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Huapango alternativo y pop en náhuatl se viralizan en TikTok

Dos jóvenes artistas están empujando la música mexicana hacia nuevos territorios: Misha González fusiona huapango y trap para responder a una generación “ávida de identidad” y Azalea Báalam utiliza el pop para revitalizar las lenguas originarias

Paola Alín

La música mexicana vive un momento de gloria global. Nombres como Peso Pluma, Grupo Frontera o Xavi dominan las listas internacionales. Pero más allá de ese estruendo mediático, ocurre otra revolución silenciosa. Esta transformación profunda está en el trabajo de dos artistas que están empujando los límites hacia nuevos territorios: Misha González (Ciudad de México, 2003), quien en su nuevo EP fusiona el huapango con el trap; y Azalea Báalam (Yucatán, 1993), que hace música pop en lenguas originarias como el náhuatl y el maya.

La búsqueda de identidad como motor creativo

El viaje musical de Misha González es un reflejo de un anhelo generacional. En entrevista con EL PAÍS, opina que los jóvenes en México están “ávidos de identidad” y por eso han comenzado a cansarse del “mainstream anglosajón”. Por eso, para él, que los corridos se estén convirtiendo en el “nuevo pop” evidencia un desplazamiento del epicentro cultural hacia las narrativas locales.

Su búsqueda interna tomó forma cuando, desde su disquera, lo desafiaron a crear música que realmente lo representara. Ese impulso funcionó como una luz verde para incorporar por fin los sonidos folclóricos que admiraba desde hacía tiempo. El resultado fue decisivo en su EP más reciente, La Visión (2025), donde su inclinación por el trap y la música urbana se encuentran en un diálogo con las cuerdas y los ritmos del huapango, especialmente en el sencillo No m siento como llo, una canción que en TikTok ha encontrado un espacio de viralización.

Al adentrarse en un género con tanta historia como el huapango, Misha se ha topado con la delgada línea que separa el homenaje o la reinvención de la apropiación cultural. Para él, la clave está en la intención. “Antes de hacerlo, me interesé por la historia (del huapango)”, agrega. Tras trabajar con un loop digital, Misha decidió buscar a un jaranista para grabar una jarana real (instrumento musical de cuerda similar a una guitarra pequeña). Durante esa sesión descubrió también la quijada de burro, una percusión tradicional cuyo traqueteo orgánico añadió una textura que no había previsto. A ello se suma su decisión de mantener el tempo característico de 6/8, que evoca la sensación de “ir cabalgando”, un pulso esencial del huapango.

En No m siento como llo, busca reinterpretar una tradición para darle “una nueva vida”. “Siento que si una cultura o una tradición no se reinterpreta a contextos actuales, está destinada a morir”, explica.

El pop abre un nuevo camino para las lenguas indígenas

La historia de Azalea Báalam nace de una ausencia. Su principal motivación para hacer música pop en lenguas originarias fue, precisamente, por ser parte del “porcentaje de mexicanos que no aprendió su lengua materna”. En su caso era el maya, heredado de su padre, cuenta a este periódico. Esta desconexión la llevó a tomar la decisión consciente de aprender no solo maya, sino también náhuatl, como un acto para reconectar con sus raíces.

Llevar las lenguas originarias a géneros de consumo masivo como el pop no es únicamente innovación musical, sino un poderoso ejercicio de reivindicación y visibilidad que desafía la hegemonía del español y el inglés en la industria. México cuenta con 68 lenguas indígenas y alrededor de 364 variantes, de acuerdo con el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI). No obstante, el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe señala que el país ha perdido cerca del 40% de sus hablantes . La Unesco también ha advertido que casi la mitad de las lenguas del mundo podrían desaparecer a finales de este siglo, principalmente las indígenas.

Azalea define su disco Kualli Páax (Buen día) con tres palabras: “Pop divertido, fresco y único”. Su proceso creativo no consiste en traducir letras, sino en aprovechar las características intrínsecas de cada idioma para componer. Un ejemplo claro es cómo utiliza el náhuatl, una lengua que le permite “aglutinar palabras” para crear juegos sonoros y frases compactas que no funcionarían de la misma manera en español.

Como una de las voces que impulsa el pop en lenguas originarias, Azalea Báalam ha tenido que construir su audiencia desde cero. Es un proceso complejo en una industria donde los números suelen definir las oportunidades. Aun así, encuentra apoyo en la comunidad dedicada a la revitalización lingüística —como los músicos que hacen rap en totonaco, mazateca, mixe o mazahua—, un espacio que describe como solidario y sin “malas vibras”, fundamental para quienes trabajan en un territorio todavía poco explorado.

Igual que Misha, Azalea Báalam ha encontrado en TikTok una audiencia para su música. Ella opina que se debe a que la plataforma “muestra a gente que no te conoce, que no te sigue”, permitiendo que proyectos únicos como el suyo lleguen a personas que de otro modo nunca lo habrían encontrado.

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Sobre la firma

Paola Alín
Es editora SEO y periodista en EL PAÍS México y América. Antes fue editora de Malvestida, un medio dedicado a la diversidad, el género y la cultura pop. Es coautora del libro 'Existir Suavecito' (Editorial Planeta, 2024). Ha trabajado en medios como CNN, Animal Político, HuffPost y la revista Chilango.
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