Un continente rico con gente pobre
¿De qué nos ha servido ser dueños de buena parte de las materias primas de las que dependen los países industrializados si nos siguen comprando barato nuestro azúcar y nos venden caros los caramelos?
En los dorados años cincuenta, en el esplendor del macartismo, en los inicios de la Guerra Fría, América Latina, instalada en el inmovilismo padecía los horrores de la tiranía en casi 13 de 20 países. Hoy, afortunadamente, con sus notables excepciones, luchamos por la construcción de la democracia en el hemisferio sur. Si bien la proliferación de primates de las más extrañas especies como los Somozas, Trujillos, los Batistas, los Ubicos, los Carías Andinos, los Martínez Hernández, además de otros tantos antropoides, ha venido desapareciendo, en realidad todavía surgen especímenes aislados como parte de una dolorosa herencia del autoritarismo español arraigado entre nosotros durante más de tres siglos.
América Latina es un continente rico con gente pobre. ¿De qué nos ha servido tener gigantescos yacimientos de petróleo, de oro y plata, cobre, estaño y azufre, en fin, la infinita riqueza de nuestro suelo, el calor de nuestro sol, la generosidad de nuestros trópicos, nuestro azúcar, nuestro café, nuestro cacao, nuestras bananas, nuestro tabaco y la inmensidad de nuestros litorales y la belleza de nuestras playas? ¿De qué nos ha servido ser dueños de buena parte de las materias primas de las que dependen los países industrializados si nos siguen comprando barato nuestro azúcar y nos venden caros los caramelos?
El escenario se complica cuando el 1% más rico del mundo posee más de la mitad de la riqueza mundial y el 70%, más pobre, acumula tan solo el 2,7%; es decir, 8 personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, o sean 3.600 millones de individuos. La brecha entre ricos y pobres crece con la angustia de algunos Gobiernos y de millones y más millones de familias atenazadas por la desesperación, la desigualdad, el hambre y la ignorancia.
Si una de cada 10 personas en el mundo sobrevive con menos de dos dólares al día, entonces la terrible desigualdad que tiene sepultada a millones de personas en la pobreza, implica una temeraria fractura de nuestras sociedades, por lo que constituye un atentado en contra de nuestra democracia, en el entendido que este amenazador escenario se ve complicado aún más con la presencia de despreciables tiranos como los Castro, Chávez, Maduro, Daniel Ortega, entre otros populistas más que no caben en este reducido espacio.
Hoy asistimos a la marcha de hondureños que se dirigían a Estados Unidos en busca de pan, de paz, de seguridad y de empleo. No, no creo en las casualidades políticas y, mucho menos, cuando faltan escasamente dos semanas para la celebración de las elecciones intermedias en Estados Unidos en las que, de perder los republicanos el control del Congreso, podría derivarse la afortunada destitución de Donald Trump.
De la misma manera en que existen sólidos indicios de gran poder probatorio en el sentido de que George Bush II urdió y ejecutó una estrategia para derribar las Torres Gemelas con el ánimo de acusar a Al Qaeda, Trump, por su parte, desesperado por la posibilidad de que los republicanos pierdan el control de las cámaras legislativas, bien pudo haber decidido, según el novelista que redacta estas líneas, inventar su propio conflicto para poder culpar a los demócratas de indolencia al no haber aprobado el presupuesto necesario para construir un muro de casi 3.000 kilómetros para separar la frontera entre México y Estados Unidos.
El magnate—presidente, experto en la manipulación de la opinión pública, con tal de impedir el impeachment, bien puede estar financiando la marcha de 7.000 acarreados sepultados en la pobreza, para crear un escándalo mediático urdido para lucrar electoralmente con la “feroz invasión de criminales”, “hordas bárbaras” provenientes del hemisferio sur, verdaderas amenazas para la paz, según él, en Estados Unidos.
López Obrador se equivoca al ofrecer una muy justificada ayuda humanitaria sin prever que su política bien podría propiciar una gigantesca marea humana proveniente del hemisferio sur, y Trump también se equivoca al amenazar con la cancelación de ayudas económicas a Honduras si no se detiene el éxodo que él pudo provocar, cuando debería instrumentar un Plan Marshall centroamericano para crear empleos y riqueza en esas latitudes, de modo que se arraigue a las personas en sus lugares de origen.
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