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Polyforum Siqueiros: el sueño imposible de un empresario español y un pintor comunista

La obra, uno de los máximos exponentes del muralismo, se enfrenta a su mayor enemigo: la lluvia y la falta de recursos. Sus dueños preparan un proyecto inmobiliario que permita rescatar el monumento del abandono

Vista de la estatua de David Alfaro Siqueiros y del empresario Manuel Suárez, fundadores del Polifórum Siqueiros.Vídeo: NAYELI CRUZ
Almudena Barragán

Se llamaban David Alfaro Siqueiros y Manuel Suárez. Uno fue uno de los mayores muralistas de México y un comunista irredento. El otro, un asturiano más bien conservador que hizo fortuna en México con las semillas y las tuberías de cemento y que acabó siendo un próspero empresario a mitad del siglo XX. Más allá de que compartían edad ―ambos nacieron en 1896― no tenían mucho en común salvo el arte. Y sin embargo no podría entenderse la obra de uno sin el otro. Suárez fue el mecenas de la penúltima y más sorprendente obra de Siqueiros: el Polyforum, más de 8.000 metros del universo del artista que conforman el mural más grande del mundo en pleno corazón de Ciudad de México.

Su hijo, Alfredo Suárez, de 73 años, no recuerda si su padre “don Manuel”, como siempre se refiere a él, conoció a Siqueiros en plena Revolución Mexicana o fue en la academia de San Carlos. El actual dueño del Polyforum recibe a EL PAÍS junto a su hijo Esteban, arquitecto y la tercera generación de esta peculiar familia. Además de comerciante, a Manuel Suárez siempre le llamó la atención el arte, de ahí su interés por pasar a la historia como un gran promotor cultural. “Traía en la sangre querer dejar un gran monumento para México” y le propuso a Siqueiros una oferta que no pudo rechazar. Encerrado en la cárcel entre 1960 y 1964 por el delito de “disolución social”, Suárez convenció al gobierno de Díaz Ordaz de sacar al artista de Lecumberri a cambio de tenerlo bajo su supervisión. Primero trabajando para él en el casino de La Selva y después creando los murales del Polyforum en La Tallera, ambos en Cuernavaca. “Don Manuel tenía un carácter fuerte, igual que Siqueiros”, dice su hijo. Imaginen el choque de trenes.

Aunque el pintor no era creyente, el empresario insistió en que el artista debía de pintar a Cristo en los murales. A regañadientes Siqueiros lo retrató amarrado, triste, casi como un presidiario de Lecumberri, como él. En contraposición, el muralista plasmó la estrella del Partido Comunista en los murales del interior. En otro de los murales que dan a la avenida Insurgentes puede observarse a Hernán Cortés. Alfredo Suárez cuenta que en un principio Siqueiros lo había retratado sin testículos, pero cuando don Manuel se dio cuenta de aquella afrenta contra sus raíces, amenazó a Siqueiros con subirse al andamio y pintar él mismo lo que faltaba. “Eran totalmente opuestos en ideología, pero creo que lo que los unía era su gran amor a México”, dice Suárez.

Vista aérea de la fachada del Polyforum Siqueiros, en Ciudad de México.
Vista aérea de la fachada del Polyforum Siqueiros, en Ciudad de México.NAYELI CRUZ

El edificio, construido entre 1966 y 1971, tiene aspecto de diamante, de nave espacial y de pastel imposible. Todo a la vez. La base es más estrecha que la parte superior. Un dodecaedro de hierro y cemento cuyas paredes se inclinan hacia la calle y muestran cada una un mural distinto. La lluvia, el sol, la contaminación y la falta de mantenimiento han ido corroyendo las paredes y la estructura fue cerrada al público en 2017.

Los dueños permanecen a la espera de que el Gobierno local de Claudia Sheinbaum, del partido en el Gobierno Morena, dé luz verde a la restauración. Son visibles los desperfectos que se acumulan: madera podrida por el agua, tornillos oxidados, pintura craquelada por el sol y el techo cubierto de plásticos para evitar que las lluvias hagan más daño lanzan un mensaje alarmante sobre la conservación del patrimonio en México.

La arquitectura del Polyforum, revolucionaria para la época, aportó innovaciones en el diseño constructivo y estructural, sin embargo los materiales utilizados no fueron tan resistentes como se pensaba hace 50 años. Mercedes Sierra, historiadora del arte de la UNAM señala que el objetivo de Siqueiros y los arquitectos era buscar un equilibrio entre “el rendimiento económico y la expresión”. Manuel Suárez además del terreno, facilitó el lienzo sobre el que pintó el artista: toneladas de cemento de su propia fábrica, grandes piezas de metal y miles de litros de piroxilina, la pintura que se usa para los coches. “Siqueiros fue un gran experimentador de los materiales y protagonizó una revolución técnica dentro de las de las artes plásticas”, asegura la académica.

Detalle del mal estado en el que se encuentra la parte inferior de algunos murales del exterior. El conglomerado de madera está podrido por el agua.
Detalle del mal estado en el que se encuentra la parte inferior de algunos murales del exterior. El conglomerado de madera está podrido por el agua.Nayeli Cruz

Debajo de esa piel de cemento, miles de vigas y varillas de hierro hacen de contrafuerte y sostienen en equilibrio la fachada y el centro de la obra: una elipsis perfecta rematada en una bóveda, con 2.500 metros de murales interiores y once metros de altura. Debajo de esa sala principal, hay un foro de teatro que hasta hace poco albergada representaciones. “Siqueiros quiso que en el Polyforum convergieran todas las artes”, explica con orgullo Esteban Suárez.

