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‘La cabeza de Joaquín Murrieta’, un justiciero y forajido para un ‘western’ hecho en México

La más reciente adaptación de este personaje para la televisión, disponible en Prime Video, relata el contexto social, histórico y político durante los años salvajes de la fiebre de oro en California

Andrés Rodríguez
Los actores Juan Manuel Bernal y Becky Zhu Wu en una escena de 'La cabeza de Joaquín Murrieta'.
Los actores Juan Manuel Bernal y Becky Zhu Wu en una escena de 'La cabeza de Joaquín Murrieta'.Amazon Studios

¿Quién fue Joaquín Murrieta y qué se decía sobre su leyenda? “Se busca vivo o muerto”. “Era el Robin Hood de El Dorado”. “Lo más peligroso no es él, sino el miedo y el respeto que le tienen”. “Un villano para Estados Unidos y un héroe pa’ México”. Era el año 1851. Unos años atrás, México había perdido la guerra ante Estados Unidos, lo que desembocó en la cesión de más de la mitad de su territorio a su vecino del norte. En esta coyuntura, durante un periodo impulsado por la avaricia, la ira y la xenofobia —en medio de una guerra sin cuartel gracias a la Fiebre del oro en California—, emergió un forajido, Murrieta, “el mejor pistolero de México”, y junto a él Los Joaquines, “la banda más chingona de toda California”.

Que si nació en Trincheras o en Álamos, en Sonora; o si en realidad fue chileno, dependiendo quién lo cuente, si el escritor cherokee estadounidense John Rollin Ridge o el español Carlos Morla, respectivamente. Fue primero un buscador de oro, después bandido y finalmente un héroe que robaba a los ricos para darles a los pobres. La historia y leyenda de Murrieta deambula por la realidad y la ficción y no tiene consenso.

Esta maraña de orígenes, más que ser una dificultad en el proceso creativo, fue una oportunidad para Mauricio Leiva-Cock y Diego Ramírez Schrempp, según le cuentan a EL PAÍS. Ambos son los creadores de La cabeza de Joaquín Murrieta, la más reciente adaptación de este personaje para la plataforma de streaming Prime Video, que presenta a un justiciero y forajido con diferentes matices para un western hecho en México.

“Cuando empezamos a encontrar todas estas distintas versiones y personajes que han habitado en el universo de Joaquín Murrieta, decidimos abordar al mito desde distintas perspectivas, más diverso, que incluya más mujeres, la perspectiva de los indígenas del lugar, para que la serie pueda llegarle al corazón a muchas personas”, explica Leiva-Cock.

En esta versión serializada de ocho capítulos, disponibles desde el 17 de febrero en la plataforma de Amazon, a mediados del siglo XIX, en la frontera entre México y Estados Unidos, Murrieta (Juan Manuel Bernal) es un exgeneral mexicano desertor, a quien la muerte de sus soldados le ha dejado la tarea de enmendar sus errores. Por eso recorre la nueva frontera, “cañon en mano”, recuperando el oro que le robaron a su gente para repartirlo a quien lo acepte. En esta travesía se une, de forma inesperada, a Joaquín Carrillo (Alejandro Speitzer) —un hombre que lo perdió todo—, cuando descubre que tienen un enemigo común: el capitán de los Rangers de EE UU, Harry Love (Steve Wilcox).

Yoshira Escárrega interpreta a Damace en 'La cabeza de Joaquín Murrieta'.
Yoshira Escárrega interpreta a Damace en 'La cabeza de Joaquín Murrieta'.Amazon Studios

El elenco de este western, filmado principalmente en el Estado de Durango, también cuenta con la participación de la actriz Becky Zhu Wu, que interpreta a Adela Wong, una joven china, asesina y aliada de Murrieta; así como la actuación de Yoshira Escárrega, que encarna a Damace, una mujer guerrera Ndé, un pueblo originario de México. La serie, con elementos de acción y aventura, con “personajes femeninos increíbles”, se nutre de los clásicos y referentes estadounidenses que han modernizado y llevado el western a un nuevo lenguaje, tales como Quentin Tarantino o los hermanos Coen, afirma Ramírez.

Decidieron tomar inspiración de muchas fuentes, pero siempre buscando una identidad propia, muy latinoamericana, según uno de los cocreadores, ya que no quisieron repetir lo hecho en producciones similares por los estadounidenses. “También era importante cómo traíamos este género a nuevas audiencias, más joven o más actual. Con el acompañamiento que tuvimos con los directores David Pablos y Humberto Hinojosa logramos también darle ese nuevo lenguaje a la serie, como rindiéndole tributo a lo que existió, con una nueva perspectiva, pero sin caer en heroísmos”, precisa Ramírez.

La serie pone en evidencia, especialmente sobre dos de sus protagonistas —Murrieta y Carrillo—, las consecuencias de sus actos en un nuevo mundo y en un contexto social, histórico y político que contribuye al conflicto que construye el camino de cada uno de estos personajes. Por un lado, está el perfil conflictuado consigo mismo de Murrieta, tildado de desertor y traidor a su país tras abandonar a sus hombres en el campo de batalla. “El trabajo de creación del personaje fue una de las cosas más divertidas. Desde un principio decidimos que el personaje fuera muy gris, que no fuera héroe o villano, que incluso genere esa duda entre sus compañeros. Él está conflictuado con su pasado, con lo que le pasó a México y a su dignidad. Trata a como de lugar de recuperar esa dignidad, así sea para él mismo”, amplía Leiva-Cock.

El conflicto de Carrillo viene del despojo de la violación de sus derechos humanos como californio, gentilicio con el cual se llamaba a la gente nacida en California cuando este territorio todavía formaba parte de México. Después de la guerra se les prometió la ciudadanía de Estados Unidos, explica uno de los cocreadores, pero nunca se las dieron porque eran mexicanos. México ya no los recibió después porque la nueva frontera ya definía que eran estadounidenses. “El conflicto de Joaquín Carrillo es muy profundo en términos de identidad: ¿de dónde soy? ¿de dónde vengo? Además, que su relación marital con una mujer chiricahua también le suma una complejidad al personaje”, dice Leiva-Cock.

Ramírez dice que el contexto histórico es muy importante para entender a los personajes y sus motivaciones, decisiones y acciones, ya que no se los puede valorar con los mismos juicios morales de hoy en día. “Eso también nos dio libertad de meternos en un mundo mucho más salvaje, más primitivo, sin ley, donde las decisiones que se tomaban o las acciones son muy diferentes a las que hubiéramos tomado”, finaliza.

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Andrés Rodríguez
Es periodista en la edición de EL PAÍS América. Su trabajo está especializado en cine. Trabaja en Ciudad de México

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