Hazte Oír, la “guerrilla” del ultracatolicismo español
El grupo homófobo trata ahora de desdibujar sus ideas presentándose como "víctima" del 'establishment'
Junto "a la clínica que más niños mata", una treintena de personas empieza a recitar un "Dios te salve María..." al caer la noche del pasado 9 de febrero. Los concentrados sujetan velas que atenúan la oscuridad y pancartas —"Abortorios en mi barrio, no", reza una de ellas—, mientras murmullan más de 15 minutos de oraciones. Enfrente, reluce el cartel iluminado de la Dator, un centro médico de Madrid autorizado para la interrupción voluntaria del embarazo. "Volvemos a reunirnos aquí para contribuir a que desaparezca", sentencia el cabecilla de la protesta, Ignacio Arsuaga, líder de Hazte Oír, uno de los grupos más combativos del ultracatolicismo español. El mismo que esta semana ha fletado un autobús tránsfobo que ha terminado prohibido por un juez.
Un colectivo que, junto a sus múltiples marcas, lleva tres lustros empeñado en trasladar a la calle sus "batallas" contra homosexuales, movimientos en defensa del aborto, asociaciones feministas y todos cuantos supuestamente atenten contra la "vida", la "familia" y la "libertad religiosa". "Esta gente cree que existen dos bandos y que hay que ganar al adversario, no convencerlo", explica el historiador Santiago Mata. Amparándose en la libertad de expresión, esta asociación ultra ataca verbalmente a colectivos vulnerables y, posteriormente, se presenta como víctima de lo "políticamente correcto", de los medios de comunicación y del "establishment" que quiere que no se "oiga nuestra voz".
Autor de un libro donde profundiza en los vínculos entre Hazte Oír y el Yunque, una asociación ultraconservadora mexicana que promueve en dicho país las manifestaciones contra los derechos de los homosexuales; Mata detalla que este grupo surgido en España se basa "en el enfrentamiento y la crispación" para difundir sus ideas. Esta estrategia se traduce en que, a la hora de señalar a sus enemigos, sus miembros no dudan en usar un lenguaje extremo. Hablan de "inquisición gay" y de "dictadura de género". Se presentan como víctimas de un "apartheid" impulsado por las asociaciones LGTBI. E, incluso, han llegado a acusar de "corrupción de menores" a Chrysallis Euskal Herria, una Asociación de Familias de Menores Transexuales que colocó unos carteles para concienciar sobre la realidad de estos niños.
"Desde luego, yo creo en la guerrilla", reconocía uno de sus mentores hace apenas unas semanas, durante una conferencia celebrada en la sede de Hazte Oír, un amplio bajo en el número 200 del madrileño Paseo de la Habana. Allí, en este caso, este ideólogo subrayaba que debían "organizarse" contra "la ideología totalitaria de género". "Nos están acorralando. Solo nos queda luchar antes de que sea demasiado tarde", dijo, antes de insistir en que tenían que multiplicar la presencia de su mensaje en la escena pública.
Creen que existen dos bandos y que hay que ganar al adversario, no convencerlo Santiago Mata, historiador
Hazte Oír, la matriz principal alrededor del que gira todo este grupo ultracatólico, nació en 2001 de la mano de Ignacio Arsuaga, un abogado con cinco hijos que pasó por el Phoenix Institute de Arizona, un think tank neoconservador. Durante los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, el colectivo encabezó las multitudinarias manifestaciones contra el matrimonio homosexual y la reforma de la ley del aborto. Despertaba entonces las simpatías de la jerarquía eclesiástica y de un importante sector del PP, que apadrinaban sus actos y participaban en sus actividades —como Antonio Martínez Camino, exportavoz de la Conferencia Episcopal Española, y Jaime Mayor Oreja, ministro del Interior con José María Aznar—.
En pleno apogeo, el periodista José Luis Barbería definió a este movimiento como "el lobby de la versión religiosa española del Tea Party". Pero, entonces, surgieron los problemas. Hazte Oír se enfrentó a otros colectivos que habían impulsado las marchas contra el Ejecutivo socialista y rompió relaciones con el Foro Español de la Familia (FEF). "Dejamos de colaborar por cómo afrontaban las cosas, por cómo afrontaban las movilizaciones", apunta Benigno Blanco, expresidente del FEF, que añade: "Son peleas de familia. No voy a meter el dedo en la llaga".
"Acreditada" su relación con el Yunque
A su vez, las denuncias de su vinculación con el Yunque empezaron a alejar a Hazte Oír de varios altos cargos de la Iglesia. De hecho, tras una sentencia de un juzgado de Madrid que consideró "contrastado y acreditado" la relación entre miembros de ambas organizaciones, el obispo de Getafe y el arzobispo de Toledo anunciaron que no apoyarían las iniciativas del colectivo liderado por Arsuaga y le instaba a desaparecer de sus parroquias: "Al no compartir [con ellos] ni el sentido de pertenencia eclesial, ni los medios que emplean". El actual presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, también ha censurado su campaña del bus tránsfobo y ha pedido "respeto" para los niños.
Por su parte, la cúpula del PP comenzó a marcar distancias. "Tenemos que retirarle el voto a Mariano Rajoy", afirma Arsuaga, que acusa al Gobierno popular de "traicionar valores" por no derogar la ley del aborto o del matrimonio homosexual. Pese a ello, Jorge Fernández Díaz, anterior ministro del Interior, le concedió a Hazte Oír la declaración de organismo de utilidad pública, que le permite acogerse a beneficios fiscales.
Pero toda esta pérdida de apoyos no se ha notado nada en las arcas de Hazte Oír, que suma 40 trabajadores y unos 7.000 socios, e ingresó 2,6 millones de euros en 2015. Además, esta es solo una de las caras del grupo ultra. En los últimos años, la organización ha diseñado una red de marcas en torno a la originaria: como Derecho a Vivir, creada en 2008 para batallar contra la reforma de la ley del aborto del Gobierno de Zapatero; o como Maslibres, que nació en 2011 para combatir "las amenazas del laicismo". Cuentan también con su propio periódico digital para difundir su ideario. Y, con el objetivo de expandir su actividad por el extranjero, pusieron en marcha su propia fundación (CitizenGo), que ingresó en 2015 otros 1,14 millones de euros. El 98% de este dinero, según sus cuentas, a través de donaciones para campañas puntuales —por ejemplo, para apoyar a los "cristianos perseguidos" en países de mayoría musulmana—. Porque, eso sí, todas sus web contienen un apartado destacado donde piden apoyo económico.
- ¿Niegan ustedes la transexualidad?
- "No", responde Arsuaga, mientras a sus espaldas se lee el lema de su última campaña: "Que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo".
- ¿Les molesta ver familias homosexuales en los anuncios?
- "No", contesta el presidente de Hazte Oír, pese a que recogieron firmas para que se retirara un spot del Corte Inglés donde una pareja de hombres forraba libros del colegio con sus hijos. "Pero en ese anuncio se trataba de normalizar la adopción por parte de parejas homosexuales", intenta justificarse a continuación.
- ¿Es que no le parece normal que puedan adoptar?
- "...Yo creo que con los niños no se debe experimentar".
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