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El último agravio al exilio español

La nieta del socialista republicano Largo Caballero pide que la placa de su abuelo vuelva a su sitio en Madrid

Sonia Largo Valcarce sostiene el busto de su abuelo, el socialista español Francisco Largo Caballero, en su casa en Houston.
Sonia Largo Valcarce sostiene el busto de su abuelo, el socialista español Francisco Largo Caballero, en su casa en Houston.
Carmen Morán Breña

Hija del exilio español, Sonia Largo Valcarce nació y estudió en la Ciudad de México, pero una beca de posgrado la llevó a Estados Unidos donde vive todavía, a sus 68 años. Desde Houston ha visto como el Ayuntamiento de Madrid ha echado abajo la placa con el busto de su abuelo, Francisco Largo Caballero, el histórico socialista que presidió el Consejo de Ministros en plena guerra contra la República española. Quedan así satisfechas las exigencias de la ultraderecha de Vox en la capital. “Se me ha ido el alma al suelo, qué barbaridad”. “Los fascistas están muy agresivos y envalentonados, da miedo ver que en España, como en muchas partes del mundo, estos neonazis salen por todos lados como los hongos”, lamenta por teléfono.

Sonia Largo es la única de la familia que mantiene la llama política de la República allende las fronteras españolas y su relación con la Fundación que lleva el nombre del abuelo en Madrid sigue viva. Este año iba a viajar a España, pero la covid-19 se lo ha impedido. Cuando atiende la llamada de este periódico, una tía materna nonagenaria que vive con ella en Estados Unidos tiene puesta la televisión porque los Reyes están otorgando los premios Princesa de Asturias. “A mí eso no me interesa, yo estoy a otras cosas”.

A ella le duele que el mundo se ha convertido en “una olla hirviendo, llena de problemas económicos, políticos, sociales. "El mundo es injusto, sí, pero no podemos volver al pasado, que es lo que quieren los fascistas de Vox, volver al franquismo, aquella noche tan larga”. No tiene palabras distintas para el PP ni para Ciudadanos, aunque esta formación se descolgó en el último momento de la iniciativa. A martillazos cayó la placa que señalaba en Madrid el lugar donde nació Largo Caballero, y justo el día en que se cumplían 151 años de aquella fecha. “Lo hacen para herir, para poner una daga en el corazón de todos los que defienden y quieren la democracia. Está fríamente calculado”, dice.

En su familia, primero exiliada en Francia y luego en México, siempre se habló de política. Y de España. “Mi padre ni siquiera se nacionalizó mexicano, la idea de volver siempre estuvo presente, y lo hizo, después de muerto Franco, claro”. Y a España viajaba ella hace años a menudo, desde Noruega, donde vivió un tiempo. “Me llama la atención que haya tantos españoles que todavía no sepan la verdad de lo que pasó en la Guerra Civil ni en la dictadura y que encima vayan por ahí dando opiniones basadas en falsedades. La gente está muy mal informada y cree a esos tipejos las barbaridades que dicen. Pensé que España era un país más moderno y europeo”.

A Sonia Largo le ha dolido la “poca contundencia” que ha empleado el Gobierno central, “socialista entre comillas”, para condenar la retirada de la placa. “Mi abuelo fue un líder obrero, sindicalista y político honesto, presidió el PSOE, no era cualquier persona como yo, que no importa si el mundo sabe que existo siquiera… Pero él fue un pionero de aquellos que trataron de hacer una España mejor y me causa tristeza la falta de lealtad que muestra el Gobierno con él”, añade al teléfono. “Si desde el principio no se aplastan estas aberraciones toman mucha fuerza. La memoria histórica hay que explicársela bien al pueblo, informarle de la verdad, porque si no acaban retorciéndola, como han hecho ahora. Qué difícil es gobernar España”.

La ultraderecha amenaza ahora con echar abajo también la estatua de Largo Caballero, “más sindicalista que político, que cometió errores, sí, pero su vida fue un ejemplo de honestidad”. A la ultraderecha que constantemente enarbola el nombre de España, quizá le sirvan de ejemplo estas palabras de Sonia Largo: “Mi sangre es española, no soy mexicana, ni noruega ni estadounidense, yo debí nacer en Madrid, soy muy madrileña, hasta en México fui al colegio Madrid. Por dentro, de corazón, siempre seré madrileña”. De la dureza del exilio y el desarraigo hablan aún estas procedencias vagabundas que buscan, siglo y medio después, el origen en la sangre. Y que todavía se preguntan. “¿Dónde han llevado la placa con el busto de mi abuelo, quién la tiene? Guardo la esperanza de que volverá a su lugar otra vez, porque así lo quiso el pueblo de Madrid cuando la colocaron”.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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