Da la impresión de entrar en un santuario o una catedral. Pero en realidad es otra cosa. La acústica del espacio principal es impresionante, el más mínimo susurro se convierte en eco. La iluminación, tenue en el centro, deja todo el protagonismo a las paredes cuyas pinturas, del techo al suelo, emergen en tres dimensiones de la oscuridad para saturar al espectador de rojos, amarillos, verdes y negros que impiden apartar la vista; dos pares de manos gigantescas en cada extremo de la habitación dan la bienvenida al visitante. El dinamismo y la poliangularidad, tan característicos del pintor, hacen que la obra cambie dependiendo desde dónde se contempla. “Siqueiros quería llegar a la tercera dimensión y que la pintura cobrara vida, por eso inventa la escultopintura”, prosigue el nieto de don Manuel.

Detalle de la obra 'La Marcha de la Humanidad', de Siqueiros, donde puede observarse con detalle "La llegada del hombre cósmico".
Detalle de la obra 'La Marcha de la Humanidad', de Siqueiros, donde puede observarse con detalle "La llegada del hombre cósmico".Nayeli Cruz

En los muros está pintada La Marcha de la Humanidad. La obra del muralista cuenta la historia de los pueblos oprimidos, los desastres de la colonización de América, la miseria de la guerra y la salvación del mundo que deja de lado a los falsos líderes para construir una sociedad nueva. Lo que el artista llamó “la llegada del hombre cósmico” que lleva el socialismo y los avances tecnológicos por bandera. Una historia leída de izquierda a derecha que continúa vigente casi 50 años después de su construcción y que consolida la genialidad de Siqueiros como uno de los artistas más excepcionales del siglo pasado.

La atmósfera está cargada de una energía que invade el ambiente casi tanto como el ego del propio artista, quien se representa a sí mismo en esas paredes como el titán Prometeo, desafiante a los dioses. “La postura rígida, el gesto marcial, los músculos tensos. Como si hiciera guardia en el centro del universo”, dice sobre él Julio Scherer en La piel y la entraña, un libro que escribió a partir de entrevistas cuando el maestro estuvo en la cárcel. Si se cierran los ojos, una puede escuchar las palabras del propio Siqueiros cuando fue inaugurado el espacio: “Adelante por este camino interminable que es la gran aventura de nuestra vida, La Marcha de la Humanidad es una marcha total impulsada por el tremendo anhelo de superación que tiene el hombre”.

Vista de 'La Marcha de la Humanidad', obra de David Alfaro Siqueiros.
Vista de 'La Marcha de la Humanidad', obra de David Alfaro Siqueiros.Nayeli Cruz

En un inicio el Polyforum formaba parte del proyecto faraónico de Manuel Suárez para los Juegos Olímpicos de 1968 que incluía la construcción del Hotel de México donde hoy está el World Trade Center. El hotel nunca se terminó y el Polyforum se inauguró en diciembre de 1971, poco antes de la muerte de Siqueiros en 1974. Desde entonces, dos de los grandes problemas que ha tenido el monumento han sido el mantenimiento y la financiación.

Alfredo Suárez, guardián y custodio desde 1985, lo llama “la rifa del tigre”, una expresión coloquial en México para hablar de las dificultades de mantener un edificio así en pie. Solo en la restauración de cinco de los 12 murales exteriores, el empresario dice que gastó 20 millones de pesos (un millón de dólares). “No vea usted lo que come este tigre”, suelta de golpe. “Llevo 35 años manteniéndolo con mis propios recursos, pero había que buscar una fórmula para que se financie solo”, agrega.

El empresario y su hijo quieren desarrollar un proyecto inmobiliario aledaño al Polyforum que combine oficinas, un hotel, viviendas, tiendas y estacionamiento que sirva para mantener de por vida el monumento. Dicen que han tomado como ejemplo lo que hacen otros museos del mundo como el MoMa o el Guggenheim, en Nueva York, o el Louvre, en París. “Ojalá siguiendo el ejemplo del MoMa o el Prado, el nuevo proyecto también tenga un espacio de investigación y restauración y no solo se enfoquen en la venta de departamentos y oficinas”, agrega Mercedes Sierra. No es la primera vez que la familia Suárez trata de sacar adelante un proyecto así. En 2014 se desató la polémica cuando los dueños del espacio quisieron llevar a cabo un proyecto inmobiliario similar que implicaba desplazar el monumento. Historiadores del arte, políticos y vecinos de la zona se opusieron y los permisos fueron cancelados.

Ahora, los Suárez dicen que el proyecto no tocará la obra, que se realizará una restauración completa del interior y el exterior y que se creará una plaza pública para que todo el mundo pueda disfrutar del patrimonio artístico. Esperan que el Gobierno de la Ciudad de México otorgue la última autorización para comenzar en otoño, y estiman que dentro de dos años, el Polyforum podría ser abierto de nuevo al público.

Alfredo Suárez, el guardián del Polyforum, espera poder concluir con esta misión. Sus ojos verdes de asturiano, igual que los de su padre, muestran emoción. “Que México tenga su gran monumento y que pueda conservarse los próximos 100 años. Si lo conseguimos, creo que don Manuel estaría orgulloso y Siqueiros también”.

Alfredo Suárez y Esteban Suárez en el interior del Polyforum Siqueiros.
Alfredo Suárez y Esteban Suárez en el interior del Polyforum Siqueiros.Nayeli Cruz

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Almudena Barragán
Periodista de EL PAÍS en México. Escribe sobre temas sociales con perspectiva de género: desigualdad, violencia y feminismo. Ha trabajado en la sección Verne México y en diversos medios españoles y mexicanos, entre los que destacan El Economista.es y El Financiero Bloomberg. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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