Las elecciones en Perú refuerzan el cambio político en Latinoamérica
El Congreso peruano pasa a tener un dominio claro de la derecha fujimorista y el liberalismo
Perú, un país de historia convulsa, siempre ha tenido dinámicas propias dentro de Sudamérica. Pero los resultados de la primera vuelta de las presidenciales del domingo muestran que este país consolida una tendencia iniciada en Argentina en noviembre, continuada en Venezuela y rematada ahora aquí a la espera de lo que suceda en Brasil: un giro claro a la derecha que acaba con la era dorada de la izquierda latinoamericana. Aunque no ganara Keiko Fujimori en segunda vuelta, va a controlar el Congreso, que se eligió el domingo. Y el otro candidato, Pedro Pablo Kuczynski, es un liberal de centro-derecha. El grupo de izquierda de Verónika Mendoza, incluso aunque entrara de rebote en segunda vuelta –el recuento al 80% apuntaba lo contrario- solo tendría 21 escaños de 130.
Aunque en Perú nadie considera ya a Ollanta Humala de izquierdas por su política económica liberal, el actual presidente fue elegido así en 2011, como un líder de la izquierda que se declaraba amigo de Fidel Castro y Hugo Chávez. Eran otros tiempos, la izquierda latinoamericana vivía aún sus momentos de mayor éxito y la victoria de Humala en Perú frente a Keiko Fujimori se consideró internacionalmente como un nuevo hito de esa ola. Entonces, aunque la segunda vuelta fue muy disputada, Fujimori se quedó en un 23,5% de los votos en la primera mientras Humala lograba un 31,6%. El liberal Kuczynski, que también se presentó, llegó al 18%.
Las cosas han cambiado mucho desde ese día. Humala empezó a alejarse de la izquierda antes incluso de ganar. En la campaña de la segunda vuelta recibió el apoyo de Mario Vargas Llosa y garantizó, para frenar la campaña que lo asociaba con el chavismo, que no cambiaría las líneas maestras de la política económica liberal. Y no lo hizo. Perú siguió siendo una isla de ortodoxia en la que se hacían grandes negocios y la economía crecía mucho y bajaba la pobreza, aunque la población no llegaba a sentir de todo ese boom y se iba gestando un malestar que ahora puede acabar dándole el poder a Fujimori. “La gente pasa de ganar 800 soles (206 euros) a 1.200 soles (310 euros), formalmente sale de la pobreza, se compra un televisor a plazos, pero la vida no le cambia mucho, la educación y la sanidad sigue mal y la calidad de vida no mejora. El Estado no le resuelve sus problemas. De ahí el fastidio a pesar de que la economía peruana está incluso mejor de lo previsto a estas alturas”, señala David Rivera, director de la revista mensual Poder.
Las cosas han cambiado mucho desde que ganó Humala en 2011. Su partido, que controla el Congreso, está desarmado y no ha logrado ni siquiera presentar candidato. Él parece ya una pequeña gota en la historia peruana, con la valoración por los suelos. Nadie le hace caso. Y el giro a la derecha se ve en los resultados del domingo. Si Keiko tuvo en 2011 un 23% frente al 31% de Humala, ahora va a estar cerca del 40%, lo que la coloca como gran favorita. Pero más significativo aún es el Congreso. Los Fujimori –Kenji, el hermano pequeño, es el congresista más votado de Lima- pueden tener finalmente unos 65 parlamentarios de 130, según las estimaciones con el recuento ya muy avanzado. El grupo del liberal PPK tendría otros 23 y otro de centro-derecha como el APRA llegaría al 11. En el otro lado, el partido de Mendoza, Frente Amplio, se quedaría con unos 21. Por eso aunque hubiera pasado a segunda vuelta tendría muchísimas dificultades para gobernar. Y aun así, esos 21 se considera un resultado histórico porque venían de la nada.
La política peruana es tan extraña que en realidad todo podría haber cambiado con pequeñas variaciones. La eliminación de varios candidatos es la que ha permitido que a última hora Kuczynski, que estaba casi desahuciado, pueda ser presidente si agrupa todo el antifujimorismo y la izquierda le vota como mal menor. Pero además hay otra clave. Mendoza se ha convertido en una revelación de la izquierda latinoamericana a sus 35 años, es seguida también con interés en España y tiene todo el futuro por delante. Muchos dicen que dentro de cinco años podría ser presidenta por su tirón popular y su biografía intachable. Y se va a quedar a muy pocos puntos de entrar en segunda vuelta. Menos del 4 al 80% escrutado, una distancia que bajará al final. El candidato en prisión preventiva por presunta corrupción, Gregorio Santos, que es de izquierda, ha sacado alrededor de un 4% y ha ganado en su provincia, Cajamarca, donde es un héroe que lucha para oponerse a las grandes mineras. Si no se hubiera presentado, esos votos habrían ido a Mendoza y la historia sería muy diferente.
Las cosas han cambiado mucho desde que ganó Humala en 2011. Su partido, que controla el Congreso, está desarmado y no ha logrado ni siquiera presentar candidato
“Lo que ha pasado es que en el último momento se ha movilizado la derecha para que no entrara Verónika y unos cuantos votos de Barnechea (de centro) se han pasado a PPK y así nos han superado. Pero esto es mucho más de lo que se podía esperar hace unos meses, es algo histórico”, sentenciaba a pocos metros del escenario donde hablaba Mendoza un histórico dirigente de la izquierda peruana y ahora probable parlamentario, Manuel Benza Pflucker. Barnechea, indignado, hablaba en la noche electoral de la “izquierda infantil” en referencia a Mendoza. Sus votos han sido claves para que ella no pasara.
“El resultado de Mendoza, aunque no pase, es un éxito. Arrancó en el 1%”, explica el analista político Santiago Pedraglio. A la izquierda se le está abriendo un espacio propio que antes no tenía. Mendoza es claramente una persona de izquierda. Humala venía de una tradición de nacionalismo militar aunque se apoyó en la izquierda para ganar. La izquierda peruana se disolvió en los 90, dividida. Y si no fuera por el voto de Santos habría podido entrar”, asegura. Pedraglio, como todos los analistas peruanos, recuerdan que para entender el éxito de Fujimori no hay que pensar solo en el buen recuerdo de la política asistencialista de su padre entre las clases populares. Ella, desde que perdió en 2011, ha hecho un trabajo para construir un partido en todos los pueblos del Perú. El fujimorismo es ya el gran partido peruano y no tiene rival. Sus medios son abrumadores si se compara con la campaña casi amateur y voluntarista de Mendoza.
Ahora queda una dura batalla en segunda vuelta que girará en torno a fujimorismo y antifujimorismo. Por eso Keiko ya en la noche electoral hablaba de “reconciliar al país”, para intentar frenar ese voto de rechazo. Pero la imagen de su padre encarcelado, su autogolpe, su autoritarismo y su corrupción es muy fuerte. Ella se ha comprometido a no repetir sus terribles delitos y a no buscar la reelección si gana. Queda por saber cuántos millones de peruanos le creen. Lo que es seguro es que gane ella o Kuczynski, Perú estará en el grupo cada vez más numeroso de países latinoamericanos que siguen la ortodoxia económica.
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