Condenado a 23 años de cárcel el asesino de la peregrina Denise Thiem
Un jurado popular declaró a Miguel Ángel Muñoz culpable de matar a la estadounidense
La Audiencia Provincial de León ha condenado a 23 años de cárcel a Miguel Ángel Muñoz por el asesinato de la peregrina Denise Thiem. Los magistrados han dictado una pena de 20 años contra el acusado por matar a la estadounidense y otra de tres años por un robo con violencia. Un jurado popular —compuesto por ocho mujeres y un hombre— lo declaró culpable el pasado 5 de abril, justo dos años después de que la víctima desapareciese cuando hacía el Camino de Santiago. La fiscalía había solicitado una sentencia de 25 años de prisión y la acusación particular de 27 años.
Denise Thiem desapareció el 5 de abril de 2015, cuando se desvió del Camino de Santiago para visitar la localidad de Castrillo de los Polvazares (León). La estadounidense siguió unas flechas que había modificado Muñoz para que pasara cerca de una finca de su propiedad. Entonces, el autor del crimen la atacó de forma sorpresiva y la golpeó con un palo en la cabeza; para posteriormente trasladarla hasta un enclave más apartado, donde la desnudó, le cortó el cuello y las manos —que nunca se hallaron— y la enterró. Además, le robó 1.132 dólares que la mujer llevaba encima.
La confesión de Muñoz a la policía —de la que después se desdijo— ha resultado determinante en este proceso judicial. El jurado popular la consideró una de las pruebas clave y, por su parte, la Audiencia Provincial recalcó que esas manifestaciones "espontáneas" permitieron encontrar el cadáver de la víctima "en el lugar indicado por el acusado".
Cambio "radical" de aspecto
El condenado deberá indemnizar también con 120.000 euros a los padres de la peregrina y con 30.000 euros a su hermano, según añade la sentencia dictada este martes, donde se enumeran todos los indicios valorados por el jurado a la hora de emitir su dictamen. Entre ellos, la declaración de 56 testigos, 14 informes periciales y los cambios de comportamiento de Muñoz en los días posteriores al crimen, cuando la policía ya seguía sus pasos.
El asesino, que vivía aislado en una parcela, modificó su aspecto de forma "radical". "Pasó, de ser sucio y desaliñado, a sorprendentemente cuidado", subraya la Audiencia Provincial, que añade: "Empezó a llevar arreglada la barba y ropa limpia, así como vertía ropa de montaña de una marca especializada y cara que anteriormente no usaba". A su vez, dejó de usar su teléfono y comenzó a utilizar un locutorio público. "Se sabía vigilado", concluye la sentencia.
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