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Tribuna
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Modernización intelectual como una respuesta a la nueva realidad comercial

Lo más inmediato es evaluar el momento crítico que vive México en que Estados Unidos está usando amenazas arancelarias como una herramienta geopolítica, para retar las soberanías de los países del hemisferio

Donald Trump en la Casa Blanca, en Washington, el 3 de febrero.
Donald Trump en la Casa Blanca, en Washington, el 3 de febrero.Elizabeth Frantz (REUTERS)

Es difícil saber en qué van a terminar las fintas y golpes que el presidente Trump ha asestado con su orden ejecutiva que impone aranceles del 25% sobre los socios comerciales más importantes de Estados Unidos, Canadá y México. De momento parece que se ha logrado evitar, por lo menos por un mes, el inicio de una guerra comercial con un escalamiento arancelario. Es probable que se viene una nueva era de proteccionismo global, pero quizá lo más inmediato es evaluar el momento crítico que vive México en que Estados Unidos está usando amenazas arancelarias como una herramienta geopolítica, para retar las soberanías de los países del hemisferio.

Trump ya lo había hecho una semana antes, cuando forzó la mano del presidente Gustavo Petro en Colombia. Trump estaba por enviar dos vuelos de aviones militares estadounidenses C-17, deportando a migrantes indocumentados como criminales humillados con grilletes y candados. La amenaza fue un arancel de 25%, a ser incrementado a 50% o si Petro no cedía. Al final fueron aviones del ejército colombiano y los migrantes no estaban encadenados. Las amenazas, viniendo de parte de Trump, son creíbles, aunque queda algo de espacio para la negociación, obviamente desde una posición defensiva y asimétrica. México anunció al principio que tomaría medidas retaliatorias, aunque el cálculo estratégico sobre cómo hacerlo era sumamente delicado. Al final se negoció con una muestra simbólica de separación de las fronteras con 10.000 efectivos del Ejército mexicano siendo movilizados para “proteger” a Estados Unidos.

Desde el punto de vista de lo que el economista Albert Hirschman llamó los “efectos de oferta” del comercio internacional, cualquier arancel tiene efectos negativos sobre la economía que los impone. Estados Unidos sufrirá consecuencias negativas de las acciones de Trump. Y los teoremas que formalizan la teoría ricardiana de ventaja comparativa relativa, Hecksher-Ohlin-Samuelson establecen que México perdería aún más si responde con aranceles retaliatorios. Pero desde la perspectiva de lo que el mismo autor alemán llamó los efectos “de influencia” del comercio internacional, México probablemente no tiene otra opción que responder de manera decisiva frente a las acciones depredadoras de Trump.

El contexto en que Hirschman desarrolló su teoría estratégica sobre el poder nacional y el comercio fue la Alemania Nazi y su esfera de influencia comercial. La teoría de Hirschman obviamente tuvo fuertes ecos con las teorías de la dependencia, desarrollada por economistas latinoamericanos como Raul Prebish y Fernando Henrique Cardoso. Pero el punto fundamental del libro escrito por un luchador de la resistencia anti-fascista al final de la segunda guerra mundial (1945), es que la Alemania Nazi pudo enmarañar a países más debiles en Europa del Este en redes comerciales con relaciones dpendientes de la industria manufacturera alemana, y con ello controlarlos políticamente. Esta intuición provenía de en un andamiaje téorico sólido basado en las teórias de juegos de negociación (bargaining theory), no en ideas marxistas o leninistas de sitemas mundiales o dependencia colonialista.

Claudia Sheinbaum participa en una rueda de prensa en Palacio Nacional, en Ciudad de México.
Claudia Sheinbaum participa en una rueda de prensa en Palacio Nacional, en Ciudad de México.Isaac Esquivel (EFE)

México esta jugándose algo más que las dislocaciones del mercado de trabajo, el quiebre de las cadenas de sumistro comercial, o un desaceleramiento de su crecimiento económico en los próximos años. La pregunta para la presidenta Claudia Sheinbaum y el Gobierno federal es determinar si estamos preparados para bucar una estrategia de desarrollo económico alternativa a lo que se ha hecho los úlimos 35 años, que muchos asocian con el modelo neoliberal, pero que en realidad es consecuencia de una época, después del fin de la guerra fría y la caída del muro de Berlín, en donde el mundo se caracterizó por un régimen de comercio relativamente libre, como sucedió antes de la Gran Depresión de 1929.

Tengo que aclarar de manera contundente que la alternativa no es el tipo de respuesta de Venezuela (o Cuba, aunque el contexto es más complejo ahí) donde las “alternativas” ofrecidas por los gobiernos de Hugo Chávez o Nicolás Maduro han sido verdaderamente catastróficas para sus ciudadanos. Estoy convencido de que no es el momento de retomar los sueños o más bien las pesadillas autoritarias de los sistemas “socialistas” que todavía sobreviven. Hay evidencia contundente de que la economía social de mercado, no la planeación central autoritaria, es probablemente la única forma de organización económica compatible con las libertades de la democracia.

