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“Sobrevivimos de milagro”: los ataques armados agravan el conflicto de la zona norte de Chiapas

Inmerso en una pelea de décadas, la violencia arrecia en una de las zonas ejidales del municipio de Tila, ruta de paso de migrantes hacia el Golfo

Un auto quemado en las calles de Tila (Estado de Chiapas), este miércoles.Foto: Cortesía | Vídeo: Cortesía
Pablo Ferri

La violencia arrecia en la zona norte de Chiapas, en la región del valle de Tulijá, vecina de Tabasco. Hombres armados vestidos de camuflaje han atacado y quemado casas en la cabecera municipal de Tila este martes y miércoles, causando temor a la población. En videos tomados desde las viviendas se observa a algunos de ellos apuntando a casas, disparando, irrumpiendo en ellas, rompiendo vidrios… Un vecino afectado, que habla bajo condición de anonimato, dice que los atacantes quemaron su casa este miércoles. “Sobrevivimos de milagro”, dice.

Las balaceras se suceden en la cabecera de Tila desde el martes por la noche. “Las detonaciones empezaron como a las 20.00, se escuchaban ráfagas en varios puntos de la cabecera, tanto en la periferia como en partes del centro. Se oían también gritos, aunque desconocíamos quiénes eran. Por el Facebook empezaron a decir que había gente armada en el centro. Luego empezaron a quemar casas”, narra el vecino. Con 83.000 habitantes, Tila es uno de los municipios más importantes de la región. El 98% de esos habitantes vive bajo en condiciones de pobreza, según Coneval.

El conflicto de Tila, de mayoría maya ch’ol, refleja el de otros municipios en regiones cercanas, caso de Chenalhó, Simojovel o Pantelhó… En este último municipio no se celebraron elecciones, por el corte de la carretera que lo comunica con San Cristóbal de las Casas. Días antes, cuatro hombres habían muerto asesinados en la localidad. Y unas semanas antes, en abril, los enfrentamientos entre el grupo autodefensa El Machete y una organización criminal obligó al Ejército a rescatar a los maestros, atrapados por las escuelas por las balaceras.

De todas formas, la violencia en la región de Los Altos y la zona norte en general no es una excepción. Toda el área fronteriza con Guatemala, de Frontera Corozal a Tapachula, y las faldas de la sierra Mariscal, están en jaque por las pugnas de grupos criminales, vinculados de una u otra manera con las dos grandes franquicias criminales del país, el Cartel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). En Chicomuselo, cerca de la frontera, puerta de la sierra, las elecciones tampoco se celebraron por la violencia de las últimas semanas.

En el caso de Tila, la complejidad es máxima. A estas alturas, resulta difícil identificar el grupo al que pertenecen los atacantes, menos señalar su filiación. Una larga batalla por 130 hectáreas de terreno figura en el origen de un conflicto que dura décadas, pero que se ha recrudecido desde el segundo semestre del año pasado, con enfrentamientos como los de estos días y asesinatos de líderes comunales, caso de Carmen López, integrante del Consejo Nacional Indígena, en enero.

La pelea por la tierra hace de hilo conductor. Por un lado, está el ejido de Tila, territorio comunal, parte del municipio, dotado de 5.405 hectáreas. Y del mismo lado, también, los ejidatarios, sus hijos, nietos… En el ejido viven además avecindados, población sin derecho a tierra, pero que ha echado raíces allí. Del otro lado están las autoridades municipales y el poder que detentan, intermediarios durante años de los programas sociales del Gobierno, primero con el PRI y luego con el Partido Verde.

Las autoridades municipales han ido de la mano, además, de los poderes económicos de la región, principalmente los constructores y los transportistas, como explica el académico Emilio Pérez, en dos trabajos publicados sobre el conflicto en el municipio entre 2018 y 2022. El choque entre ambas partes, cuenta, nace de la ocupación de las autoridades municipales de 130 hectáreas del ejido. En un principio, el Gobierno iba a indemnizar al ejido por esta ocupación y las autoridades comunitarias estaban de acuerdo. Pero luego todo cambió.

Las autoridades ejidales descubrieron que el abogado que representaba sus intereses les engañó respecto al monto del pago que iba a entregar el Gobierno, situación que provocó una reacción radical: el ejido, animado y rearmando moralmente tras la irrupción del EZLN, ya no quería el dinero, quería su tierra de vuelta. La batalla vivió un momento de gran tensión a finales de 2015, cuando los ejidatarios expulsaron a las autoridades municipales del ejido. Desde entonces, todo ha sido violencia en la zona, de las autoridades municipales a los ejidatarios y entre las escisiones de grupos ejidatarios, presionados desde fuera por el gran capital.

Como explica Pérez: “De ser un conflicto agrario escaló a un proceso de mayor complejidad, donde confluye el proyecto de autonomía y autogobierno (...) Ante la falta de atención de las instituciones del Estado para atender la problemática, la tensión escala al grado de presentarse enfrentamientos constantes entre los ‘ejidatarios autónomos’ y los llamados ‘pobladores’, simpatizantes del Partido Verde y la directiva del ejido, que tiene reconocimiento oficial ante el Registro Nacional Agrario”.

En las últimas horas, medios locales de Chiapas han señalado precisamente al grupo de autónomos de los ataques perpetrados en la cabecera municipal, a la vez, centro poblacional del ejido. No se sabe muy bien el motivo de esta última oleada de ataques, si se relaciona de alguna forma con las elecciones del pasado domingo o apunta más a dinámicas locales. Mientras tanto, este miércoles en la noche, los ataques seguían.

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).
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