¡Iberoamérica se independiza al mismo tiempo!
Resulta curiosa la simultaneidad entre el arresto de Fernando VII en 1820, la imposición de la Constitución de Cádiz y la independencia de las colonias americanas de España
Llama poderosamente la atención el hecho de que las guerras de independencia de las colonias americanas en contra de España se hayan llevado a cabo en un plazo de cinco años, o sea de 1820 a 1825, en términos generales. Raro, ¿no? La Constitución de Cádiz de 1812 redactada durante la invasión napoleónica en España, fue derogada con la salida del emperador francés y su armada imperial y el regreso al trono español de Fernando VII, el famoso Narizotas, en 1814. Dicho supremo texto legal, de extracción progresista, se trató de imponer nuevamente a partir del año de 1820, en la inteligencia que dicho soberano había sido otra vez depuesto del cargo y se encontraba secuestrado en manos de españoles liberales de aquellos años.
La Constitución de Cádiz contenía un sinnúmero de disposiciones anticlericales, no extremistas, desde luego, que amenazaban un tanto el patrimonio, como los derechos políticos de los sacerdotes pertenecientes a la Iglesia católica. Resultaba inadmisible la libertad de expresión. “¡Un horror…!”.
Las colonias iberoamericanas, conscientes que tarde o temprano la propia Constitución de Cádiz se aplicaría en la América española, con los consecuentes perjuicios para la Iglesia católica, ésta que cogobernaba junto con el virrey, decidió romper con España de tal modo que no se corrieran los mismos riesgos que en la metrópoli. La Carta Magna fue de aplicación efímera en Iberoamérica. Iturbide, emperador y padre de la independencia de México, declaró en 1821: “La guerra de independencia se llevó a cabo para preservar los intereses del clero católico”.
En ese orden de ideas surgieron simultáneamente diferentes líderes militares y políticos, dispuestos a romper las cadenas que los unían con la madre patria. Así aparecieron en dichos escenarios personajes, camuflados o no, como el propio Iturbide, Simón Bolívar, Sucre y O’Higgins, entre otros tantos más.
La tesis central consiste en demostrar, imposible en este breve espacio, cómo el Papa, dándose cuenta que de aplicarse la Constitución de Cádiz ésta afectaría no sólo a la Iglesia española, sino a todas las iglesias iberoamericanas, que se verían severamente lastimadas al aplicarse una legislación completamente inconveniente para sus intereses económicos y políticos, razón por la cual, giraría instrucciones secretas para que todas las iglesias católicas acreditadas en los territorios americanos promovieran la independencia de España y de esta manera evitar el naufragio de los bienes y derechos clericales en los ricos territorios americanos, fuentes abundantes de limosnas y de negocios para la Iglesia católica romana.
Resulta sorprendente demostrar la simultaneidad de los movimientos de independencia de España en toda América Latina, la mayoría partir de 1820 a 1825, por lo que no es difícil suponer que el propio Papa hubiera ordenado la independencia de la corona española de dichos países americanos antes de que se vieran afectados irreversiblemente por la legislación gaditana.
De que se hundiera la iglesia española con todas las colonias iberoamericanas a que sólo se perdiera el patrimonio eclesiástico español, el peninsular, obviamente se decidió independizar de la metrópoli a las colonias para evadir la aplicación de la legislación de Cádiz y así salvar el patrimonio de la Iglesia católica en los gigantescos territorios americanos.
¿Independencia de México? ¡1821! ¿De Colombia? Las campañas finales independistas en ¡1821 y 1823! ¿Venezuela? 1823, con la batalla de Maracaibo. ¿Bolivia? ¡1825! ¿Perú? ¡Firma su acta de independencia en julio de 1821!
Es evidente que las ciencias sociales por definición no son exactas y que bien podrían existir diversas excepciones a la regla, sin embargo, resulta muy curiosa la simultaneidad entre el arresto de Fernando VII en 1820, la imposición de la Constitución de Cádiz y las consecuentes independencias de las colonias americanas de España, la inmensa mayoría ejecutadas en un quinquenio, por más que las guerras de independencia ya se hubieran iniciado desde 1810 o antes, como resultado de la invasión napoleónica a la metrópoli. Lo cierto es que el rompimiento final con la corona española se da paradójicamente en el contexto político antes expuesto, en donde queda evidenciada, de nueva cuenta, la injerencia clerical católica, ciertamente retardataría y perjudicial, en la historia y en el desarrollo de América Latina, tal y como acontece hasta nuestros días.
Continuará.
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