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Los riesgos del relato del terrorismo

“¿Por qué recordamos aquello que nos duele? Porque tenemos una responsabilidad con quienes han sufrido la violencia y porque tenemos que explicarnos qué ha ocurrido"

Luis R. Aizpeolea
Una anciana y una niña sentadas en una calle de Vitoria, ante una pintada en favor de ETA en marzo de 2017.
Una anciana y una niña sentadas en una calle de Vitoria, ante una pintada en favor de ETA en marzo de 2017.Lino Rico

“¿Por qué recordamos aquello que nos duele? Porque tenemos una responsabilidad con quienes han sufrido la violencia y porque tenemos que explicarnos qué ha ocurrido aquí para que no se repita”. Esta declaración de principios guía a Antonio Rivera, catedrático de Historia Contemporánea del País Vasco y coordinador de Naturaleza muerta, un libro que recoge textos de acreditados historiadores vascos que plantean los riesgos que penden sobre el relato o relatos del terrorismo vasco que se legará a las siguientes generaciones. Próximamente lo presentarán en Madrid los historiadores Santos Juliá y Luis Castells.

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Rivera considera que “las sociedades y sus instituciones cuando han atravesado por una situación traumática, como la vasca con el terrorismo, tienen la reacción natural de buscar una memoria edulcorada de lo sucedido; es un comportamiento similar al de la Transición en España o al de Alemania, Italia o Francia, tras la Segunda Guerra Mundial”. Entiende, asimismo, que “los gobiernos antepongan, por necesidad política, la convivencia a la verdad. Pero, a medio plazo, hay que despejar los diablos que tiene esa sociedad para que la historia no se repita”.

“Despejar los diablos” es tarea de los historiadores, “la hermana adusta que pone a la sociedad frente al espejo de su comportamiento, en el caso vasco con el terrorismo”. Su metodología consiste en “crear un cuerpo sólido que sirva de mínimo común denominador al basarse en hechos comprobados que hay jerarquizar pues no es igual de víctima una persona asesinada por un terrorista que el familiar de un preso que sufre un accidente en un viaje de visita”.

Pero Rivera cree que los historiadores deben dar un paso más. “Si nos limitamos a decir, como algunas instituciones y partidos, que todos hemos sufrido, víctimas y victimarios, y no se explica por qué los victimarios convirtieron a personas en víctimas, no se entenderá nada. Si no formulamos un reproche moral y político al uso de la violencia para lograr metas políticas, si no desmontamos los mitos que matan, quien no nos dice que en próximas generaciones unos jóvenes repitan que Euskadi agoniza y, atribuyéndose un papel histórico, recurran a la violencia como ETA en 1959. No se trata de que haya vencedores y vencidos sino de explicar que unos reafirmaban las vías pacíficas y democráticas y otros buscaban imponer un proyecto totalitario por la violencia”.

¿Cuáles son esos “mitos que matan” según Rivera? “La lectura histórica que el nacionalismo hace de un pueblo vasco eternamente víctima, fustigado por unos vecinos empeñados en complicarnos la vida. La consideración del conflicto y del pueblo víctima son mitos peligrosos que generan consecuencias. No es un problema particular del nacionalismo vasco. Lo han hecho los judíos con Israel. Como todos los males de la tierra se han confabulado contra nosotros y nos han generado mucho dolor, tenemos carta blanca para actuar contra nuestros vecinos. Esto es muy peligroso. Frente a ello hay que reafirmar la individualidad y diversidad de las víctimas del terrorismo frente al totalitarismo asesino”.

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Rivera no cree que la batalla del relato democrático esté ganada. “La memoria es un combate social. La opinión pública toma aspectos variados y puede inclinarse por derroteros distintos de los de los historiadores profesionales. Gana ese combate quien establece el relato más potente”.

Considera que la izquierda abertzale “tiene clara la importancia del relato”. “En el País Vasco hay una historia, transmitida de generación a generación, más emotiva que científica, la de que la quintaesencia del alma vasca fueron los carlistas, luego los nacionalistas, ETA y, finalmente, la izquierda abertzale. Solo así se explica que el carlismo, tras perder tres guerras, estuviera vivo en la Guerra Civil de 1936. ¿Acaso la izquierda abertzale no juega la carta de que ETA actuó porque estaba en peligro el alma vasca? El PNV, contrario a la violencia, debe desmontar estos argumentos, que incitan a ella, con la reafirmación democrática de sus representantes institucionales”.

Rivera cree, por último, que “hay que contarlo todo y el tratamientos a las víctimas debe ser el mismo, sean de ETA, aunque sea la que mayor daño provocó, de la guerra sucia o de los abusos policiales; es un agravio que una víctima de la matanza policial de Vitoria de marzo de 1976 cobre menor indemnización que una de ETA”.

Franco y ETA

“¿Cómo es posible que casi 80 años después de terminada la Guerra Civil nuestro pasado siga afectando en la actualidad? Porque no hemos enterrado adecuadamente a sus víctimas que siguen en cunetas mientras Franco lo está en un monumento público. Y es así porque la derecha no ha hecho una renuncia radical del franquismo”, señala Rivera.

El historiador teme que “con el terrorismo nos pase lo mismo”. “La izquierda abertzale teme que si se desdice del pasado se quede sin futuro. Por eso no creo que condene a ETA como no lo ha hecho con el franquismo la derecha. Por ello, aunque haya memorias diversas, la sociedad necesita un relato de hechos comprobados, con las víctimas como referencia y que cuente con el respaldado de las instituciones frente a las historias inventadas”.

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