El combate a la corrupción de Sheinbaum: un problema de termitas en el primer piso de la Transformación
El Gobierno se juega una parte sustancial de su prestigio político en la resolución de los casos de corrupción gestados durante el sexenio pasado


El sexenio de Claudia Sheinbaum, que se autodefine como el Segundo Piso de la Cuarta Transformación, tiene un problema de termitas en su primera planta. Su antecesor y mentor, Andrés Manuel López Obrador, decretó repetidas veces el fin de la corrupción, pero sus vaticinios quedaron lejos de cumplirse. Durante su período, el contrabando de combustible creció hasta un desfalco fiscal de proporciones épicas, y Adán Augusto López Hernández, el político al que el expresidente llamaba hermano, resultó tener un super policía que lideró una banda criminal. Casos que se han hecho notorios durante el primer año de Sheinbaum, que no ha titubeado a la hora de encararlos, pero que la someten a una diatriba de proporciones aún desconocidas: a medida que el rango de las investigaciones se amplía, la posibilidad de incomodar a la gran figura del pasado es más tangible.
Dos casos enormes de corrupción han golpeado el inicio del curso político mexicano, coincidente con el primer aniversario de Claudia Sheinbaum como presidenta de México: la trama de contrabando de gasolina en las aduanas comandada por altos rangos de la Secretaría de Marina y la detención en Paraguay y posterior expulsió a México de Hernán Bermúdez, ex secretario de Seguridad de Tabasco, que acabó como cabeza de una organización criminal. A ello se suman varios pequeños golpes, como las compras de medicamentos, una diputada de Morena acusada de blanquear dinero, que también vienen del gobierno anterior.
“La presidenta ha tenido un inicio de año difícil en términos de lucha contra la corrupción, en buena medida porque ha tenido que lidiar con la herencia del sexenio pasado”, dice Carlos Bravo Regidor, analista político. Bravo Regidor apunta a que López Obrador, que anuló a instituciones clave en el descubrimiento de anteriores casos de corrupción como la Auditoría Superior de la Federación o el Instituto Nacional de Transparencia y uso a discreción la figura de seguridad nacional para blindar sus proyectos, creó un ambiente propicio para que se gestaran tramas de corrupción.
Los dos grandes casos que se perciben ahora (y parte de los pequeños) comenzaron y se desarrollaron durante el sexenio del predecesor y mentor de Claudia Sheinbaum. La trama del huachicol fiscal comenzó al menos desde 2023 y los líderes eran sobrinos políticos del secretario de Marina de López Obrador; el super policía Hernán Bermúdez Requena, que transmutó en un hampón apodado Comandante H, fue designado secretario de Seguridad de Tabasco en 2019 por Adán Augusto López, hombre fuerte de López Obrador.
Esto, combinado con varias de las declaraciones del propio López Obrador sobre la corrupción—principalmente la de “nada se hace sin que lo sepa el presidente”—, ha servido a la menguada oposición para tratar de ligar a López Obrador y sus hijos con estas tramas; mientras el Gobierno acusa que estos dichos son pura politiquería sin sustento.
“Claudia Sheinbaum está en una posición muy incómoda, ya que aunque esto no pasó en su Gobierno, ella tiene que dar la cara”, razona Regidor. Para el analista, la presidenta ha hecho una estrategia muy inteligente: apropiarse de la narrativa. “Ve que sus rivales tienen un martillo y lo que hace es, en vez de prepararse para los golpes, se lo quita y se pega a sí misma, solo que donde menos duele”, describe, pero apunta a que no ha visto nada que le haga pensar que la presidenta vaya a llegar al fondo de los dos casos.
Más positivo es Sandro García-Rojas Castillo, abogado y consultor en temas de crimen organizado y lavado de dinero. “Me parece que es un inicio de sexenio diferente al anterior, lo acontecido en últimas fechas, respecto a revelar sin empacho una red de corrupción en torno al tema del huachicol fiscal es una clara muestra de que la presidenta trae una firme intención de ir hacia delante con ese tema”, explica.
Esta conspiración criminal tenía como cabezas a Manuel Roberto y a Fernando Farías Laguna, marinos de alto rango y sobrinos políticos de José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina de 2018 a 2024, usaban su influencia para poner a gente de su confianza en puestos clave de aduanas para operar una red de contrabando. Desde el anuncio de sus detenciones, el Gobierno ha tratado de cavar un cortafuegos entre Ojeda Durán y sus sobrinos, alegando sin mucha coherencia en las fechas y los hechos, que el entonces secretario de Marina había denunciado la corrupción en las aduanas. Fuentes cercanas a la Marina describen su relación como de casi hijos y como prueba aportan su vertiginoso en el escalafón militar una vez que su tío llegó a la cúspide.
“No creo que la presidenta solo esté administrando los casos, es muy pronto para decirlo”, argumenta García-Rojas, “si estuviéramos en el tercer año de Gobierno y no hubiera resultados, de acuerdo; pero estos son los primeros meses, demos un voto de confianza”. Opina que, una vez expuestos los dos casos, hay que esperar a la reacción y acción de las autoridades que persiguen y previenen los delitos de corrupción.
El caso del policía convertido en jefe criminal es el más sensible políticamente. No solo se vincula directamente con Adán Augusto López Hernández, hombre fuerte de López Obrador y jefe de senadores de Morena, sino que rima con el monstruo primigenio de los seguidores de Obrador: el expresidente Felipe Calderón. Su súper policía, Genaro García Luna, fue condenado en Estados Unidos por narcotráfico. Durante años, Morena aseguró que era imposible que Calderón no tuviera conocimiento de las andanzas de García Luna, pero ahora, con una doble vara de medir, defienden que López Hernández no sabía en qué andaba su subordinado.
Preguntada tanto por la red de contrabando de los marinos como por Bermúdez Requena, la presidenta Sheinbaum abraza la bandera del caiga quien caiga. “Ella sabe que si quiere entrarle en serio, va a dañar a su coalición, y a sí misma”, dice Bravo Regidor, que duda del alcance final. “Siempre es más fácil para los políticos encontrar un chivo expiatorio y usar la famosa frase de las manzanas prohibidas”.
“No solo es un tema mediático, se están llevando a cabo órdenes de aprehensión”, apunta García-Rojas, “el gran reto es si están todos los que son, son todos los que están, y hasta donde llegan”. Los eslabones superiores de los dos casos, el almirante Ojeda Duran y el senador Adán Augusto López Hernández, estaban en el círculo de poder más alto del sexenio anterior.
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