La tarta de queso tiene abuela: cuatro recetas de antepasadas del ‘cheesecake’

Flaonas, almojábanas, kinafas... Buceamos en la historia del postre que arrasa en pastelerías y restaurantes para rescatar algunas de sus más exquisitas predecesoras

'Kinafa', la tarta de queso que querrás probarSanjay Borra (Getty Images)

Aunque se haya convertido en un postre adorado y repetido hasta rayar la categoría de plaga gastronómica, la tarta de queso es todo menos moderna. Esa combinación tan grata al paladar de suavidad, dulzor –idealmente– moderado y el umami que proporciona el ingrediente protagonista, lleva en realidad miles de años creando afición. Las tartas de queso actuales son las descendientes de una golosina milenaria de la que se conservan recetas con más de veinte siglos: vamos a recorrer algunos hitos de su evolución y, de paso, a recordar algunas variantes deliciosas.

Un cestillo para desuerar hallado en un yacimiento arqueológico en la región central de Polonia es el objeto más antiguo relacionado con la elaboración de queso, y tiene 5.500 años. Es muy probable que los primeros quesos se obtuvieran de forma accidental mucho antes; hace 10.000 u 11.000 años, cuando se inicia la domesticación de ovejas y cabras. Al usar odres de piel o estómagos de chivos y corderos como recipientes para la leche del ordeño, las bifidobacterias o el cuajo que pudieran quedar en su interior habrían bastado para provocar la fermentación láctica (ácida) de los azúcares o la coagulación de la proteína de la leche, que son las dos formas de hacer queso. Un descubrimiento maravilloso que permitiría no solo conservar más tiempo la leche, sino multiplicar las texturas y sabores con distintos grados y métodos de curación

La primera descripción detallada de la elaboración del queso la ofrece Homero en la Odisea (800 a. C.), en el capítulo en el que Ulises se enfrenta al cíclope Polifemo. Cuando el taimado héroe y su tripulación se internan en la cueva del cíclope, descubren que, pese a ser un monstruo devorador de hombres, está ocupado en la pacífica tarea de ordeñar cabras y ovejas para hacer queso. La isla de los cíclopes se ubicaba en la actual Sicilia, que nos regalaría en la Edad Media dos maravillas de la repostería quesera: la lujosa cassata y los cannoli, elaborados ambos con ricota.

Los cannoli se rellenan con ricotaAnna Guerrero (PEXELS)

Por las referencias de distintos autores, se sabe que en la antigua Grecia se elaboraban al menos cinco tipos de dulces de queso, mientras en Roma también se hacían panecillos y dulces para fiestas y ocasiones especiales. Nos ha llegado la fórmula de dos: el libum, fermentado y endulzado con mosto, y el savillum, bastante parecido y endulzado con miel. Las recetas, que recogió Catón el Viejo en el 160 a. C. se pueden cocinar también hoy: si quieren intentarlo, visiten los blogs De re coquinaria, de la filóloga clásica Charo Marco, y Tavola mediterránea, de la arqueóloga Farrell Monaco.

Parecidas al libum, pero más refinadas, son las almojábanas, dulces de queso documentados en Al Andalus a principios del siglo XIII por Ibn Razin Al-Tugibi y un poco más tarde, en el manuscrito anómimo de cocina hispano-magrebí traducido por Ambrosio Huici. El nombre de almojábana se conserva en algunos pueblos de Aragón para dulces que perdieron el queso. La receta andalusí sí llevaba, y también harina o sémola, huevos y, según la receta, almendras y anís. Con estos ingredientes se hacía una masa suave que se freía u horneaba, se empapaba en leche o en su suero y se terminaba con miel o almíbar. El cocinero de los reyes Felipe II, II y IV, Francisco Martínez Motiño, incluyó dos recetas de almojábanas en su recetario Arte de Cozina (1611). Luego el dulce se olvidó en España, aunque revivió en América, donde se adaptó sustituyendo la harina de trigo por maíz o yuca. Hoy se pueden probar en el restaurante Arte de Cozina (Antequera), donde la cocinera Charo Carmona las recuperó a partir de recetas históricas.

Los recetarios andalusíes hablaban también de la kinafa, un nombre que significa “cercado, rodeado”. La masa, elaborada con fideos kataifi, sémola o pasta filo –como en esta versión que Yotam Ottolenghi llama mutabaq–, se baña con almíbar y recubre una generosa capa de queso fresco fundido. La kinafa moderna; la antigua no llevaba queso, se extendió desde Palestina a todos los países de Oriente Medio. Se prepara en enormes bandejas redondas puestas al fuego y se vende en porciones, recién hecha y caliente. Es una obra maestra de la cocina callejera mediterránea.

