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La inacción del PAN tras su derrota electoral da opciones a la ultraderecha

Sandra Cuevas, una política reacia al sistema, anuncia su intención de crear una formación por la familia y la seguridad, mientras el ultracatólico Verástegui afianza relaciones con los grupos antiaborto en Estados Unidos

Eduardo Verástegui reúne firmas para postularse como candidato independiente a la presidencia de México en la ciudad de Zacatecas. El 2 de diciembre 2023.
Eduardo Verástegui reúne firmas para postularse como candidato independiente a la presidencia de México en la ciudad de Zacatecas. El 2 de diciembre 2023.Edgar Chávez
Carmen Morán Breña

La debacle sufrida por la oposición en las elecciones mexicanas del 2 de junio ha dejado al partido conservador Acción Nacional (PAN) sumido en un pasmo del que no se recupera y al que reclaman con urgencia un líder y un programa político que puedan amalgamar las tendencias de derecha en el país. De otro modo, existe el riesgo de que la ideología ultra se escape del pelotón en solitario, como ha pasado en otros países. Será complicado en México, por sus características históricas y las dificultades burocráticas para montar un partido, pero no faltan candidatos que en los últimos tiempos esgrimen los conocidos lemas por la familia, la seguridad, la vida y los valores cristianos. El camino está allanado.

Tan singular como Javier Milei o rara como Donald Trump, la exalcaldesa del principal distrito de la capital mexicana, Sandra Cuevas, ha visitado estos días España, donde se ha reunido con el expresidente panista Felipe Calderón y su esposa, Margarita Zavala. Ha anunciado su interés en fundar un nuevo partido para competir en 2030 por la presidencia, con una consigna de regustos ultraderechistas: Por la Familia y la Seguridad de México. Cuevas ha sido una de las figuras más estrambóticas de la política mexicana de los últimos años. Lo mismo se fotografiaba con una motosierra por las calles, segando las pérgolas de las terrazas que los bares montaron en pandemia, que vestía como un policía garantizando ley y orden en las calles con su cuatrimoto, como recién salida de una película de acción estadounidense. ¿Milei? ¿Trump? ¿Bukele? Ella es un híbrido al que no le faltan admiradores. Bronca, descarada y hastiada de la política tradicional, ha ido probando en todos los partidos y abandonándolos o siendo abandonada por todos.

Sandra Cuevas, en mayo del 2022.
Sandra Cuevas, en mayo del 2022.

Aclamado por la ultraderecha mundial, que le anima a postularse para presidente ―Trump ha sido uno de ellos― en las reuniones de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), Eduardo Verástegui lo intentó en esta ocasión, pero la maraña legal para constituir un partido en México y el número de firmas que hay que recabar lo dejaron en la cuneta.

El ultracatolicismo de Verástegui, antaño cantante, corista y actor de telenovelas, impregna todos sus valores políticos. También gusta de retratarse con fusiles amenazando con poner a los contrarios en su sitio. La editora de openDemocracy para América Latina, Diana Cariboni, que ha estado persiguiendo datos sobre la financiación de la ultraderecha en esta región, conoce el trasiego de dinero que baja de poderosas organizaciones católicas estadounidenses para financiar estos movimientos. “Se sabe que algunas organizaciones en América del Norte también lo han recibido, pero no es fácil determinar cuánto es para México o para Canadá, no se dan esos desgloses”, afirma. “No siempre es el dinero lo que los vincula, sí sabemos que actúan muy coordinados y que hay mexicanos en varias de estas organizaciones”, afirma.

Quienes confían en que el PAN levante cabeza para reorganizar en torno a él a las huestes conservadoras mexicanas miran el reloj, inquietos. “El PAN, sin ser en origen un partido radical, ha sabido canalizar los grupos de ultraderecha que siempre han existido en México, como el Yunque y otros”, explica Juan Ignacio Zavala, antiguo militante panista que clama por que su partido recupere sin complejos los valores que le son propios y defina una agenda cuanto antes. “Al PAN le da vergüenza decir que es de derecha, le costó declararse democratacristiano. Hoy podemos decir que Claudia Sheinbaum [la presidenta electa que tomará posesión el 1 de octubre] es la primera que será de izquierdas, que no procede del PRI, pero ¿dónde está la derecha?”, se pregunta Zavala, gran analista de la política mexicana. “La derecha tiene sus causas, solo hay que agarrarlas”, afirma.

Riesgo es una palabra que muchos dan por válida cuando se pregunta por la posibilidad de que la ultraderecha consiga su espacio en México. Lo hace el propio Zavala. “Claro que existe el riesgo, como ha pasado en otros países. Trump se apoderó del partido Republicano y lo deshizo. [Marine] Le Pen [en Francia] ha tomado causas y motivos y ha crecido. O buscan causas que retomar o crecerán otros liderazgos al margen del PAN, sea Sandra Cuevas u otros. Familia y libertad son conceptos claros y relevantes para la sociedad y también la seguridad, entendida como orden y respeto a la ley. Parecen palabras fachas, pero hay que perderles el miedo”, sugiere. Y en México podrían tener una buena acogida, dada la violencia, la corrupción y el descaro con el que se violan las leyes.