Tampoco es el momento de responder con la locura libertaria de Javier Milei en Argentina, otro incubo que pretende borrar más de un siglo de experiencia social democrática. El Estado tiene un papel fundamental que jugar en crear condiciones de igualdad, inclusión y protección de derechos fundamentales, así como compensación para los ciudadanos menos afortunados. Pero entonces, como decía un texto clásico, ¿qué hacer? La respuesta no puede ser rescatar ideas trilladas del arsenal teórico marxista de los años sesentas, como ofrece a menudo Gustavo Petro en Colombia, ni las visiones decimonónicas de una “cartilla moral” formuladas con frecuencia por Andrés Manuel López Obrador, ni las propuestas neo-populistas disque indigenistas de Javier Correa o Evo Morales en Ecuador y Bolivia, ni de la ideología de los rancios economistas austriacos citados con frecuencia por Javier Milei en Argentina.

El gobierno de Claudia Sheinbaum puede tomar medidas de política comercial o de manejo del tipo de cambio en lo más inmediato. Pero el tema central es sobre el modelo de desarrollo del país. Se necesita mirar hacia el futuro, no al pasado, aprovechando lo mucho que sabemos hoy, y que no sabíamos hace 30 años, sobre cómo se pueden estructurar alternativas de desarrollo económico que atiendan a los temas de pobreza y desigualdad, al mismo tiempo que generen crecimiento económico y bienestar para los ciudadanos mexicanos. El modelo de desarrollo probablemente ya no puede estar fundado en atar el destino de México al comercio con Estados Unidos.

A mi modo de ver, se requiere un aggiornamiento, una modernización intelectual, de nuestros líderes (lo cual probablemente no sólo es el caso de la coalición en el poder, sino de todos los partidos políticos), sobre como entender nuestra realidad social, económica y política, mucho más alla del tema puramente comercial. En mi opinión, el punto de partida de un nuevo modelo de desarrollo tiene que ser reconocer que la democracia es esencial en este proceso. Sólo en un régimen democrático se puede asegurar que los errores que probablemente se cometan en la búsqueda de nuevas maneras de generar desarrollo económico y social en México puedan ser corregidas por los ciudadanos en las urnas (un punto ya bien conocido hecho por Karl Popper).

El segundo punto, claramente formulado por el innovador trabajo académico de economía política moderna (que les mereció el premio Nobel de economía a Acemoglu, Robinson y Johnson), es que las instituciones políticas que generan contrapesos como el Poder Legislativo y el Judicial serán fundamentales para controlar los excesos en el ejercicio del poder tanto de Trump como potencialmente de la coalición de Morena que sostiene a Sheinbaum. Hay que decir que esta nueva economía política es un aparato teórico mucho más sofisticado que la vieja economía política marxista, pero sobre todo es investigación basada en datos empíricos y evidencia, no andamiajes teóricos o ideales programáticos.

El tercer punto es que la compatibilidad entre democracia y el sistema de mercado que pueda ofrezcer oportunidades de innovación y crecimiento económico equitativamente distribuidas tiene que ser moderado por formas gubernamentales de redistribución (punto formulado hace décadas por Adam Przeworski, pero retomado en un andamiaje teórico nuevo por Thomas Piketty). Esto es, no hay economía de mercado sin gobiernos capaces, fuertes, y que intervengan para resolver temas distributivos y de compensación.

El cuarto punto, que viene de los conocimientos generados por la investigación sobre alivio a la pobreza (asociado con los economistas premios Nobel Abhijit Banerjee y Esther Duflo), es que las intervenciones que urgentemente se tendrán que crear para abatir el efecto –ojalá temporal y no permanente- en la reducción de los ingresos de los mexicanos más pobres. La evidencia acumulada durante las últimas dos décadas viene de estudios de evaluación cuidadosamente diseñados y medidos, de donde se puede abrevar lecciones imporantes sobre qué funciona y qué no es efectivo para el combate de la pobreza. La pooítica social no puede estar basada en ocurrencias de lo que se pueda inventar en los próximos meses.

El quinto, y último punto que me gustaría destacar, es que el empoderamiento de pueblos originarios y afrodescendientes en movimientos sociales propios de los últimos años señalan que nuestros sistemas de representación política y formación de conocimiento sobre políticas públicas siguen excluyendo esas miradas diferentes que ofrecen soluciones y alternativas a los complejos problemas nacionales basadas en aprovechar el tejido social y los lazos comunitarios. Este conocimiento esta siendo generado por los propios movimientos sociales y activistas.

Mi llamado entonces es a la administración del Gobierno de Claudia Sheinbaum, y los líderes de todos los partidos, es que hay que ponerse al día sobre los conocimiento teóricos, a leer y aprender sobre la evidencia, a prepararse académicamente sobre cómo buscar una alternativa de desarrollo económico para México.

Yo no tengo una respuesta única o completa a la pregunta enorme de qué hacer, pero sé que colectivamente el conocimiento de las últimas décadas ofrece nuevas formas de pensar la economía política de nuestro país en un entorno geopolítico que se nos ha complicado. Lo que los economistas neoliberales esperaban podría funcionar bien en un entorno de libre comercio tiene que ser repensado por la deuda social y de exclusión de los menos privilegiados que ese modelo nunca logró realmente resolver.

Pero además en un entorno donde continue el proteccionismo estadounidense y las amenazas permanentes de un bravucón, en un sistema global que quizá se cierre cada vez más, nos obliga a buscar consejo y soluciones nuevas, no a mirar hacia atrás a los conceptos ya viejos y agotados, sean de la izquierda o de la derecha.

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