Raquel Buenrostro, la guardiana de la austeridad y la gran recaudadora de López Obrador
La nueva secretaria de Economía ha cumplido hasta ahora con dos ingredientes claves para ganarse la confianza del mandatario: lealtad y resultados
Raquel Buenrostro fue primero la guardiana de la austeridad, luego la gran recaudadora y ahora le toca cerrar las heridas comerciales con EE UU y tratar de poner dique a la inflación. Todo, en menos de cuatro años. La carrera de la nueva secretaria de Economía ha sido fulgurante dentro del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador y basada en los ingredientes que más valora el presidente: lealtad y resultados. La relación de ambos se remonta, como tantos otros nombres del círculo más cercano del mandatario, a la época en que López Obrador era jefe de Gobierno de la Ciudad de México (2000-2005). Desde entonces, esta matemática y economista de 52 años, con más de dos décadas de experiencia en la Administración Pública, ha ido acaparando cada vez más poder.
Buenrostro se ha ido convirtiendo en uno de los funcionarios con más influencia del Gobierno, conocida por su mano dura y su inflexibilidad a la hora de ejecutar los designios del presidente. Su papel fue clave durante la implementación de la política de control de gasto que marcó el primer año del sexenio. Cuando López Obrador llegó al poder en diciembre de 2018, se decidió concentrar las millonarias licitaciones y compras públicas en el departamento encabezado entonces por Buenrostro, oficial mayor de la Secretaría de Hacienda. El presidente valoraba así en aquella época el trabajo de la funcionaria. “Hizo muy buena labor porque decidimos, como parte de la estrategia de combate a la corrupción y de austeridad, concentrar las adquisiciones, las compras de todo el Gobierno en la Oficialía Mayor. Esto nos permitió ahorrar más de 200.000 millones de pesos (10.000 millones de dólares)”.
Desde su primer cargo en el Gobierno, el trabajo de Buenrostro no ha estado en todo caso exento de críticas. Aquellos primeros recortes de gasto afectaron por ejemplo al funcionamiento del sistema de salud y a diversos departamentos gubernamentales, entre ellos la Secretaría de Medio Ambiente, cuya presupuesto se recortó un 32%. La férrea política de austeridad también estuvo en la diana de las críticas por el desabasto de medicamentos como los fármacos que necesitan los pacientes de VIH para su tratamiento. Las consecuencias de apretar tanto el cinturón del gasto público fueron criticadas incluso por el Fondo Monetario Internacional.
La austeridad fue también uno de los focos de tensión dentro del gabinete económico del gobierno. La salida en julio de 2019 del secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, provocó una de las mayores crisis de Gabinete en lo que va de sexenio. En una dura carta dirigida al presidente, el economista aseguró que su dimisión se debía a que se estaban tomando decisiones “sin el suficiente sustento” y apuntó a la “imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública”. De fondo corrían también diferencias en la estrategia económica, sobre todo, la negativa de López Obrador a llevar a cabo una reforma fiscal en profundidad.
Urzúa, un académico de prestigio internacional, había sido el maestro de Buenrostro, como muchos otros cuadros económicos del Gobierno, durante su paso por el Colegio de México. Además de abrirle la puerta a su primer cargo político como directora de Política Fiscal del entonces Distrito Federal durante el mandato de López Obrador, siendo Urzúa el de Secretaría de Finanzas. La caída de su maestro y jefe no supuso, sin embargo, ninguna quiebra en su adhesión al proyecto de Morena. De hecho, Buenrostro sería la encargada en gran medida de compensar por otra vía, la elegida por el presidente, la necesidad de aumentar los ingresos sin pasar una reforma fiscal.
Cinco meses después del conflicto con Urzúa, en diciembre de 2019, la funcionaria fue ascendida a los mandos del Servicio de Administración Tributaria (SAT). Su paso como jefa del fisco mexicano estuvo marcado de nuevo por una implacable severidad. Sobre todo con las grandes empresas. Walmart, BBVA, Coca-Cola o América Móvil terminaron pagando sumas millonarias adeudadas durante años. Según las cifras de su propia cartera, la recaudación de grandes contribuyentes registra en lo que va de sexenio, un 86% de subida con respecto lo logrado en los seis años de la presidencia de Enrique Peña Nieto. ”Ya no existen condonaciones de impuestos y quien gana más, debe pagar más”, comentaba hace apenas unos meses siendo todavía jefa del aparato de recaudación mexicano. Un lema que también habría firmado López Obrador.
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