Tengamos la mesa en paz: algunos trucos infalibles para que los niños conserven las formas (y el apetito) a la hora de comer

Frente a acaloradas negociaciones para que los más pequeños coman, existen sencillas pautas que podemos aplicar en casa para compartir el almuerzo o la cena sin mayores dramas. Recogemos algunos de la mano de IKEA y su estudio ‘Hogares con Psicología’.

IKEA - mesa con niños

Aunque la cocina haya conseguido fusionar platos de diferentes partes del mundo o encontrado el equilibrio entre los ingredientes más incompatibles, la combinación comida y niños todavía puede llevar al límite la paciencia, incluso la fe, de los mejores cocineros. Se necesitan muy pocos ingredientes para que una comida sencilla se transforme en una acalorada negociación: discursos sobre los superpoderes de un alimento, alabanzas excesivas por platos que ni a nosotros nos convencen, premios a cambio de unos cuantos bocados… ¿Por qué para algunos niños comer es un auténtico reto?


“Normalmente, es miedo”, apunta Carolina Imedio, pediatra y coach de Salud y Nutrición familiar en el Centro Creciendo Madrid. “En ocasiones son niños que tienen un problema de integración sensorial y determinadas texturas u olores les provocan sensaciones muy desagradables. Aseguran que no pueden llevárselo a la boca porque les da asco, e incluso miedo, no saber qué sensaciones que les va a generar”, resuelve la experta en este nuevo episodio de Mañana empiezo, el podcast dirigido y presentado por Elia F. Granados.

Rebajar la tensión en la mesa y trabajar la confianza son los primeros pasos que recomienda la pediatra en esta aventura gastro. “El lenguaje de la mesa suele ser muy instructivo, estamos constantemente dándoles órdenes que a menudo tienen el efecto contrario. Yo siempre abogo por un lenguaje de preguntas abiertas que le demuestren que nos interesamos por su experiencia en la mesa y que generen curiosidad por los alimentos”. No se trata de cederles el control de su alimentación, pero la flexibilidad puede ayudarles a mejorar su relación, como ofrecerle varias alternativas saludables o que, en ocasiones, decidan ellos el menú. “Cada niño tiene un ritmo distinto y, antes de recriminárselo, observemos por qué se está comportando de esta manera —insiste Imedio—. Hay que intentar ser lo más neutral posible. Saben que la expectativa de sus padres es que coman, incluso que su estado emocional depende de ello, y eso es mucha carga para un niño”.

Lo siguiente que tenemos que tener claro es que a comer también se aprende. “Muchos de los niños que son selectivos con la comida tienen la autoestima muy baja, se ven distintos al resto, no entienden qué les pasa… A mí me gusta hablar con ellos para que entiendan que es una cuestión de aprendizaje: siempre les digo que seguro que hay niños de su clase a los que les cuestan las matemáticas, y que a ellos les está pasando lo mismo con la comida, pero que son capaces”, apunta la pediatra, que propone extender la lección a esos padres que creen haber fallado en su misión. Porque hay muchos factores que influyen a la hora de que nuestros hijos sean mejores o peores comensales: la genética, las intolerancias, las enfermedades, el entorno o, por supuesto, la suerte; y ni la culpabilidad ni la presión paternal van a cambiarlo.

Cada cocina requiere su propia ordenación del espacio para responder a las necesidades de todos los comensales. También de los más pequeños.
Cada cocina requiere su propia ordenación del espacio para responder a las necesidades de todos los comensales. También de los más pequeños.

En lo que la mayoría de los niños coinciden es en sus preferencias. Las verduras se les resisten incluso a los mejor predispuestos, mientras que a “los alimentos blancos y beige” –pasta, arroz, patatas, galletas–, no suelen poner resistencia. “Tienen un sabor y un color muy neutro, no hay sorpresas y son muy fáciles de manejar”. No es la casualidad que la pediatra se refiera a ellos por su color u aspecto. Nos alimentamos a través de los sentidos, lo que significa que más allá de la comida, todos los elementos que giran en torno a la mesa, influyen a la hora de tener una comida en paz.

