Resonancias latinoamericanas
Ahora que parece que nos asomamos al inicio del fin de la Pax Americana, el eco lejano de la lucha bipolar durante la Guerra Fría parece ahora resucitar al calor de la guerra comercial y arancelaria

Es un viejo saber que toda crisis puede ser también una oportunidad. La agresiva, proteccionista y aspiracionalmente aislacionista visión internacional de Donald Trump, amenaza de manera singular y exponencialmente a la frágil estabilidad institucional de la región más desigual del planeta: América Latina. Ahora que parece que nos asomamos al inicio del fin de la Pax Americana que había prevalecido en el bloque occidental, tras la Segunda Guerra Mundial, el eco lejano de la lucha bipolar durante la Guerra Fría, parece ahora resucitar al calor de la guerra comercial y arancelaria que la potencia norteamericana ha declarado a buena parte de las potencias económicas del planeta, singularmente a China y la Unión Europea, y amenaza a sus vecinos continentales con colocarles ante el dilema de conmigo o contra mí.
En este contexto, es especialmente feliz e ilustrativa la aparición de los Cuadernos para la historia de América Latina (1750-2008) de John Womack Jr., que acaban de editar el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y la Fundación Ortega-Marañón (FOM), y que recogen el saber que Womack transmitió durante más de cuarenta años de magisterio. Para aproximarse a la dispar realidad latinoamericana, el celebrado biógrafo del revolucionario Zapata emplea dos ejes transversales que subyacen la magna obra: uno estructural y otro analítico.
Por un lado, la geografía, en el amplio sentido del término. Condicionada por su ubicación, extensión y aislamiento de otros continentes, así como por sus cadenas montañosas, sus amplias llanuras y praderas, su riqueza mineral, sus bosques, la potencia hidráulica de sus ríos y el imperativo ímpetu de su diversidad climática (con la especial incidencia que lluvias y vientos tienen en algunas de sus regiones), la realidad y el acontecer del continente americano se muestran condicionadas por la geografía. Latitud y altitud son, de este modo, factores decisivos en todos los procesos históricos que Womack disecciona con precisión de cirujano.
Por otro lado, y siempre contextualizando la realidad latinoamericana en las dinámicas de la política internacional de cada tiempo, Womack se reivindica como un historiador clásico frente a la visión posmoderna de la historia; aquella que sostienen que ésta nada puede explicar sino que, únicamente, solo puede aspirar a desvelar signos del pasado. En un memorable anexo, el formidable maestro de historiadores esgrime explícitamente el método, la función y la virtud comprensiva de la disciplina histórica como intérprete de un pasado complejo, perplejizante, “roto, heterogéneo, contingente, de modo que toda la realidad en el tiempo es dialécticamente continua, cambiante e irreversible”.
A lo largo de las más de 700 páginas que recorren los últimos dos siglos y medio latinoamericanos de manera estupefaciente, Womack emplea cuatro temas como claves de bóveda para el análisis del desarrollo histórico de la región: poder, justicia, progreso y seguridad. Para enhebrar cómo evolucionaron esos cuatro grandes ejes interpretativos distingue otros tantos procesos en transición a lo largo de toda la contemporaneidad, a saber: primero, la ruptura gradual de una sociedad feudal, de castas llegará a señalar el propio Womack, condicionada por la estructura agraria heredada de la colonia y sus mecanismos de poder a lo largo de tres siglos que va a evolucionar hacia una sociedad que, fruto de esa inercia, verá como, por un lado, sus espacios urbanos estarán condicionados por luchas de poder de todo orden y, por otro, en el ámbito rural, básicamente verá aflorar una sociedad articulada en torno a terratenientes y campesinos hasta bien entrado el siglo XX. Segundo, la paulatina abolición de la esclavitud en los diferentes sistemas legales y las nuevas formas que esta adopta en la realidad del mercado de trabajo del último siglo y medio. Tercero, la evolución de la estructura jurídica de la tierra y su función como herramienta esencial para precipitar algunos de los capítulos (revolucionarios o no) de la historia latinoamericana. Y, en fin, la paulatina irrupción e implosión de las dinámicas de mercado nacional e internacional inherentes al capitalismo contemporáneo.
