Rajoy deja de ser diputado y solicita el reingreso como registrador de la propiedad
El expresidente no ejercerá como líder de la oposición ni se medirá con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
Mariano Rajoy ha renunciado este viernes a su acta de diputado, por lo que no ejercerá como líder de la oposición ni se medirá con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sesión de control al Ejecutivo del próximo miércoles. Desde el triunfo de la moción de censura del PSOE (1 de junio), el aún líder del PP había prescindido de ir a la Cámara Baja, había convocado elecciones internas en la formación conservadora para elegir a su sustituto y había dejado en el aire su continuidad como parlamentario. Al renunciar a su acta en el Congreso, Rajoy dejará de estar aforado, salvo que solicite su ingreso en el Consejo de Estado. Todo apunta a que no será así, puesto que ha pedido que se le vuelva a dar de alta en el cuerpo de registradores de la propiedad.
En menos de un mes, Rajoy ha pasado del todo a la nada. El 24 de mayo, el PNV dio su apoyo a los Presupuestos, y el líder del PP creyó asegurada su continuidad en La Moncloa hasta 2020. El 25, sus consejeros le vieron protagonizar un gesto de enfado al enterarse de que Pedro Sánchez había registrado una moción de censura tras la sentencia del caso Gürtel. Y, poco más de una semana después, el 1 de junio, el PNV votó a favor de tumbar su Gobierno. Rajoy fue desalojado del poder. El PP pasó a la oposición. Y su líder empezó a andar el camino que le podría llevar hasta su registro de la propiedad en la localidad alicantina de Santa Pola. Un terremoto político sin precedentes.
¿Santa Pola? A Rajoy le espera allí una plaza de registrador desde hace casi 30 años. Tras ejercer en Villafranca (León) o Padrón (A Coruña), el expresidente llegó a la villa en los años 80. Con 24 años, había sido el registrador más joven de España. Venía de diez meses terribles en la Xunta de Galicia, “con el veneno dentro”, dijo, por la escisión de una parte de Alianza Popular que había ayudado a tumbar al Gobierno del que era vicepresidente. Llegado a Santa Pola, Rajoy se alojó en la habitación 2402 del hotel Gran Sol, un cuatro estrellas en la Rambla de Alicante, según se recuerda en el libro Desde el vestíbulo de un hotel. Instalado frente al mar, la vida de aquel veinteañero se dividió entre las obligaciones profesionales —nunca ganó más dinero—, las aficiones —especialmente la bicicleta— y la devoción política: por viajar a Madrid a una conferencia renunció a una comida de amigos en la que se compró lotería que luego fue premiada con el gordo.
Rajoy ejerció en Santa Pola entre 1987 y 1989. Luego, tentado por José María Aznar, volvió a la política para llegar al Congreso como diputado. Desde entonces, nunca dejó de pensar en retornar algún día a su plaza, objeto de polémica durante sus años en Moncloa.
“Santa Pola, un pueblo en el que voluntariamente he ejercido como registrador de la propiedad, en donde si Dios no lo impide volveré a hacerlo tras el paréntesis que significa en mi vida la dedicación a los asuntos públicos”, dijo en 2004, durante el pregón para las fiestas de la localidad, donde le sustituye su compañero de promoción, Francisco Riquelme, “registrador accidental permanente”, según definición propia.
Elija o no volver a esa plaza —tiene derecho a pedir el traslado o a concursar, por ejemplo, para ejercer en Madrid—, la decisión de dejar el acta supone el adiós definitivo de Rajoy a la política. Una vez que se celebre el Congreso extraordinario del PP, convocado para el 20 y el 21 de julio, Rajoy volverá a la actividad privada. Hasta entonces, pretende mantenerse en la neutralidad, para que ninguna de sus decisiones sea interpretada en clave sucesoria. El PP se arriesga a una cruenta guerra interna, y el objetivo del aún líder es actuar como juez de paz.
Con el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, la exvicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, aún dudando sobre si dan el paso o no para luchar por el poder en el partido, la salida de Rajoy deja en manos de Rafael Hernando toda la labor de oposición al Gobierno de Sánchez.
El portavoz parlamentario del PP es el único rostro reconocible que le queda al partido con un puesto de relieve y sin implicación directa en el pulso por la presidencia de la formación conservadora. De su mano, el partido ejecutará una oposición dura, agresiva y llena de adjetivos, como en los tiempos en los que el Ejecutivo lo encabezaba Felipe González o José Luis Rodríguez Zapatero. Así lo asegura Hernando, que tiene previsto pedirle a Sánchez que explique en el Congreso los pactos que le llevaron a ganar la moción de censura (el PSOE defiende que PDeCAT, ERC, PNV y Podemos le apoyaron sin contrapartidas) o si son ciertas las informaciones que vierten dudas sobre la veracidad de algunos aspectos de su currículo.
Rajoy, de 63 años, no estará en la Cámara para verlo. Al contrario que el expresidente González, que mantuvo el escaño sin acudir al Congreso tras su derrota electoral, él dirá adiós inmediatamente. Tampoco se marcha Rajoy como José María Aznar, un expresidente con una intensa biografía fuera de la política: consejos de administración, empresas internacionales, libros, conferencias, fundaciones, chalets... No. Rajoy, que se ha pasado casi 40 años en política, ya vive en su vieja casa del madrileño barrio de Aravaca. Intenta recuperar su antigua vida. Y por eso piensa en el registro de Santa Pola.
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