Sheinbaum, un guion para las mañaneras
‘Diario de una transición histórica’ la ópera prima de la presidenta, un debut político que despierta genuino interés


El libro de la presidenta Claudia Sheinbaum es un tanto inclasificable. Como memoria, es flaco en anécdotas. Como ideario, un ramillete desaliñado y muy visto. Diario se autonombra, mas cuando la/el lector saborea la posibilidad de asomarse a lo que ese género suele premiar, la inédita reflexión de eventos públicos, el destilado en primera persona de una protagonista, la autora es poco generosa al respecto.
Diario de una transición histórica vio la luz hace días. Planeta publica a Claudia Sheinbaum Pardo su ópera prima, un debut político que despierta genuino interés. En una era de máxima publicidad 24X7, “qué no vimos hace un año, qué no sabemos, qué quiere decir la presidenta” resultan un indiscutible gancho de ventas.
Quien haya seguido con imparcialidad el meteórico despegue de Sheinbaum tiene que conceder cuánto ha embarnecido políticamente en solo un decenio. Siendo la misma es muy distinta la Claudia de 2025 a esa que hace dos lustros se volvió alcaldesa de Tlalpan.
Ese crecimiento se dio al amparo de quien ha sido su líder durante todo el siglo. Como es sabido y en el libro se vuelve a contar, López Obrador invitó en 2000 a Sheinbaum, sin conocerla, para que como su secretaria de medio ambiente bajara la contaminación capitalina.
No hace falta abundar en lo ocurrido desde ese café en el Sanborns de San Ángel. Claudia se convirtió lo mismo en ejecutora de proyectos en el DF que en guerrera de primera línea de labores electorales en el país. Y de 2018 en la delfina que se haría acreedora del destape.
En el papel, el libro era una buena idea. Un relato de quien a pulso se ganó la confianza del obradorismo para imponerse con un volumen histórico de votos el 2 de junio. Una crónica de la gira que presidente saliente y entrante hicieron por meses. Noticias del país que recibía.
La obra se queda muy corta. En términos prácticos, la mitad del volumen son documentos conocidos. Discursos de AMLO, discursos de ella, y una selección de fotografías de cosas publicadas. Un reporte tipo entrega recepción que, es cierto, ahorrará tiempo a futuros historiadores al buscar las palabras de la presidenta al asumir el cargo, por ejemplo.
Luego están algunas entradas por día de las giras que AMLO y Sheinbaum emprendieron a imposición de él. Mandatario hasta el último segundo, Andrés Manuel le marcó la agenda de los fines de semana de la transición. Por ello, un libro así habría sido oportuno.
La autora podría mostrar en páginas qué hizo de eso que no pidió, cómo ha de ser reelaborada en público la noción de que aquello fue un AMLO-Fest donde ella ayudó a consolidar la gira del adiós del expresidente, cómo ha de recontarse la historia de esa transición.
Sheinbaum opta por una apuesta arriesgada. Leída el año pasado, la narración donde ella ensalza prácticamente a cada paso la figura del exmandatario podría entenderse como una cariñosa despedida; leída en el mes trece de su presidencia parece nostalgia excesiva.
Andrés Manuel escribía para que todos sus seguidores, y sus detractores, supieran qué quería, y cómo lo pretendía ejecutar. Claudia escribe para decirle a México que ella quiere lo que López Obrador quiera. Algunos verán en eso una virtud, otros un signo de debilidad.
Independientemente de cuál sea la acogida sobre lo que a la postre es un libro de ella para él, lo cierto es que este saque literario tiene que ser interpretado como una operación política de afirmación frente al obradorismo de ayer, volumen de una vicaria amarrando el legado.
Si el libro más que de interés periodístico o histórico pretende fundamentalmente insuflar a la grey guinda para recordarles que la heredera hoy es ella, y el pueblo de México, como se cuida Claudia de matizar, veremos cuánto del movimiento abraza el intento.