La cassata y los cannoli nacieron en el emirato islámico de Sicilia (S. X). La cassata siguió evolucionando hacia el barroquismo a través de los siglos, pero los productos originales, mazapán, ricota y frutas confitadas, llegaron todos con los sarracenos. Lo que completa hoy este pastel es una base de bizcocho genovés. El cannolo se relaciona con la antigua tradición mediterránea de elaborar dulces con formas que sugieren los órganos sexuales. Lo hicieron egipcios, griegos, romanos, los árabes y luego los cristianos en época de carnaval, y no solo no estaban mal vistos, sino que simbolizaban –y se supone que atraían– la abundancia.

Las comunidades judías han sido las grandes transmisoras de los dulces con queso. Antes de que el alemán Arnold Reuben conquistara el Nueva York de principios del siglo XX con su receta familiar de tarta de queso; hoy conocida como New York cheesecake, sefardíes y askenazíes transmitían otros postres con queso en sus tierras de acogida. Es el caso de los flaons (o flaonas), con arraigo en Baleares, donde las comunidades judías llegaron en el siglo VII, o de los blintzes (crepes rellenas de requesón, envueltas y doradas por fuera) del centro y este de Europa. En definitiva, aunque hoy reine la tarta de queso horneada alemana con variantes de quesos y texturas, la Historia nos revela que ya en la antigüedad el dulce era un hit con más versiones que el Yesterday de los Beatles. Aquí les dejamos algunas.

Almojábanas, receta de Charo Carmona (Arte de Cozina, Antequera)

Tiempo: 40 minutos

Ingredientes

  • 3 huevos
  • 100 g de queso fresco o semicurado de cabra
  • 250 ml de agua
  • 250 g de harina
  • 125 ml de aceite de oliva virgen extra
  • Canela en polvo
  • ½ sobre de levadura química
  • Miel de abeja o de caña
  • Sal

Instrucciones

1.

Llevar al fuego una olla con el agua, el aceite de oliva y la sal, calentar justo hasta que llegue a hervir y apagar. 

2.

En ese momento, empezar a agregar la harina poco a poco, moviendo con una varilla hasta lograr una masa homogénea, a la que se incorpora el queso rallado o desmenuzado. 

3.

Seguir trabajando hasta que el queso se funda con la pasta y dejar enfriar la masa. 

4.

Separa las yemas y las claras de huevo. Batir las claras en un bol amplio, y después agregar y batir las yemas (de esta forma el huevo esponja más). 

5.

Añadir la masa poco a poco al bol del huevo batido, y cuando esté todo incorporado, trabajarlo un poco más y tomar pequeñas porciones que se redondean y aplastan para darles forma de tortitas. 

6.

Cocer las tortitas en el horno calentado a 180 grados unos 20 minutos, hasta que se doren por la superficie. 

7.

Sacar del horno, espolvorear con canela y regar con un hilo de miel. Si se quieren más jugosas, introducir en un almíbar ligero para que empapen –así se hace en el restaurante Arte de Cocina– y sacarlas antes de servirlas.

 

Obra de Charo CarmonaFernando Rueda

Kinafa casera de sémola

Tiempo: 60 minutos

Ingredientes

Para un molde de tarta de paredes bajas de 28 centímetros de diámetro

Para la masa

  • 500 g de semolina fina
  • 60 g de mantequilla
  • 75 g de leche en polvo
  • 75 g de azúcar
  • 1 sobre de levadura química
  • 50 ml de agua

Para el relleno

  • 350 ml de leche o agua
  • 50 g de azúcar
  • 300 g de queso mozzarella rallado
  • 50 g más de queso para el molde
  • 100 g de semolina fina
  • Almíbar
  • 200 ml de agua
  • El zumo de ½ limón
  • El zumo de ½ naranja
  • 200 g de azúcar
  • 1 cucharadita de agua de azahar
  • Mantequilla para engrasar el molde

Para decorar

  • Pistachos picados, cáscara de naranja

Instrucciones

1.

Preparar el almíbar. Poner en un cazo al fuego el zumo de naranja y limón y el agua junto con el azúcar. Llevar a hervor durante 10 minutos. Añadir el agua de azahar una vez retirado del fuego y reservar.

2.

Calentar el horno a 180ºC, con calor arriba y abajo. En un cuenco grande, mezclar la sémola, la leche en polvo, el azúcar, la mantequilla derretida y el agua y trabajar para mezclar e impregnar muy bien la sémola. 

 

3.

Untar generosamente la tartera con mantequilla y distribuir la mezcla de sémola en el fondo, compactando muy bien con ayuda de las manos. 

