Caracas y la fiesta del “mundo antimperialista”
Venezuela acoge el Foro de São Paulo, que se centra en la defensa del régimen de Maduro y de Cuba
Es difícil escuchar un pronunciamiento de Nicolás Maduro sin una referencia a la noción de imperialismo, un saco en el que el mandatario chavista suele meter todo lo que se aleja de su proyecto político. Estados Unidos, la oposición venezolana, Europa, la mayoría de los Gobiernos americanos, la economía de mercado o los grandes medios de comunicación. Para seguir llenando ese contenedor se celebra esta semana en Caracas el vigésimo quinto encuentro del Foro de São Paulo, una cita concebida en 1990 por el Partido de los Trabajadores de Brasil para alentar el debate de la izquierda tras la caída del Muro de Berlín.
Pese a los profundos cambios del tablero internacional ocurridos desde entonces, las premisas de este cónclave, en el que participan unos 800 delegados llegados desde América, Europa, África y Asia, siguen apegadas a una política de bloques. “Se reúne el mundo antimperialista frente a quienes creen poder controlar el mundo”, resumió el número dos del chavismo, Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente y vicepresidente el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), la organización anfitriona. El foro, que se inauguró este jueves y se desarrolla hasta el domingo, aborda bajo el lema Por la paz, la soberanía y la prosperidad de los pueblos, debates no relacionados entre sí y que, sin embargo, sus promotores tratan de presentar como una única batalla.
“Los objetivos de esta edición se centrarán en los temas de la lucha por la paz en Colombia, por la paz en Venezuela y por el apoyo a los diálogos de Noruega, por la campaña Lula Libre y políticos perseguidos de la región, por el fin del bloqueo económico a Cuba, entre otros asuntos de interés colectivo”, señala un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores. Con la salvedad de los vínculos entre Venezuela y Cuba, son asuntos diferentes que no necesariamente atienden a la misma lógica, aunque se han enmarcado en los últimos años en la agenda de una suerte de eje bolivariano.
Para el Gobierno chavista, debilitado en el escenario internacional y tras seis meses de intenso pulso con la Asamblea Nacional, liderada por Juan Guaidó, el encuentro supone así el enésimo intento de presentar la gravísima crisis institucional y económica que sufren millones de venezolanos como parte de una especie de lucha de resistencia global. Lo dijo el propio Cabello, para el que se trata de “un escenario propicio para mostrar al mundo la realidad del territorio nacional, la cual es manipulada por las corporaciones de la comunicación, campaña arreciada recientemente tras el informe de la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien presentó un texto profundamente lesivo a la dignidad del pueblo venezolano”.
Tras la publicación hace semanas del demoledor informe de la ONU, la oposición accedió a reanudar unas conversaciones con el Gobierno en la isla de Barbados bajo el auspicio de Noruega para discutir una salida negociada. Según Guaidó, es un mecanismo de presión más para lograr la hoja de ruta de la oposición, esto es, la renuncia de Maduro, la formación de un Gabinete de transición y la convocatoria de elecciones libres. El chavismo, sin embargo, que busca un balón de oxígeno, quiere ganar tiempo y convertir esas reuniones en una mesa de diálogo “permanente”.
Mientras tanto, con la complicidad de sus aliados —de Nicaragua, asfixiado por el régimen de Daniel Ortega, a Cuba—, el PSUV intenta convertir la capital venezolana en un símbolo de la defensa de supuestas causas populares. En un país donde el salario mínimo está por debajo de los cinco dólares, la participación en de los delegados en el foro cuesta 10 veces más, 50 dólares. Las distintas organizaciones pagan, en cambio, 250. La cuota incluye alojamiento, comidas y traslados de dos personas por delegación.
Antes de este encuentro, que fue impulsado inicialmente por medio centenar de partidos y colectivos de izquierdas latinoamericanos, Caracas acogió otra cita que pretendía profundizar esa brecha entre la mayoría de los países americanos y europeos y el resto del mundo: la cumbre del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL). Según el Gobierno venezolano, “la segunda organización internacional más importante después de las Naciones Unidas”.
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