“El optimismo es progresista; hay que huir del fatalismo”
La senadora socialista Carmen Alborch, de 66 años, publica ‘Los placeres de la edad’, un libro contra el desprecio de la veteranía
Esta crisis... Es grave; pero como lo decimos siempre parece menos importante.
¿Cómo le afecta a usted como política? Depende de donde estés. Cada cinco minutos se saca el tema generacional. Ves los relevos: el Rey, Rubalcaba... Se ha visualizado la necesidad de que haya ese cambio, pero éste no debe excluir a los de mayor edad. Todos los talentos son necesarios.
La sociedad no puede decir: “ya no eres útil”, y tratarte con desprecio. No se puede identificar paso del tiempo con pérdida
Zapatero borró de RTVE a 5.000 personas de más de 52 años; su Gobierno las declaró no rentables. La palabra rentabilidad no me gusta. Los tránsitos generacionales han de hacerse con el menor sufrimiento individual. La sociedad no puede decir: “ya no eres útil”, y tratarte con desprecio. No se puede identificar paso del tiempo con pérdida.
Su propio partido declaró viejo a Rubalcaba. Tiene 63. Michelle Bachelet tiene 65, Hillary Clinton 66. ¡Y mira los que tiene Napolitano! Felipe González suele decir: “Soy demasiado joven. ¡Todavía no soy como Napolitano!”. Eso forma parte de esta cultura juvenilista que desprecia la experiencia política y el temple.
Pues al Rey viejo lo relevó su hijo joven... Fue un relevo necesario en el momento adecuado. El Rey estaba cansado, su imagen había sufrido mucho por los últimos acontecimientos y era el momento del relevo. Eso no significa que la sociedad española cambie de pronto: están el desempleo, la pobreza, la desigualdad.
¿Y cómo se levanta el ánimo? Con optimismo. El optimismo es progresista. Hay que huir del fatalismo y del determinismo, pero también hay que tener la actitud de querer cambiar las cosas. Tener una causa es importante. Yo tengo dos: el feminismo y el socialismo.
La política está vieja, se dice. Determinadas formas de hacerla. Falta reflexión. Los SMS no sustituyen las ideas. Sería sabio combinar las viejas formas con las nuevas. La gente lo pasa mal y siente que si el poder económico toma las decisiones nosotros no valemos para nada.
Su partido también relevó generacionalmente. Y ya ves cómo funcionan Pedro Sánchez y Susana Díaz. Es el relevo de la ilusión, no sólo de la generación.
¿Nota envejecido a este país? Será un país envejecido si finalmente gente bien preparada se tiene que ir. ¡Hay mucha vitalidad! O quizá lo veo así porque soy mediterránea. ¡Y hay muchos niños, fíjate la cantidad de gemelos que traen los padres!
Les ha nacido un adjetivo: la casta. Me indigna; no me gusta que me clasifiquen. Qué hemos hecho mal para que a la gente la parezca bien esa etiqueta. La autocrítica nos debe llevar a mejorar. Pero no la autoflagelación: te quita energía.
Conceptos que desarrolla en su último libro. Libertad. Conseguimos muchas libertades, contra esos avances están la ley de Seguridad Ciudadana, que los coarta, y el intento de reforma de la ley del aborto. Lo personal es político, y así ha de defenderse.
Buen humor. Hay bastante. Es un buen instrumento para poner barreras al pesimismo en determinadas situaciones.
¿Y el amor? Veo mucha gente contenta con sus amores, ¡y con sus amores diferentes! ¡Acuérdate de que aquí nuestra generación no se podía besar en público!
Pues la Iglesia aún mira de reojo a “los diferentes”. Como hace parte de la sociedad, víctima de una educación conservadora. La jerarquía sigue queriendo impartir una moral, una doble moral, restrictiva.
Los socialistas no rompieron el Concordato e iban con mantilla a ver al Papa... ¡Algunos! Ahora lo que más se aplaude en el PSOE es la laicidad.
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