 

4.

Llevar al horno, cocer durante 20 minutos. Habrá quedado algo dorada por la superficie y amalgamada. 

 

5.

Romper la costra y pasar los trozos a un robot de cocina. Procesar lo justo para volver a tener la sémola suelta. 

 

6.

Untar de nuevo el molde con mantequilla y volver a poner la sémola, compactando muy bien con las manos para formar una capa en el fondo (que no tenga más de un centímetro de grosor). Si sobra sémola, guardar en un recipiente cerrado herméticamente o llenar otro molde más pequeño. Volver a introducir en el horno a 180ºC durante 20 minutos.

 

7.

Mientras, prepar la mezcla de queso. Pon en un cazo el agua, la semolina y el azúcar. A fuego medio, remover mientras se vierte el queso rallado (tener a mano una jarrita para añadir más agua si es necesario). Hay quesos más húmedos que otros, pero una vez fundido el queso y tras cocinar alrededor de cinco minutos, buscamos una textura parecida a la de una bechamel espesa.

 

8.

Una vez terminada la crema de queso y pasados los 20 minutos, sacar la tartera del horno, verter el queso distribuyéndolo bien sin rascar la capa de sémola, terminar espolvoreando los 50 gramos de queso reservados y hornear de nuevo unos 10-15 minutos a 170ºC (no hay que dorar la superficie del queso). 

 

9.

Engrasar con mantequilla un plato de dulces lo bastante grande y con algo de reborde –ya que el almíbar chorrea–, y, recién sacada del horno, dar la vuelta a la kinafa como si fuera una tortilla, de forma que la capa de sémola quede arriba. Es el momento de poner el almíbar, con cuidado de empapar bien toda la tarta. Decorar con pistachos molidos y servir inmediatamente.

 

Así queda hecha en casaEsperanza Pelaez

Blintzes de queso

Tiempo: 60 minutos

Ingredientes

  • 2 huevos
  • 2 cucharadas de aceite
  • 250 ml de leche
  • 100 g de harina tamizada
  • Sal
  • 100 g de mantequilla
  • 200 g de requesón
  • 100 g de cuajada láctica de cabra (queso tipo rulo, sin la corteza)
  • 1 yema de huevo
  • 2 cucharadas de azúcar
  • 1 vaina de vainilla
  • 1 cucharada sopera de azúcar glas
  • 80 g de nueces peladas

Para acompañar

  • Frutas rojas frescas, mermelada o jalea de frutos rojos, crema agria

Instrucciones

1.

Batir los huevos con el aceite y la leche. Agregar la harina y la sal, mezclar bien y reposar 30 minutos en la nevera. 

 

2.

Calentar una sartén antiandherente, engrasar con un poco de mantequilla y cocinar las crepes una a una. 

 

3.

Para el relleno, mezclar el requesón, el queso de rulo –para dar un toque de acidez–, la yema de huevo, el azúcar, las nueces picadas en trozos no muy pequeños y las semillas de vainilla. Cuando todos los ingredientes estén mezclados, colocar una cucharada de mezcla sobre cada blintz y doblar formando un paquete cerrado con forma de almohada.

 

4.

Pasa las blintzes a una bandeja de hornear engrasada y calentar a 160º o dorarlas por ambos lados en la sartén con abundante mantequilla. Servir con los acompañamientos escogidos.

 

De la familia del crepeEsperanza Pelaez

Flaonas de queso

Tiempo: 60 minutos

Ingredientes

Para la masa

  • 500 g de harina
  • 30 g de mantequilla
  • 1 huevo
  • 5 g de levadura prensada
  • Ralladura de limón
  • 10 g de canela molida
  • Agua

Para el relleno

  • 250 g de requesón
  • 1 yema de huevo
  • Ralladura de limón
  • Canela molida
  • Hojitas de hierbabuena

Para pintar

  • 1 yema de huevo
  • Azúcar

Instrucciones

1.

Hacer un volcán con la harina y poner en el centro el resto de ingredientes (la levadura deshecha con un poco de agua). 

 

2.

Amasar hasta conseguir una textura flexible y hacer porciones de 50 gramos en forma de bola. Estirarlas en forma ovalada. 

 

3.

Poner la crema en el centro de la pasta, pintar los bordes con yema de huevo y doblarla por la mitad, prensando muy bien los bordes. 

 

4.

Pintar las flaonas por encima con yema de huevo y espolvorear generosamente con azúcar por ambas caras. 

 

5.

Hornear sobre papel de horno a 220º 20 minutos, hasta que estén doradas. Servir tibias. 

 

Caerás rendido ante estos pastelesEsperanza Pelaez

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