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Francisco I. Madero, el político espiritista que encendió la chispa de la Revolución mexicana

Los ideales liberales del dirigente marcaron su breve pero importante trayectoria al frente del conflicto armado

Sara González

Francisco Ignacio Madero González es recordado como uno de los líderes que desafió al régimen de Porfirio Díaz y encendió la chispa de la Revolución mexicana. Su vida estuvo guiada por su pensamiento liberal y una fuerte convicción democrática, pero también por su práctica del espiritismo y por decisiones que lo llevaron a enfrentarse a problemas que marcaron su breve administración presidencial. El político nació el 30 de octubre de 1873 en Parras de la Fuente, en el estado de Coahuila. Su linaje viene de una familia de hacendados con importantes posiciones en el poder, entre ellos, su abuelo Evaristo Madero Elizondo, quien fue gobernador de Coahuila entre 1880 y 1884. Desde ese entonces, la familia Madero tuvo algunas diferencias con Porfirio Díaz, que se encaminaba a su tercer mandato como presidente de México.

Gracias a su posición acomodada, Francisco I. Madero pudo estudiar en reconocidas instituciones en Estados Unidos y Francia. Durante su estancia en el extranjero, se involucró en círculos sociales que seguían la doctrina espiritista de Allan Kardec. En las sesiones actuaba como médium escribiente, registrando los mensajes que decía recibir mientras se encontraba en trance. Según distintos relatos y textos, uno de los espíritus que lo visitaban era el de su hermano Raúl, quien había fallecido en un trágico accidente cuando era niño. “Estas comunicaciones me hicieron comprender a fondo la filosofía espiritista y, sobre todo, su parte moral, y como en lo íntimo me hablaban con gran claridad de los invisibles que se comunicaban conmigo, lograron transformarme, y de un joven libertino e inútil para la sociedad, han hecho de mí un hombre de familia, honrado, que se preocupa por el bien de la patria y que tiende a servirla en la medida de sus fuerzas”, escribió Madero en sus memorias.

A su regreso a México para administrar una de las propiedades de su padre, comenzó a participar de manera más activa en la vida política. En Coahuila, promovió movimientos opositores que cuestionaban la reelección y los fraudes electorales arraigados en la política local. Además, se vinculó con la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano y contribuyó económicamente a la publicación del periódico Regeneración, aunque las diferencias ideológicas con los hermanos Flores Magón hicieron que eventualmente siguiera su camino.

En 1908, publicó La sucesión presidencial de 1910, donde propuso instaurar elecciones democráticas, establecer la rotación en los cargos públicos y fortalecer organizaciones políticas capaces de convocar a comicios libres. Al año siguiente fundó el Partido Nacional Antirreeleccionista, con el que se postuló a la presidencia de México. Su creciente popularidad lo puso bajo la mira del régimen porfirista y fue detenido en vísperas de las elecciones, acusado de un conato de rebelión y ultraje a las autoridades. Tras recuperar su libertad promulgó el Plan de San Luis, con el que llamó al pueblo a levantarse en armas, aunque tuvieron que pasar varios meses antes de que el movimiento adquiriera la fuerza suficiente para precipitar la renuncia de Díaz.

Madero asumió la presidencia el 6 de noviembre de 1911, tras ganar los comicios de ese año. Sin embargo, su falta de experiencia política pronto le generó serias dificultades. Su lentitud para tomar decisiones, las rebeliones que estallaron en distintas regiones por parte de revolucionarios inconformes con los acuerdos, la escasa lealtad de las fuerzas militares y las constantes críticas de la prensa —que incluso ridiculizaba sus creencias espiritistas— debilitaron rápidamente su gobierno. Tras el golpe de Estado orquestado por Victoriano Huerta, Francisco I. Madero fue obligado a renunciar a la presidencia en febrero de 1913 bajo la promesa de que se le permitiría exiliarse en Cuba. Sin embargo, esa garantía nunca se cumplió y pocos días después, el 22 de febrero, Madero y su vicepresidente, José María Pino Suárez, fueron asesinados mientras se encontraban bajo custodia del régimen huertista.

Aunque su gobierno fue corto, los ideales de Madero abrieron un camino que transformó para siempre la vida política del país, ya que su apuesta por la democracia y la participación ciudadana se convirtió en uno de los cimientos más duraderos de la Revolución mexicana.

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Sobre la firma

Sara González
Es editora SEO y periodista de EL PAÍS América. Antes trabajó en Grupo Reforma y Televisa. Es originaria de Monterrey, Nuevo León, y vive en Ciudad de México desde 2019.
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