Los @politicos están en mantillas
Las meteduras de pata de cargos públicos evidencian su inexperiencia digital Solo el 56% de los diputados tiene Twitter; un 15% ni siquiera facilita su e-mail
El diputado de UPyD Toni Cantó, con sus periódicas polémicas a cuenta de sus desinhibidos tuits, es el que se lleva la fama, pero otros también cardan la lana. En julio, el número dos de la Marca España, Juan Carlos Gafo, diplomático de carrera, escribió en su Twitter: “Catalanes de mierda. No se conforman con nada”, tras oír al público pitar al himno español en los Mundiales de Natación de Barcelona. Pese a su disculpa, dos días más tarde, su cese por el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, fue fulminante. Gafo es, por ahora, el primer responsable público que paga con su cargo su incontinencia digital. Pero mientras unos se pasan, otros no llegan. Por envarada, oficialista, sorda o muda, la presencia y la actividad de los políticos españoles en las redes sociales está, salvo excepciones, a años luz de los países más avanzados. No hay más que ver los perfiles de @marianorajoy y de @_rubalcaba_ para constatarlo.
Probablemente, Gafo, que no ha vuelto a tuitear desde el 21 de julio, no calibró el alcance de su exabrupto. Entonces, contaba con 40 seguidores. Pero alguno reparó en su condición de cargo público, lo retuiteó, y puso en circulación el virus que se lo llevó por delante. Cualquier tuit tiene un impacto potencial de, al menos, los cinco millones de usuarios de Twitter registrados en España, por no hablar de los de todo el mundo. Una masa crítica y alerta que no pasa nada por alto. Pero también una interesante muestra de la sociedad en la que hacer campaña. “El político del siglo XXI será 2.0 o no será”, ha llegado a escribir el politólogo Antoni Gutiérrez-Rubí sobre la importancia de la presencia activa de los líderes en las redes sociales.
Sin embargo, muchos están, o estuvieron inicialmente, por obligación. Así lo confiesa Eduardo Madina (@edumadina, 68.000 seguidores), diputado socialista de 37 años, que fue conminado, como todos los candidatos de su partido, a abrirse una cuenta en Twitter en vísperas de las elecciones de 2011. Desde entonces, le ha pillado el gusto, sin exagerar. “Lo uso más bien para escuchar a la gente. Es un instrumento para captar ideas, tendencias y propuestas. Tuiteo poco, pero cuando lo hago, me lo pienso. Puedo compartir música, o fotos, o reflexiones personales, pero no doy espectáculo, siento defraudar a la audiencia. Pensar antes de actuar es una buena cosa”, subraya, en alusión a los “calentones” de Gafo o Cantó.
Para evitarlos, Cristina Cifuentes (@ccifuentes, 42.700 seguidores), delegada del Gobierno en Madrid, evita “tuitear en días conflictivos” y cuenta “hasta 20” antes de enviar cada uno de los mensajes diarios que teclea en el iPad, el iPhone, o el iPad mini que recibió el 1 de julio por su 49 cumpleaños. Cifuentes es tuitera desde 2009. Se metió “por curiosidad”, cuando era vicepresidenta de la Asamblea de Madrid y empezó a tuitear los plenos. “Hasta mis compañeros me decían friki; que eso era perder el tiempo”. Hoy, cree que “estar accesible es una obligación del político” y considera Twitter una herramienta “casi obligatoria”. “Ahora que estamos tan denostados, es más necesario que nunca que el ciudadano pueda interactuar en un plano de igualdad con nosotros, seas el presidente del Gobierno o un concejal de pueblo”, añade.
La delegada sigue a casi 800 personas y, puede comprobarse, responde a buena parte de los tuits que recibe con notable desparpajo comparado con los plúmbeos mensajes de Rajoy o Rubalcaba, cuyas cuentas son gestionadas, según confiesan en su perfil, sobre todo por su equipo. “Comprendo que tengan asesores, pero mi Twitter lo escribo yo y, si no pudiera, lo dejaría, aunque no es sencillo encontrar ni el tiempo ni el equilibrio entre el tono institucional y el personal. Es una cuestión de sentido común”, subraya Cifuentes, no sin antes confesar alguna salida del tiesto digital.
