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China
Columna
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La economía china y la expansión de los BRICS

El posible fin de la acelerada expansión económica de China es un fenómeno que puede tener enormes implicaciones para el mundo

El presidente de China, Xi Jinping, habla en una mesa redonda durante la cumbre de líderes del bloque BRICS, el 24 de agosto de 2023.
El presidente de China, Xi Jinping, habla en una mesa redonda durante la cumbre de líderes del bloque BRICS, el 24 de agosto de 2023.ALET PRETORIUS / POOL (EFE)

En las últimas semanas han aparecido los primeros indicios de un fenómeno que podría tener enormes implicaciones para la economía mundial: el posible fin de la acelerada expansión económica de China. Para nadie es un secreto que uno de los motores más importantes de la actividad económica mundial en las últimas décadas ha sido el ascenso de China en el orden económico global. Las enormes tasas de crecimiento de China de los últimos años han arrastrado a toda la economía mundial en su conjunto debido al tamaño e importancia de ese país.

Ahora, sin embargo, las primeras señales de una importante desaceleración económica han comenzado a aflorar. La inversión extranjera casi se ha detenido en los meses recientes. La contrapartida del nearshoring que tanto se ha celebrado en algunos países de América Latina ha sido el creciente desinterés en invertir en China o de plano la salida de empresas ya establecidas en ese país. Esta situación, combinada con tendencias demográficas preocupantes (bajas tasas de natalidad, desequilibrios de género, bajas tasas de nupcialidad, etc.), eventualmente podrían llevar a un colapso del crecimiento económico con consecuencias económicas, políticas y sociales muy difíciles de prever.

Además de lo anterior, hay otros temores que afectan a la economía china: muchos sectores económicos están altamente endeudados; algunas de las grandes empresas constructoras están muy apalancadas y enfrentan riesgos inminentes de quiebra; la amenaza de la deflación está latente (de hecho, ya en julio de este año se tuvo una caída en los precios en su comparación anual); las tasas de desempleo juvenil están por encima del 20% y la oficina de estadísticas de China ha anunciado que dejará de publicar estas cifras por cuestiones metodológicas, un eufemismo que es considerado como un intento de ocultar una realidad indeseable.

Así, varios de los elementos que hoy caracterizan a la economía de China son reminiscentes de lo que ocurrió en Japón o en otros países asiáticos hace algunos años. El rápido crecimiento económico basado en una fuerte acumulación de capital, sin que necesariamente vaya acompañado de aumentos en la productividad o en crecimientos equivalentes en el consumo, tarde o temprano se enfrenta a sus propios límites.

En parte por estas preocupaciones, pero también motivada por cuestiones geopolíticas, China está buscando ampliar en forma acelerada la esfera de sus relaciones económicas, financieras y políticas con otros países. Es en este contexto en el que se debe entender el interés de China por incrementar su influencia en otros países a través de la expansión del grupo conocido como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Este grupo recientemente sostuvo su cumbre anual en Sudáfrica y, al término de esta, anunció la inclusión de 6 nuevos países miembros en la organización: Argentina, Irán, Etiopía, Egipto, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.

Es evidente que la expansión del grupo favorece la posición geopolítica de Rusia y China. En el caso de Rusia es un intento claro por reducir su aislamiento internacional, el cual se ha visto recrudecido a partir de la invasión a Ucrania. Para China es una expansión de su influencia en distintas dimensiones. Los nuevos países miembros, por su parte, buscan beneficiarse de un mayor acceso a financiamiento (como en el caso de Argentina, Etiopía o Egipto) o bien de tratar de establecer una cierta independencia de los Estados Unidos (como en el caso de los países petroleros).

El grupo ampliado de los BRICS consiste en una extraña mezcla de países cada vez más heterogénea, que combina un buen número de regímenes autoritarios con algunos cuantos regímenes democráticos, los cuales tienen objetivos muchas veces contrastantes. Se dice que hay decenas de otros países emergentes o en desarrollo buscando afiliarse a esta agrupación, lo que se ha planteado como un intento de los países del llamado sur global por buscar formar un contrapeso de otras organizaciones en las que no participan (como el G-7, por ejemplo). Esto último resulta un argumento un tanto extraño considerando que los cinco países que dan lugar al acrónimo de BRICS ya forman parte del G-20 y que otros 2 de los nuevos miembros también participan en dicha agrupación.

En cualquier caso, para muchos países en desarrollo la existencia de una agrupación con abundantes recursos económicos y dispuesta a incrementar su influencia global, se les presenta como una alternativa política y económicamente atractiva. Así, el discurso que plantea la necesidad de buscar un orden económico más justo e incluyente, que busca reducir la influencia del dólar en el comercio mundial y que plantea críticas al rol de las instituciones financieras multilaterales que prestan recursos económicos sujetos a ciertas condicionalidades, resulta un canto de las sirenas irresistible para muchos países y gobiernos que se consideran afectados, olvidados o menospreciados por el actual orden económico internacional.

En el caso de México, afortunadamente no hemos caído en la pretensión de acercarnos demasiado a un grupo como este que, bajo un aparente discurso de desarrollo e inclusión, en realidad solo pretende empujar la agenda política y económica de regímenes con los que no necesariamente compartimos objetivos o valores. Para México, su estrecha relación económica (y no sólo geográfica) con Norteamérica no debería ponerse en riesgo mediante un acercamiento innecesario con los BRICS. Si bien no son nuestros adversarios, debemos tener claro que nosotros, a diferencia de Brasil y Argentina, estamos en una situación económica distinta y hemos optado por una vía de inserción económica mundial en la que tendríamos mucho más que perder que ganar si optáramos por acercarnos a dicha agrupación.

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