Más allá de todas las disfuncionalidades consustanciales a todos esos procesos cuya extrema complejidad Womack disecciona con pasmosa sencillez, el historiador distingue dos grandes etapas (cuya cesura es la Gran Guerra) en cuyo seno se pueden divisar diferentes realidades cronológicas. Entre 1750-1810 se delinean, de este modo, las descomposiciones de los imperios español y portugués al calor de la guerra por el dominio internacional que libran Francia e Inglaterra. Entre 1810-1825, el colapso de los imperios tras la derrota napoleónica hace emerger las nuevas naciones latinoamericanas, sin identidades precisas y con debilidades institucionales endémicas alimentadas por las luchas entre centralistas y federalistas que condicionarían buena parte del siglo XIX. Entre 1825-1850, al calor de esas luchas, los Caudillos regionales tratan de hacerse con el poder de las capitales esbozándose, más allá de singulares excepciones, un rudimentario nacionalismo liberal que terminará por ir cuajando entre 1850-1880, cuando diferentes procesos económicos vinculados a la incipiente realidad industrial y empresarial apuntalaron la institucionalidad latinoamericana. Se abrirá entonces una etapa donde América Latina se dibuja como promesa incumplida, con una pulsión que hacía aparecer su realidad como una de las protagonistas del mundo extraeuropeo que se anunció a finales del siglo XIX con las victorias de Japón sobre Rusia y China y el despertar de los Estados Unidos como gran potencia.
Lo que se desprende de este metarrelato latinoamericano es que aquella posibilidad se quebró ante la ausencia de compromiso por parte de las oligarquías económicas con el desarrollo político e institucional de los diferentes países entre 1914 y 1929. Ese fue el magma que hizo sucumbir la fragilidad latinoamericana tras el crash, cuando el proteccionismo nacionalista imperante llevó a la destrucción del germinal sistema de cooperación internacional en los años treinta del siglo pasado.
Entonces y después, la historia es bien conocida. Revoluciones y dictaduras de uno y otro signo, salpicados de algunos de los crímenes de Estado más horrendos a los que haya asistido la humanidad, se alternaron con pequeños e inestables periodos democráticos, habitualmente frustrados por golpes de Estado a lo largo de buena parte del corto siglo XX, por decirlo con Hobsbawm. Luego, el declive y la deuda latinoamericana de los ochenta, que dio paso al espejismo democrático y de crecimiento económico del momento finisecular. Un avance en lo macro que, sin embargo, abonó la desigualdad que socavó definitivamente las democracias que, como es bien sabido, han sido pasto de las tentaciones populistas de uno y otro signo ante la ausencia secular de respuestas que los diferentes sistemas políticos no supieron dar a sus sociedades. En todo ese proceso que viene desde la Segunda Guerra Mundial, donde militaristas y revolucionarios se disputan el poder latinoamericano, para Womack hay dos factores decantadores de la historia latinoamericana en torno a 1960: la Revolución cubana y la teología de la liberación.
En definitiva, un libro apasionante que, superando la clásica interpretación sustentada sobre los protagonistas políticos, hace hincapié en la biografía y circunstancia de una serie de empresarios y dirigentes sociales que devendrían en esenciales para el Continente. Una obra esencial que rompe con muchos de los estereotipos que, a veces, se escuchan sobre la historia y la realidad latinoamericana y que explica de manera radical, esto es, de raíz, el origen de la brutal injusticia social que hoy, en el último capítulo de esta historia aún por escribir, clama por mayor seguridad y progreso. Una realidad, en definitiva, como muestra Womack en esta obra magna, llena de resonancias en nuestros días.
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