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Columna
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Cogobernanza, un término redundante

Si y a antes de la pandemia era evidente la necesidad de articular mecanismos de cooperación entre distintas administraciones, ahora, en medio de una crisis sanitaria, económica, social y política, este aspecto cobra especial trascendencia

Cristina Monge
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez interviene en la sesión de control al ejecutivo en el Congreso en Madrid este miércoles.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez interviene en la sesión de control al ejecutivo en el Congreso en Madrid este miércoles.Ballesteros (Europa Press)

El término gobernanza ha perfilado su significado con el paso del tiempo. Procedente del francés antiguo gouvernance, se introduce en la literatura inglesa en un primer momento como sinónimo de governing para aludir a los aspectos procesales de gobierno. Será en los siglos XVII y XVIII cuando la gouvernance comenzará a utilizarse para referirse al equilibrio entre el poder real y el parlamentario, y progresivamente se usará “gobierno” para referirse al viejo régimen jerárquico y centralizador, y se reservará “gobernanza” para aludir a la horizontalidad en la gestión del poder.

Desde los años setenta, el concepto de gobernanza ha transitado entre organizaciones internacionales, instituciones europeas y el interior de los Estados. Influido por la idea de que el Estado nación era demasiado grande para los pequeños problemas y demasiado pequeño para los grandes, el significado exacto que cada cual le ha dado ha ido cambiando en cada momento y en cada ámbito. De ser un constructo legitimador de las políticas neoliberales de algunas organizaciones internacionales a verse como un paradigma para dar cabida a la participación, la idea de gobernanza ha ido adaptándose a cada tiempo y lugar.

El Libro Blanco de la Gobernanza Europea de 2001 define la gobernanza como “las normas, procesos y comportamientos que influyen en el ejercicio de los poderes a nivel europeo, especialmente desde el punto de vista de la apertura, la participación, la responsabilidad, la eficacia y la coherencia”. Desde entonces las aportaciones teóricas han sido numerosas, si bien la mayoría coinciden en señalar como elementos centrales la interdependencia entre organizaciones basada en la cooperación y el acuerdo, lo que hoy se consideraría un compendio de los principios de buen gobierno.

Si ya antes de la pandemia era evidente la necesidad de articular mecanismos de cooperación entre distintas Administraciones, a lo que se aludía con la “gobernanza multinivel”, ahora, en medio de una crisis sanitaria, económica, social y política, este aspecto cobra especial trascendencia, especialmente en países descentralizados como el nuestro. La legislación que aprueba el Parlamento necesita para su aplicación del concurso de las comunidades autónomas y muchas veces de los municipios, las instituciones mejor valoradas por su cercanía y las peor tratadas en el equilibrio entre competencias y presupuesto.

A esto hay que añadir que, tras el desastre, la recuperación requerirá acuerdos con los agentes sociales, la comunidad educativa, la sociedad civil organizada, los centros de innovación y de pensamiento... De esto va la gobernanza, de incluir a todos. Por eso el prefijo co no deja de ser una redundancia que muestra cuanto esconde: la evidencia de que, hasta el momento, más que de gobernanza, en España hay que hablar de un Gobierno en su sentido más monolítico y solitario. Una forma de ejercer el poder problemática y arriesgada, ya que incluso el mando único, para ser eficiente y eficaz, precisa de la cooperación de todos. Es decir, de una buena gobernanza.

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Sobre la firma

Cristina Monge
Imparte clases de sociología en la Universidad de Zaragoza e investiga los retos de la calidad de la democracia y la gobernanza para la transición ecológica. Analista política en EL PAÍS, es autora, entre otros, de 15M: Un movimiento político para democratizar la sociedad y co-editora de la colección “Más cultura política, más democracia”.

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