El hospital interminable de Veracruz
La construcción de un centro pediátrico, que lleva empantanado desde 2010 y se ha comido el doble de la financiación prevista inicialmente, encarna la desquiciante gestión económica del Gobierno de Duarte
Dayro Donovan espera su turno en el hospital con la cabeza apoyada sobre el regazo de su madre y los pies colgando por el borde del sofá. Es uno de esos mediodías de primavera tropical en el Puerto de Veracruz. Dentro de la planta de pediatría hace 41 grados. Dayro y su madre se abanican con una revista y el sofá tiene cuatro desconchones por los que asoma la gomaespuma amarilla como esas raíces que revientan el asfalto en busca de oxígeno. “Lleva días con temperatura y no quiere comer”, cuenta la madre. Los médicos le extirparon hace tres años un tumor del tamaño de una ciruela colocado entre la vejiga y el recto. Han venido a una revisión pero ya les han avisado que tendrán que volver a probar suerte mañana.
El Hospital de Alta Especialidad es el único centro estatal de la ciudad –500.000 habitantes– al que pueden acudir niños como Dayro. Debajo de varias camas, el suelo es de arenilla porque las baldosas también se levantaron y llevan meses sin arreglar según los pediatras del centro. El aire acondicionado central hace dos años que tampoco funciona y los médicos han tenido que comprar con su dinero algunos aparatos para refrescar las minúsculas habitaciones que comparten seis pacientes.
Pegada al edificio del hospital hay una torre blanca, limpia y cerrada. Un megacentro médico especializado en pediatría de 10 plantas que sobre el papel iba a contar con más de 200 camas, ocho quirófanos, un pabellón dedicado a quemaduras, áreas de nefrología, oncología, hemodiálisis y quimioterapia. Fidel Herrera, el anterior gobernador Veracruz, bautizó la Torre Pediátrica a pie de obra en noviembre de 2010, al filo de terminar su mandato. Tocado con un casco blanco anunció que dejaba todo atado como en un testamento. La financiación había llegado –11 millones de dólares, de los cuales el 90% eran fondos federales– y la torre debía estar lista en 2012 para funcionar como un apéndice del hospital.
Seis años después de la fecha prevista para la inauguración nadie en Veracruz acierta todavía a decir ni el tiempo ni el dinero que falta
Seis años después nadie en Veracruz acierta todavía a decir con seguridad ni el tiempo ni el dinero que falta. “No hay pacuando. Estos hicieron lo de Noe pero para fuera. Sacaron toda la lana en vez de meterla”, dice una vendedora de periódicos a la puerta del edificio. Tanto el Gobierno y como la dirección del hospital han declinado participar en este reportaje. Las únicas pistas son las difusas declaraciones del secretario de salud, Fernando Benítez Obeso, a la prensa local el pasado enero. “Esperemos que quede en este año. Ya a finales, yo creo que esto llevaría más o menos como por septiembre u octubre”. Además de los retrasos, constatados año a año por el auditor estatal, el proyecto ha engullido el doble de la financiación prevista al inicio. Entre 10 y 12 millones más, según las cábalas del secretario de Salud.
La torre interminable encarna la desquiciante gestión económica del actual Gobernador, Javier Duarte. Veracruz es el cuarto estado más endeudado de México. Durante su cinco años de mandato, la bolsa se ha multiplicado por tres y su equipo económico está en el punto de mira tras haber sido detectadas irregularidades en la gestión de recursos federales –desvíos de fondos, duplicidad de pagos, obras no realizadas– por 2.000 millones de dólares. Funcionarios y miembros del Gobierno de Duarte acumulan hasta 21 denuncias por corrupción.
La concesión de la obra fue otorgada a la constructora Gran Marca Proyectos. Desde la empresa prefieren guardar silencio por prudencia ante los negocios que aún mantienen con la Administración veracruzano. “El clima entre muchos empresarios es de pesimismo y resentimiento”, apunta Augusto Zamora Lara, ex presidente de la Asociación de Constructores de Veracruz (Acevac). La deuda con los contratitas y proveedores también ha ido engordando. Solo en el último año se ha duplicado y alcanza los 200 millones de dólares. “Estamos exigiendo que el Gobierno cumplan los contratos. El siguiente paso es poner una demanda, pero son procesos largos a los constructores lo que les urge es cobrar. La mayoría de las veces aguantan y esperan”, añade el empresario.
A Dayro, también le toca seguir esperando su turno en el antiguo hospital. Su madre confía en que los dolores de tripa y las décimas de fiebre de su hijo sean culpa de algún ceviche al que tardaron en devolver a la nevera. “Y sí es otra vez el tumor, pues ojalá que ahorita sí lo lleven al nuevo. Este está ya un poquito chafa”, dice sin dejar de abanicarse ni de sonreír.
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