Las puertas artísticas que combaten la violencia contra el colectivo LGBTIQ+
Personas que han sufrido ataques por su condición sexual y fueron acogidas en México ven reflejadas sus historias en la exposición ‘Puertas de Esperanza’
El peruano Andrés Rícvot recuerda el momento en el que su pareja, que le ayudó con su tratamiento contra el VIH, lo intentó asesinar en Francia y no tuvo a quien acudir para salvarse. El venezolano Ángel Trompis rememora con dolor los 15 días que pasó tumbado en la selva del Darién con la pierna rota tras ser expulsado de su país por su condición sexual. Estos instantes de violencia contra el colectivo LGBTIQ+ fueron retratados por varios artistas en siete puertas que reflejan momentos dolorosos de personas que encontraron la esperanza en México.
Entre las paredes blancas de la galería Hilario Galguera, donde la muestra Puertas de Esperanza estará hasta el 13 de enero, se reencuentran la artista Bárbara Lázara y Rícvot. Una charla entre los dos creó Salvoconducto, una puerta de color verde con líneas doradas que representa el pasaporte mexicano. Un documento que el peruano de 34 años anhela conseguir en dos años mientras vive en Casa Frida, un refugio para personas LGBTIQ+ sin ánimo de lucro que lo acogió.
Rícvot asume su situación: “No estoy en México porque lo quisiera, sino porque fui víctima de violencia por ser homosexual”. Es licenciado en historia y ahora trabaja como recepcionista en un hotel de la capital. En su Perú natal creció en un pequeño pueblo costero muy conservador en el que no pudo revelar su identidad sexual. Al ser paciente seropositivo, viajó en abril de 2023 a España para buscar un tratamiento contra el virus.
En Madrid conoció a un francés que lo llevó a París para ayudarlo con su enfermedad y vivir juntos en una casa de campo a las afueras de la ciudad. Un hogar con “todas las comodidades y lujos” que se convirtió en una jaula de oro. Comenzaron los celos y las amenazas, y Rícvot no podía salir de casa. Un día que los dos se dirigían hacia el hospital, su pareja intentó asesinarlo en público.
Se tuvo que buscar la vida para salir de esa situación.“Yo no tenía dinero, no tenía nada. Encima había dejado todas mis cosas en su casa. Me dijo que tenía todos mis datos, y que si volvía a Perú me buscaría” recuerda Rícvot. La violencia también llegó por parte del Estado francés. La policía le dijo que había sido una riña de pareja y que no podían hacer nada. Solamente le recomendaron acudir al consulado de su país. Allí, con mucho miedo, el peruano escucho algo que no esperaba: “El cónsul, muy suelto de huesos, me dijo que esto era un caso típico de mujeres y que nunca lo había visto en hombres”.
Le pudieron conseguir un billete de vuelta a Perú con escala en México. Rícvot no lo pensó dos veces. “Contacté con Casa Frida, no quería regresar a Perú porque sabía que esa persona seguía detrás de mí”. Del refugio para personas LGTBIQ+ salieron las siete historias de violencia para la exposición.
“El verde es mi color favorito”, declara el peruano. A su lado está Lázara. La artista, que se dedica a la danza y el teatro y que nunca había pintado para exponer, describe porque en la puerta de color esperanza hay un círculo que descoloca las líneas rectas de su obra: “Son puntos de fuga que representan la fuerza que hay que hacer para conseguir un pasaporte”.
La huida de Venezuela
La puerta del venezolano de 43 años Ángel Trompis es de color oscuro. Dentro tiene otra puertecita en la que una pantalla muestra colores verdes y azules. La obra Una puerta carecía de cerradura, de la artista mexicana de origen japonés Yupica, es lo que Trompis veía acostado, con una pierna rota, en su paso por la selva del Darién en 2022.
Hace como unos 25 años, el venezolano se dio cuenta de que le atraían las mujeres. A los 13 años se lo reveló a su madre. En el trabajo era un poco más difícil. “En mi país no se habla mucho sobre la educación de la diversidad sexual. No tenemos derechos, no somos escuchados, no somos visibles realmente. Todavía vivimos enclosetados para que no te juzguen”, explica Trompis.
