algo masivo. “Solo tenemos fincas grandes, pequeñas o medianas, pero son todas viviendas unifamiliares. Estamos blindados ante un crecimiento masivo”, aclara. Quieren asegurarse de que se mantenga esa sensación de pueblo apacible, con árboles y sin ningún piso que perturbe el paisaje. Como cuenta, han pasado de ser un pueblo rural y ganadero a acoger a muchos profesionales, desde profesores del conservatorio de Segovia a periodistas, policías o jardineros, que mantienen vivo el pulso de la localidad.
“Muchos de nosotros empezamos viniendo como veraneantes. En mi caso, mi padre decidió venir aquí porque había suficiente agua y no la cortaban, como ocurría en otros pueblos”, explica en el Ayuntamiento. Esa agua ha generado empleo, también gracias a Bezoya, según sostiene el alcalde: “Garantiza que algunas personas que son de aquí puedan vivir aquí. Es una alegría cuando te cruzas con un vecino que ha cambiado de coche y piensas: ‘A este le han hecho fijo”, reconoce. Gracias a la retención de estos trabajadores, el pueblo mantiene muchos servicios que, a su vez, generan aún más población: un colegio, una farmacia, una guardería, un centro cultural donde se puede asistir a conciertos, obras de teatro y conferencias. Por otra parte, cuentan con una residencia privada de ancianos y el pueblo organiza actividades para la gente mayor, como talleres de memoria. Cabrejas Se enorgullece especialmente del gimnasio de dos plantas de Ortigosa, que tiene una pista de pádel y otra múltiple para jugar al futbol o al baloncesto. Todo esto ocurre en un pueblo dentro de una provincia que, en 10 años, ha perdido casi 10.000 habitantes, según datos del INE (de 163.701 en 2012 a 153.803 en 2022).
Trescasas, el considerable crecimiento de un pueblo joven
A unos 8 kilómetros de Segovia, Trescasas se presenta como un lugar idóneo para parejas jóvenes que quieren estar cerca de la ciudad, pero con el sosiego del campo. El alcalde, Borja Lavandera, explica que la media de edad son los 39 años. En este lugar tampoco hay pisos: “Tenemos mucha calidad de vida y aquí ha optado por vivir gente con el nivel adquisitivo medio. Somos uno de los pueblos con más renta de toda Segovia”, puntualiza.
La evolución de 351 empadronados hace 20 años a los 1.103 del año pasado se debe, entre otros motivos que destaca Lavandera, a ese entorno idílico: “Tenemos el parque nacional [de la Sierra Norte de Guadarrama], que es donde está la captación [de agua] de Bezoya, tenemos sendas, caminos, zonas verdes...”. La cercanía a Segovia permite también disfrutar de servicios como la alta velocidad ferroviaria: “Por ejemplo, mucha gente va con frecuencia a Madrid. Siempre que tengo alguna reunión allí me encuentro en el mismo vagón con cuatro o cinco vecinos”. Aunque tradicionalmente los habitantes se dedicaban a la construcción o al esquileo, percibe que en la actualidad son funcionarios, pequeños empresarios, autónomos, bomberos, maestros o trabajadores de la fábrica de Bezoya.
Como en Ortigosa del Monte, el crecimiento ha sido progresivo. Han tenido que crear una nueva infraestructura frente a las necesidades de los vecinos: “Hemos levantado un pabellón deportivo de la nada, tenemos un colegio que se hizo en 2008 y lo hemos tenido que ampliar hace tres años, una guardería que se ha ampliado en la pandemia y la tenemos que volver a ampliar este año y hemos creado una Casa Joven para los adolescentes”, enumera Lavandera. Feli Ortega (55 años), dueña de una tienda de alimentación del pueblo, también percibe que cada vez hay más parejas jóvenes en el pueblo: “Se hacen reformas acordes a la demanda, como la creación de más parques”, explica desde su local. Entre sus estantes hay productos locales, como el agua de Bezoya de Trescasas, la legumbre de Valseca o las zanahorias de Mozoncillo.
La respuesta de Lavandera a cuáles son los impulsos económicos de Trescasas es clara: Bezoya. “Es la única fuente de ingresos en cuanto a industria, la única que tributa por el impuesto de actividades económicas”, sostiene. Recuerda la expectación que la apertura hace seis años de la fábrica levantó en el pueblo y valora la imagen de la marca consolidada y “prestigiosa” que aporta a la zona: “Que en la etiqueta [de las botellas de agua de Bezoya] aparezca el nombre de Trescasas nos da visibilidad en toda España. Para nosotros es gratificante. Nos mandan fotos por WhatsApp: “¡Mira, estoy en Huelva y estoy bebiendo agua de tu pueblo!”.