El año pasado se enredó en una guerra de tuits con periodistas a propósito del uso o no de pelotas de goma por parte de la policía en una manifestación. Al final, los reporteros tenían razón y la delegada tuvo que rectificar. A lo que jamás contesta Cifuentes es al insulto. La delegada guarda —y muestra— en su tableta nueve carpetas de mensajes en la que tuiteros anónimos la vejan y amenazan salvajemente a ella y a su familia. En marzo, la dirigente socialista Elena Valenciano no soportó ese tipo de presión y decidió cerrar su cuenta en Twitter por las amenazas a sus hijos que recibía.
Escuchar a los tuiteros, aceptar sus críticas, interactuar y ser transparente son, según Luis Fernández Campo, consultor digital y militante de Ciutadans, algunas de las aptitudes y actitudes que debería acreditar un político en Twitter. “En España aún estamos en mantillas en el uso de redes sociales”, admite, “es una publicidad increíble y gratis. Un seguidor no es un voto, ni un retuit un apoyo, pero ayuda a crear simpatía. Es como una campaña continua”, explica.
“El nivel es mejorable, pero vamos aumentando en cantidad y calidad”, opina David Álvarez, experto en redes y asesor de políticos. Álvarez ha realizado un estudio según el cual el 56% de los diputados tiene cuenta de Twitter. Sin embargo, el 20% de ellos no la usa, y 52 señorías —el 15% del hemiciclo— ni siquiera facilitan un correo electrónico donde los ciudadanos puedan escribirles, algo inaudito en otros países. “Mucho riesgo, poco beneficio, la ecuación no les sale y muchos no quieren asumirla”, estima Carlos Fernández Guerra, community manager y responsable del éxito de @policia, la cuenta pública más seguida de España. “La opinión tuiteada influye en la opinión publicada y ésta en la pública. Y el círculo funciona”.
Al popular Borja Sémper, (@bsemper: 4.600 seguidores) de 37 años, presidente del partido en Guipúzcoa, el diputado que le pidió “explicaciones” a Rajoy sobre el caso Bárcenas, sí le salen las cuentas. Tuitero apasionado y divertido, Sémper gusta, incluso, de entrar en debate digital “con gente que discrepa, siempre que sea amable y respetuosa”, con un lenguaje fresco que contrasta con el tono oficialista de la mayoría. “Si te encorsetas, pierdes espontaneidad, y se nota”, comenta. “Estamos todos aprendiendo a comunicarnos de esta forma y hay gente brillantísima. A veces, hasta retuiteo críticas al PP que tienen toda la gracia.
Hay que desdramatizar la política, humanizarla, y la única línea roja es el respeto” opina. López Campos, Sémper y Cifuentes, han impartido cursillos de redes a sus mayores en sus partidos y estiman que la brecha generacional no coincide siempre con la digital. La diputada del PP en la Asamblea de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (@idiazayuso: 4.800 seguidores), responsable de la formación de los cargos populares madrileños, prefiere motivar antes que obligar a digitalizarse a los veteranos. “Es mejor invitarles a que trasteen y que encuentren su tono y su sitio. Las redes no son el futuro, son el presente, y ellos también”. Una opinión que comparte María González Veracruz (@mariagv: 15.813 seguidores), diputada por Murcia, responsable de redes sociales del PSOE, y la culpable de la inmersión en Twitter de Madina y del resto de cargos públicos socialistas. “El político del siglo XXI tiene que rendir cuentas, estar accesible y abierto a la crítica, la escucha y la respuesta en tiempo real”, declara la que se confiesa culpable del “enganche” tuitero de varios colegas. ¿Y Rubalcaba? “Es difícil, él no se engancha a nada, pero está atento y cada vez tuitea más”, le disculpa.
El alcalde socialista de Jun (Granada), José Antonio Rodríguez, @JoseantonioJun, llamado el alcalde tuitero por sus 215.000 seguidores; Albert Rivera (Ciutadans), @aribera; Ángeles Álvarez (PSOE), @AAlvarezAlvarez; Esteban González Pons (PP), @gonzalezpons; Joan Coscubiela (ICV), @jcoscu; Alberto Garzón (IU), @agarzon, son citados por los gurús como algunos de los mejores tuiteros del arco parlamentario. Aún les queda trecho para alcanzar a Obama, que convirtió su famoso “Four more years” en el tuit más retuiteado de la historia.
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