Él simplemente modificó parte de su antiguo nombre. “Me considero transmasculino no binario. Mi nombre legal es Angélica María. Me identifico y me gusta que me llamen Ángel”, aclara. Cuando vivía en Caracas no podía ser quien realmente era, sobre todo en su trabajo en un hospital público venezolano. Trabajaba allí y un día sufrió acoso por parte de un compañero. Lo denuncio, fue a la cárcel y el agresor salió al poco tiempo. Luego las amenazas llegaron de lo que él denomina “colectivos”, que explica que son grupos paramilitares del régimen de Maduro que invaden todas las instituciones públicas.
El enfermero recuerda lo bonita que fue su maternidad, que solo compartió un breve tiempo con su novia, que murió por un linfoma de Hodgkin cuando su hija tenía un año. En 2017 salió con la niña de 17 años hacia Colombia, regresó en 2020 a Venezuela por una enfermedad de su padre y luego volvió a irse. El año pasado, en septiembre, decidió cruzar el Darién para dirigirse hacia Canadá.
En su trayecto como migrante no sufrió problemas por su condición sexual. En parte, porque había problemas inmediatos y viajaba solo, sin casi contacto con gente. Lo peor fue la trampa mortal entre Colombia y Panamá. “Para mí la Selva del Darién fue un proceso muy traumático”, rememora. Cuando vio su puerta, que Yupica creó tras una entrevista con Trompis, reflejaba perfectamente ese instante.
Aunque su objetivo era el extremo norte del continente, lleva un año en México y se siente muy a gusto. “Acá en México me he sentido súper bien con el hecho de que me han brindado esa seguridad para expresarme e identificarme por mi género. Creo que en los países de Sudamérica estamos muy encerrados porque no hay abiertamente una educación en diversidad sexual”, dice vestido con una camisa en la que hay estampada una bandera tricolor de su país de acogida.
Los artistas
Daniel Dugan es de Alabama, en Estados Unidos. El pintor y actor de 45 años tiene estudios de arte en Ciudad de México y Los Ángeles. Cuando le contactaron con la propuesta de Puertas de Esperanza no lo dudó ni un momento. En su inglés sureño enseña una obra que refleja los dos caminos de José, un chico gay que tuvo que huir de El Salvador porque sufría violencia verbal y física de sus vecinos.
Dugan es conocido como el chico de los laberintos, y sus líneas curvas se retuercen entre sí en las dos caras de la puerta con fondos distintos. “Como se puede ver, la puerta tiene un lado oscuro, que representa el camino más difícil de José”, explica. El laberinto lleva a un pequeño agujero de la puerta que da a la otra cara, y donde las rayas siguen sobre un fondo dorado, que es el camino que José recorre ahora en Casa Frida. “El laberinto de José ha sido muy difícil, pero su historia ha sido muy poderosa para crear la obra”, dice el artista.
Nikky Lee Gálvez es una mujer transgénero de Honduras que sufrió violencia por parte de grupos antisociales de su país. Su relato lo cuenta el artista de 28 años Alexis Martínez, originario de Tijuana. Su obra se llama IMMURED. “Es un reflejo de la sensación de sentirte atrapado en una situación de la que no puedes escapar”, argumenta Martínez. “Mi ejercicio fue estar escuchando a Nikky y tomar notas sobre cosas que me parecían relevantes a nivel visual para poder hacer la puerta”, explica sobre su proceso de creación, muy similar al de otros compañeros de la exposición.
La muestra surgió de una idea de la Fundación LLYC, dedicada a comunicar temas de cambio social. Se pusieron en contacto con la Casa Frida para exponer la violencia que sufría el colectivo LGBTIQ+ en la sala Cuarto de Máquinas de la Galería Hilario Galguera. Para Andrés Rícvot no fue fácil contar su experiencia, pero lo hizo por una razón: “Creo que todos en conjunto ayudamos a que nuestras historias sirvan para hacernos reflexionar un poco de que todos somos personas, todos merecemos el mismo trato, de que todos somos iguales. No importa lo que hayamos pasado, siempre habrá puertas de esperanza”.
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