Mobiliario autónomo

El diseño de una casa puede empoderar o limitar a los niños. “Una de las claves en el desarrollo y educación de los más pequeños es que el mobiliario esté adaptado a sus necesidades y sea evolutivo”, confirma Icíar García, responsable de la estrategia de interiorismo de IKEA, apoyándose en el estudio Hogares con Psicología, una investigación realizada por la firma y el Consejo General de la Psicología de España, que revela cómo las características de un hogar impactan directamente en el bienestar de quien lo habita. “Si queremos fomentar que sean ordenados, los muebles donde guardan sus juguetes tienen que estar a su altura para que aprendan a hacerlo de manera autónoma. Si queremos que coman solos, su mesa, silla y vajilla tienen que permitirle hacerlo a su manera, sentarse cuando quieran comer y levantarse cuando han terminado”. La experta apuesta por muebles evolutivos: “Evitan que los progenitores tengan que gastar demasiado cambiando los muebles según crecen sus hijos o que tengan que elegir un mueble no apto para su edad solo porque ‘va a durar más tiempo”.

Que sientan su propio espacio y dispongan de una vajilla personal adaptada a sus necesidades es clave para que los niños se sienten más a gusto en la mesa.
Que sientan su propio espacio y dispongan de una vajilla personal adaptada a sus necesidades es clave para que los niños se sienten más a gusto en la mesa.

Una mesa conciliadora

“Sentarse a la mesa con los niños es importante en el día a día, sobre todo, porque lo relacionamos con una rutina de alimentación y con un orden, ya que cada uno tiene un sitio y asientos determinados”, apunta García. Eso no significa que tengamos que poner en riesgo la decoración del hogar. La experta propone apostar por mesas redondas, o de puntas redondeadas, para garantizar la seguridad de los pequeños y, hacer ciertas concesiones estilísticas en las tronas o sillas que van a utilizar. “Puede ser algo divertido que nos ayude a jugar con ellos, por ejemplo, los bancos corridos son también una buena opción para que se sienten”.

La integración es la clave. Incluso cuando tienen su propia vajilla, es fácil encajarla con el resto de la mesa si jugamos con las combinaciones. “Bastará con elegir el color del menaje que más nos encaje o poner manteles y textiles que combinen con ellos”, puntualiza García.

Hacer partícipes a los más pequeños en la elaboración del menú contribuye a que pierdan los prejuicios frente a la comida.
Hacer partícipes a los más pequeños en la elaboración del menú contribuye a que pierdan los prejuicios frente a la comida.

Hacerlos partícipes

La mejor forma de aprender a comer es saber de primera mano qué es lo que se está comiendo. Que los pequeños nos ayuden a preparar la comida es una forma de mejorar su relación con los alimentos y rebajar el tedio o la presión que le supone enfrentarse al plato. “Para implicar a los niños en el proceso de cocinar es importante que tengan las cosas a mano, para que puedan cocinar sin ninguna limitación; por ejemplo, un escalón para que lleguen cómodamente a la encimera o fregadero les servirá de mucha ayuda para poder amasar mejor o fregar los cacharros que utilizan y que se sientan seguros”. Para meterlos en su personaje y, sobre todo, que no se manchen, la interiorista de IKEA propone proveerlos de sus propios accesorios, como un delantal a medida.

¿La mesa es sagrada? No siempre. El juego también facilita la integración de los distintos miembros de la familia.
¿La mesa es sagrada? No siempre. El juego también facilita la integración de los distintos miembros de la familia.

Aprender alrededor de la mesa

Los niños no solo van ganando autonomía a la hora de comer: sus primeras responsabilidades y tareas cotidianas también comienzan alrededor de una mesa. ¿Qué elementos nos pueden ayudar para que sea sencillo, o incluso, divertido para ellos, ayudar a poner la mesa o recoger? “También ayuda el tener a mano en una zona de la cocina a su altura todo el menaje que utilizan ellos para que les sea más fácil”, resuelve la experta. “En el caso de los más pequeños, podemos empezar con un menaje de plástico, usando colores, para que sea además de seguro, divertido”.

Improvisar un picnic en la terraza, el balcón o el jardín contribuye a romper la rutina y puede convertir la hora de comer en toda una aventura.
Improvisar un picnic en la terraza, el balcón o el jardín contribuye a romper la rutina y puede convertir la hora de comer en toda una aventura.

Un pícnic improvisado

Si la mesa significa rutina y orden, con un simple cambio de contexto también podemos cambiar su percepción de ‘obligación’ a ‘entretenimiento’. “Lo bonito de sentarse a la mesa en el día a día es poder romper con esta rutina e improvisar espacios para organizar una merendola viendo una película o sorprenderles con un pícnic en el balcón, terraza o jardín. Para estos sitios improvisados nos bastará con una bandeja o un carrito con ruedas para preparar todo lo necesario”.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS