La nueva izquierda llega debilitada a las elecciones presidenciales de Chile
Está casi descartado que Beatriz Sánchez, la candidata del Frente Amplio, pase a la segunda vuelta en diciembre
La nueva coalición de izquierda chilena, el Frente Amplio, espera con tensión las presidenciales del 19 de noviembre. Su candidata, Beatriz Sánchez, tiene apenas un 8,5% de apoyo, según la encuesta más reciente del Centro de Estudios Públicos (CEP). Aunque se trata de una fuerza política nacida el pasado enero, el porcentaje representa un retroceso con respecto a anteriores mediciones. A poco más de una semana de los comicios, está casi descartado que Sánchez pase a segunda vuelta —que se celebraría el 17 de diciembre si nadie gana por más del 50% en primera vuelta—, como parecía posible hace unos meses.
Todo indica que en el probable balotaje de diciembre se medirán el expresidente de derecha Sebastián Piñera (con el 44% del respaldo) y el candidato oficialista, el senador Alejandro Guillier (19,7%). Para una fuerza política nueva como el Frente Amplio, compuesta por una docena de partidos y movimientos diversos, se trata de un momento complejo. Existen incluso dudas sobre la viabilidad de su existencia después de las presidenciales. La coalición no ha resultado ser el fenómeno electoral arrollador que prometía, al menos de acuerdo con las encuestas. En sus primarias de comienzos de julio, por ejemplo, convocó a 327.000 adherentes, un número mucho menor al que la derecha movilizó, con 1,4 millones de electores.
El Frente Amplio, que pretende sobrepasar por la izquierda a la descompuesta Nueva Mayoría, la fuerza de la presidenta Michelle Bachelet, tendría un peso similar que el que tuvo la izquierda no oficialista durante los 20 años de Gobiernos de la Concertación (centroizquierda, 1990-2010). Sigue siendo una fuerza minoritaria integrada por sectores universitarios que, como han reconocido algunos de sus líderes, hasta ahora no ha logrado conectar con las mayorías que pretenden representar.
En sus nueve meses de vida, la nueva coalición ha sufrido divisiones internas y bochornosos enfrentamientos públicos entre sus dirigentes, como el que protagonizaron tras las primarias el exprecandidato presidencial Alberto Mayol y el diputado Giorgio Jackson, del partido Revolución Democrática. Han sido golpes duros para un conglomerado que aspiraba a renovar la política con nuevas prácticas. La candidata Sánchez reconoció ayer el daño que ha provocado la crisis interna. "He salido herida", señaló la periodista en una entrevista radial.
Segunda vuelta
Pero las tensiones del Frente Amplio radican, sobre todo, en la estrategia para la segunda vuelta. No quiere repetir el error de Marco Enríquez-Ominami en 2010 cuando, con un 20% de respaldo, apoyó de forma errática y tardía al candidato del centroizquierda, el expresidente Eduardo Frei, que finalmente perdió ante Piñera en el balotaje. Fue el comienzo de la debacle de Enríquez, que este año se presenta a su tercera elección con un 4,6% de respaldo, según el CEP. Pero la decisión de apoyar al candidato Guillier para evitar un Gobierno de la derecha tiene riesgos importantes para el Frente Amplio, que apuesta por tomar distancia de la transición democrática, de los líderes de la Concertación y del Gobierno de Bachelet. El diputado Gabriel Boric, uno de los líderes de la nueva coalición, señaló hace unas semanas que esta no entrará en la “la lógica vacía” de unirse sin razones de fondo contra la derecha.
Con posibilidades de elegir entre ocho y 12 diputados, y conformar por primera vez una bancada en el Congreso, el Frente Amplio tiene a tres de sus líderes ubicados entre los políticos mejor valorados del país, aunque Piñera les haya arrebatado el primer lugar en el listado que confecciona el CEP. Tras el expresidente y el senador Guillier están Jackson y Boric, ambos exlíderes del movimiento estudiantil de 2011, de 30 y 31 años, respectivamente. La candidata Sánchez se ubica en el quinto lugar. De defraudar a parte de su electorado, que no quiere llegar a acuerdos con el centroizquierda oficialista, la coalición pone en riesgo su mejor capital para el futuro: la credibilidad de sus figuras públicas que siguen contando con popularidad.
Debido a los conflictos que ha debido enfrentar en su corta existencia y sobre todo a las diferencias fundamentales entre los movimientos y partidos que lo conforman, no resulta evidente que el Frente Amplio pueda proyectarse en el tiempo y lograr su objetivo de superar a la desintegrada Nueva Mayoría de Bachelet. De cualquier modo, sus dirigentes en víspera de la votación apuntan a conquistar ese 50% del electorado chileno que habitualmente no concurre a sufragar.
Un país derechizado
Aunque la alta abstención en un sistema de votación voluntaria y un nivel de indecisos de un 36% podrían causar sorpresas en las elecciones presidenciales del 19 de noviembre, la derecha del exmandatario Sebastián Piñera corre con ventaja con respecto a los otros siete competidores.
De acuerdo con la última encuesta del CEP, un 60% de los consultados cree que el expresidente ganará los comicios. Medido en una posible segunda vuelta con el candidato del centroizquierda, el senador Alejandro Guillier, Piñera obtiene un 39,4%, contra un 27,2% del parlamentario.
En los cuatro años de la Nueva Mayoría, la coalición que ha abarcado de la Democracia Cristiana al Partido Comunista y que se formó bajo el liderazgo de Michelle Bachelet, el país se derechizó. Si en 2013 un 14% de los chilenos se identificaba con la derecha, ese porcentaje ha subido a un 20%, de acuerdo al sondeo del CEP. Quienes se identifican con la izquierda, a su vez, han bajado de 25% a 16%, y con el centro, del 35% al 28%.
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