Porque si una cosa deja clara Sheinbaum en su texto es la capitulación formal de la promesa de gobernar para todos. En varios pasajes se refiere a actores no obradoristas con términos como los siguientes: “Lo cierto es que el humanismo y la ética de AMLO contrastan con la miseria humana de algunos medios o dirigentes de oposición”. Llega incluso a decir que en el marco de la tragedia guerrerense por Otis la oposición “intentó obstaculizar la llegada de la ayuda”.
En ese tenor, la presidenta constitucional de México y comandanta suprema de las fuerzas armadas asegura que en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto se combatió a la delincuencia con permiso para ejecuciones extrajudiciales: “una estrategia basada en la acción extrajudicial, es decir al margen de la ley, que ordenaba la muerte de presuntos delincuentes sin llevarlos a juicio”. Grave aseveración que ameritaría pruebas, y en su caso enjuiciamiento de quienes así hayan actuado. Seguramente que en la próxima mañanera a la que acuda, alguien preguntará al secretario de Seguridad Omar García Harfuch, formado en los cuerpos policiacos de los sexenios mencionados, qué supo de esa guerra sucia tipo dictadura latinoamericana en la que sus compañeros, según la presidenta, recibían tales órdenes.
Diario de una transición histórica confirma, por otra parte, varias de las claves del sexenio claudista. Retoma y actualiza la nostalgia estatista del fundador de Morena, perpetúa la deriva militarista en obras públicas y llama a radicalizarse: nada de “progres buena ondita”.
Es también, a la AMLO, bombástica cuando habla de los vestigios arqueológicos recogidos al paso de las obras del Tren Maya o de las raíces indígenas del pueblo mexicano; o de la presunta unicidad cósmica del mismo y de las bellezas naturales del país.
Hay que conceder, sin regateo, que una obra así enfrentaba un reto no menor. Cada palabra que por escrito diga Claudia Sheinbaum de sus charlas con Andrés Manuel en los recorridos podría no favorecerle, para empezar, a la hora de intentar el control del obradorismo.
Esa discreción política, estratégica o porque lo hablado no es publicable, se convierte en un cepo literario. La autora termina dando apenas pincelazos de esos meses intensos, de un diálogo que suponemos clave para el retiro de AMLO y la vigencia de ella.
De una manera muy humana, la presidenta confiesa sentimientos encontrados a finales de septiembre, a horas de recibir ella la banda presidencial: “Los días se vuelven más melancólicos, una parte de mí desearía que no terminaran nunca”.
Requiere valentía en política decir tal cosa. Cierto también es que esas palabras tienen un marco donde de alguna forma la autora compromete al expresidente: “Se necesita mucho sentido de la historia para tomar la decisión de retirarse de la vida pública después de ser una dirigente tan importante y querido”, dice Sheinbaum en un apunte de septiembre. Antes, en agosto, había escrito: “en cada acto, se fue despidiendo del pueblo poco a poco, convenciéndose a sí mismo —y también a quienes nos toca dar continuidad a la transformación— de que dejaba la vida pública”.
Valiente es también publicar un libro desde el centro del régimen cuando el fundador es tan prolífico como exitoso en sus volúmenes. La obra del tabasqueño fue durante al menos dos décadas la hoja de ruta de millones. ¿Hay espacio en esa parcela con dueño para una nueva voz, así sea la más leal y hasta ahora una de las pocas que en el círculo cercano al líder puede presumir la ausencia de escándalos?
El tiempo dirá si el libro de Sheinbaum se convertirá en un fenómeno literario o —no excluyente y quizá más importante— en un agregado clave del nuevo obradorismo. O, por el contrario, si estamos ante algo que es poco más que una mañanera de la presidenta.
Llamar mañanera al volumen no es despectivo. Al final, las de él eran muy similares a lo que luego escribía en sus libros; y viceversa: un ejercicio de autoafirmación sectaria, palabras pródigas en elogios a los de casa y en denuestos con los de fuera. Ahora, gracias a la dedicación de Sheinbaum circula este nuevo guion del supuesto renacer de México, así haya quedado a deber en revelaciones o reflexiones.
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