La difteria vuelve a matar en Venezuela
La enfermedad, erradicada en el país hace 24 años, ha reaparecido. Los médicos aseguran que hay al menos 20 muertos en los poblados del sur pero el Gobierno lo niega
Los muertos de la difteria son despedidos en urnas selladas, en velatorios breves y ante un reducido número de dolientes. Solmaira Melville rogó en una funeraria abrir el ataúd para ver a su hija, fallecida por la enfermedad, antes de ser sepultada. Nadie accedió a la petición de la acongojada madre, el miedo al contagio se ha extendido en el Estado de Bolívar (sur de Venezuela).
La difteria, erradicada hace 24 años en el país, ha resurgido. El brote, aún de dimensiones desconocidas, se ha propagado desde la comunidad indígena de San Antonio Roscio, en el municipio Sifontes, hasta otras regiones de Bolívar. Hasta hace 13 días la ministra para la Salud, Luisana Melo, admitió cuatro casos y dos decesos por la enfermedad. “No son ciertas las 23 muertes [atribuidas por médicos]. Eso es totalmente falso. Está todo controlado, ya se realizó el cerco epidemiológico y se aumentó la estrategia para la vacunación de la población”, dijo.
Sin embargo, en los centros sanitarios, los pueblos y los cementerios se dice que la difteria se ha extendido. Por la sala de Pediatría del Hospital Raúl Leoni, el principal del sur de Bolívar, no camina cualquiera. “No hay acceso. Solo se atienden casos sospechosos de difteria”, advierte una vigilante, mientras se ajusta la mascarilla que le cubre la nariz y la boca.
Miguel Espinoza y Gregoria Rodríguez llevaron a Abismael, el penúltimo de sus ocho hijos, a este hospital hace un mes. “Tenía tos, fiebre y dolor en la garganta. En un ambulatorio nos dijeron que era amigdalitis, pero pasaban los días y empeoraba. Por eso lo llevamos al hospital, allí murió”, relata el padre. Su certificado de defunción —al igual que el de otros tres niños: Saraí Bastardo, Dariervys Brazón y Jhoangely Ochoa— indica que la causa de la muerte es la difteria. “No sabemos cómo se contagió, aunque uno de sus amigos del barrio también ha tenido la enfermedad”, dice Rodríguez.
Las personas no vacunadas o con un menguado sistema inmunológico son los más vulnerables a esta enfermedad contagiosa, provocada por una bacteria y que afecta de manera grave a las vías respiratorias. En la casa de Solmaira Melville y Carlos Bastardo —a 11,2 kilómetros del barrio de la familia Espinoza Rodríguez— desconocían la existencia de la enfermedad hasta la muerte de la menor de sus hijas, Saraí. “Nadie nos había informado de esto. Pensamos que mi bebé, de 10 meses, tenía asma. Nunca la vacunamos porque al llevarla a los ambulatorios nos decían que se habían agotado las dosis”, dice la madre de la niña.
El reino del paludismo
El paludismo se ha enclavado hace más de una década en el Estado de Bolívar. La enfermedad, transmitida por un mosquito, ha reaparecido en las minas de esta provincia sureña tras 55 años de haberse erradicado en Venezuela.
Hasta finales del año pasado se registraron 105.757 casos en este país, una cifra récord desde que estalló esta epidemia de paludismo en 2013. Pero la Red Defendamos la Epidemiología -suscrita a la ONG Observatorio Venezolano de la Salud- calcula que entre enero y agosto se han alcanzado más de 130 mil casos de contagiados por la enfermedad.
Existe vacuna contra la difteria —normalmente administrada junto a la del tétanos y latosferina y ocnocida como DTP3—, y los médicos recomiendan poner tres dosis antes de cumplir el primer año de edad. El médico y exministro de Sanidad José Félix Oletta achaca la reaparición de la enfermedad en este país sudamericano a las brechas en los programas de inmunización. “El 90% de la población debe estar vacunada para evitar una epidemia, pero en la última década no se alcanzó esa cobertura en Venezuela”, explicó.
Según la Organización Mundial para la Salud (OMS), la cobertura de vacunas mundial contra la difteria alcanzó un 86% en 2014. Para ese año, 129 países tenían el 90% o más de cobertura contra la difteria, tétanos y tosferina. “Venezuela no estaba en esa lista. No se ha cumplido con esta meta en la última década. Hasta el mes de julio había un riesgo alto [de un brote] en al menos siete estados del país”, agrega Oletta.
Pero las condiciones del Estado de Bolívar, fronterizo con Brasil y Guyana, son aliadas de las epidemias. En esta región abundan las minas ilegales. Muchas están afincadas en zonas selváticas, plagadas de campamentos donde conviven familias hacinadas y dominadas por mafias armadas.
R.G. y M.B., una pareja de mineros, han llegado a un centro médico al sur de Bolívar para ser diagnosticados. Hace un mes, uno de sus tres hijos murió tras haber tenido los síntomas de la difteria: tos, amígdalas inflamadas y dificultad para respirar. Los padres tienen ahora el mismo cuadro clínico. “Esperamos la confirmación del caso, pero el niño no estaba vacunado”, dice la madre.
Casi la totalidad de las pruebas de esta población son trasladadas al Instituto Nacional de Higiene en Caracas. “Muchas veces no llega el resultado a tiempo. Eso complica la situación, pues no podemos obligar a las personas sospechosas a permanecer en los ambulatorios u hospitales”, dice un doctor que quiere mantener el anonimato. R.G. y M.B. han vuelto a las minas tras un día internados.
El Gobierno no ofrece datos actualizados sobre la difteria, la divulgación de la información depende de la disposición de las autoridades. Entretanto, la Asamblea Nacional —controlada por la oposición— ha solicitado sancionar a la ministra de Salud por la falta de “transparencia” y su responsabilidad en el inadecuado manejo de lo que califican como una epidemia.
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