También ven “riesgo” académicos como Mario Santiago y Rodrigo Castro Cornejo, especialistas en estos movimientos políticos, de un avance de la ultraderecha por la inacción del PAN tras su debacle electoral. “Ante la falta de claridad discursiva del PAN, le van ganando terreno las opciones más radicales. Es peligroso, ya lo hemos visto en Europa, por ejemplo. El electorado cambia a una velocidad tremenda”, sostiene Santiago, investigador del Instituto Mora, en México. Castro Cornejo, sin embargo, cree que el riesgo puede darse a futuro, si Claudia Sheinbaum ejerce un verdadero gobierno de izquierdas “y se produce una reacción en el otro extremo, como pasó en Brasil tras Lula da Silva y Dilma Rousseff, con la llegada de Jair Bolsonaro, o en Chile. En ese caso [los radicales] podrían ver su oportunidad”, explica el profesor de la Universidad de Massachusetts Lowell.

Alejandro Moreno Cárdenas, Marko Cortés, y Santiago Creel durante la conferencia de prensa para solicitar los datos oficiales del PREP el 2 de junio del 2024.
Alejandro Moreno Cárdenas, Marko Cortés, y Santiago Creel durante la conferencia de prensa para solicitar los datos oficiales del PREP el 2 de junio del 2024.Mario Jasso

Considera Castro Cornejo que, en la actualidad, estos movimientos no han sacado cabeza porque el propio gobierno de López Obrador “ha incorporado a grupos de ultraderecha, como los evangélicos, la Luz del Mundo. Además, el presidente ha sido muy conservador en asuntos como el aborto, la comunidad LGTB o las drogas, por ejemplo, no ha habido lugar a la reacción”, dice. Y no ve fácil que Sheinbaum vaya a politizar estos asuntos, que ya fueron despenalizados por la Suprema Corte, aunque no se haya legislado del todo sobre ellos. Pero no descarta que otros agraviados a la derecha del PAN, como Sandra Cuevas, “estén viendo el momento”.

La nueva reunión de la CPAC, a la que tradicionalmente asiste la flor y nata de la extrema derecha mundial, como Eduardo Bolsonaro, Steve Bannon, a veces Donald Trump, el chileno José Antonio Kast, el argentino Javier Milei, el español Santiago Abascal y muchos otros, se celebra en México el 24 de agosto. De nuevo, Verástegui encontrará eco a sus propuestas y palmadas de ánimo en el hombro. La extrema derecha conecta bien con temas que impactan fuertemente en América Latina, “como el fracaso del Estado, la corrupción, la inseguridad entre la población, la subjetividad meritocrática, neoliberal, las nuevas formas de trabajo, las redes sociales, muy fértiles en la creación de contenidos”, explica Esther Solano, socióloga en la Universidad Federal de São Paulo y especialista en ultraderecha. “Son elementos que solidifican en la extrema derecha”,

En este ecosistema, destaca como fenómeno privilegiado “la religión, sobre todo la pentecostal”, Por tanto, dice, “la ultraderecha tiene posibilidad de consolidación en América Latina, porque también hay ejemplos de movimientos que han triunfado, como el bolsonarismo, el bukelismo, el mileísmo”. A todo ello suma la fragilidad política y social de la región, con “eventos rápidos y creativos de alto poder transformador”, así como la masificación demográfica, objeto de deseo para estos movimientos.

La religión es, sin duda, uno de los factores a los que no hay que quitarle el ojo. “Los evangélicos han crecido mucho en varias zonas y ahora algunos de los que antes estaban en México en el Partido Encuentro Solidario (PES), [aliados de López Obrador] están ahora con Verástegui”, sostiene Mario Santiago. El profesor señala, sin embargo, el debilitamiento de la Iglesia católica en México, “que ya no tiene el peso político que tuvo en anteriores elecciones. Ese es otro nicho de oportunidad, si el PAN o la propia Iglesia no lo hacen, esos valores podrían tomarlos otros”, dice, aunque no ve que esos grupos tengan aún la fortaleza de convertirse en partidos. “El que sí tiene recursos inyectados por la Iglesia católica en Estados Unidos es Verástegui, de empresarios, seglares y algunos altos miembros de la jerarquía católica. Pero una cosa es tener discurso y otra, partido”, asegura.

Mientras, “el PAN sigue pasmado”, dice Zavala. “Ninguno de los candidatos que se postulan a presidir el partido te dice qué quiere para el PAN. Deben buscar figuras relevantes para presidirlo, buscarlas fuera, ya sea en organizaciones empresariales o donde sea, líderes, empuje y banderas, no andarse con medias tintas”, afirma. Una figura llegada de fuera fue la candidata Xóchitl Gálvez, que se enfrentó a Sheinbaum en las elecciones y fracasó estrepitosamente. “Sí, pero no nos engañemos, no era buscada, era impuesta por algunos empresarios”, asegura Zavala. Y termina: “Hay un riesgo claro con la ultraderecha, pero el PAN tiene todavía la posibilidad de hacerles entrar y proporcionarles un canal de representación. Ellos tienen causas que no son difíciles de abanderar, porque como salgan, luego no hay forma de meterlos”.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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