Qué son los Barolo y Barbaresco, los grandes vinos italianos que todo el mundo quiere probar

No tienen gran color, su enorme tanicidad hace de fijador, en nariz se distinguen por un perfume muy expresivo y en boca tienen estructura

Foto proporcionada por el Consorzio di Tutela Barolo Barbaresco Alba Langhe e Dogliani.

Sobre una de las mesas del restaurante Coque hay abiertas varias botellas de uno de los productores italianos más codiciados del planeta: Gaja. Giovanni Gaja, quinta generación de la firma bodeguera, iniciada en 1859, se encuentra en Madrid dando a conocer algunas de sus últimas añadas. “La producción que tenemos es muy pequeña porque buscamos calidad por encima de volumen. Son unos vinos muy apreciados por el uso que hacemos de la nebbiolo, una uva con una gran carga tánica”, expresa en un perfecto inglés. Su Barbaresco y Barolo, las dos grandes denominaciones del Piamonte, pegadas la una a la otra, se cotizan en las tiendas de medio mundo a precios prohibitivos. Una botella de Sperrs de la añada 2016, valorada por Robert Parker con 100 puntos, alcanza en algunos casos las cuatro cifras. “Son vinos que todo el mundo quiere y que tienen una enorme demanda”, relativiza.

El pequeño de la familia, ahora al mando de la empresa junto a sus dos hermanas, que se ocupan del mercado internacional, tuvo un fuerte encontronazo con su padre, Angelo Gaja, cuando quiso entrar y modernizar la bodega. Su poda en verde, la reducción del número de racimos, el uso de barricas nuevas y la apuesta por plantar chardonnay y sauvignon blanc fue visto en un inicio como una temeridad. Sin embargo, el tiempo le ha dado la razón y ha llevado el nombre de Gaja a la excelencia absoluta. Una magnificencia que no debe hacer minusvalorar la influencia e importancia de su progenitor, como ha ocurrido con otras familias señeras del Piamonte, quienes ya pusieron el nombre de la región en el radar de los grandes restaurantes en la década de los ochenta.

Los últimos años, España ha observado cómo el reconocimiento a estos vinos también ha crecido. “Hemos visto un aumento continuado y sin precedente en las ventas de vinos italianos premium, como Fontodi o Livio Felluga, que han visto incrementadas sus ventas en un 200% en botellas desde el 2000″, enumera Jordi Monroig, responsable de marketing de la distribuidora Primeras Marcas, encargada de suministrar los vinos de Gaja en la península. “Pero este fenómeno ha sido especialmente importante en los vinos de Gaja que ha multiplicado sus ventas por cuatro en apenas tres años, pasando de unas 1.500 botellas en 2019 a cerca de 6.000 en 2022″. Y si se entra a valorar su presencia en hostelería, esta se ha doblado en apenas tres años “Actualmente más de 300 restaurantes de España disponen de vinos de Gaja”.

Infografía proporcionada por Gaja.

La evolución y el aprecio de las dos denominaciones ha ido de la mano de los leves cambios vitivinícolas llevados a cabo en las dos zonas. También del clima, que ha sido benigno para la nebbiolo —una uva tinta de la región italiana haciendo el vino mucho más elegante desde un principio. “Recuerdo que los barolos de antes no se podían beber según salían, necesitaban muchos años en botella para domarse”, dice Miguel Prohens, el hombre que maneja Enoteca Barolo, la primera tienda y distribuidora en dignificar este tipo de vinos.

Prohens, que cuenta en la actualidad con 2.300 referencias, reconoce que cuando abrió su local, allá por el año 2004, le costaba venderlos. “Ahora me los quitan de las manos. El público español se ha sofisticado”, destaca. Su amor por el barolo se remonta a finales de la década de los noventa, cuando vivía en Milán y aún no estaba involucrado en el sector. “Aprovechaba los fines de semana para coger el coche y visitar bodegas del Piamonte, en esa época era un simple aficionado. Disfrutaba hablando con los bodegueros, darles la mano y ver cómo se les iluminaba la mirada cuando les hablabas de su trabajo. Son familias que han trabajado mucho el campo, es de las pocas zonas del mundo que todavía tiene una cierta identidad. Ahora, honestamente, ya no queda nada de esto”.

La periodista Kerin O’keefe, colaboradora habitual de medios como Decanter o Wine Enthusiast y autora de Barolo and Barbaresco: The King and Queen of Italian Wine (University of California Press, 2014), un ensayo imprescindible si se quiere conocer la historia de estos vinos, contaba que tanto el barolo como el barbaresco han gozado de gran crítica y éxito internacional desde principios de los noventa. “Es casi imposible imaginar que solo una década antes de esto, muchos productores solían regalar una botella o dos de barolo a sus clientes más fieles, que acudían a las Langhe para abastecerse de Dolcetto y Barbera, como una forma de generar interés por el que los propios productores siempre consideraron su vino estrella”, escribía.

Las Langhe son unas zonas montañosas que se encuentran al sur del río Tanaro, en el interior del Piamonte. Barolo, con sus inconfundibles castillos, y Barbaresco, con su núcleo medieval, marcan una parte de la fisonomía del norte de Italia. Uno de los organismos que trabajan para controlar todo este territorio se llama Consorzio di Tutela Barolo Barbaresco Alba Langhe e Dogliani. La fuerte inversión extranjera de estos últimos años les ha hecho permanecer especialmente vigilantes ante cualquier posible intervención: “Lo cierto es que las Langhe, como hemos dicho muchas veces, son como la barrera de coral, delicadas y con su propio ecosistema de saberes, gentes y peculiaridades. Hay que tener cuidado al acercarse y hacer cambios para no desvirtuar el territorio y todo lo que esto implica y conlleva”. A finales de enero del próximo año, presentarán una investigación sobre el tema elaborada conjuntamente con la Universidad Católica.

Foto de la región de la bodega Gaja, proporcionada por la compañía.

Sobre las diferencias de sus dos principales vinos, lo tienen claro. “En primer lugar, el tamaño, ya que el área de Barolo es tres veces la de Barbaresco. También, no son áreas geológicamente iguales. De hecho, dan vida a productos que son diferentes en ciertos aspectos. Por otro lado, la zona de Barolo es más antigua y heterogénea, mientras que la de Barbaresco es más reciente y uniforme”, dicen.

Al verlos, impresiona su claridad, no son vinos con gran color. Sin embargo, su enorme tanicidad hace de fijador, lo que permite que ese tono nunca se vaya. Recuerdan, probablemente, a los más reconocibles de una pinot noir. En nariz es un perfume muy expresivo. Y en boca mantiene toda la estructura que se le debe exigir a un vino de estas características. “Son vinos con poco color, buena amargura y acidez bien medida. El barolo, quizás, permite mayores crianzas que el barbaresco. De todos modos, su fuerte no es la madera, expresan el territorio muy fácilmente”, apunta Pedro Ballesteros, autor de Comprender el vino: Casi todo lo que aún no te habían contado de los vinos (Planeta Gastro, 2021), Master of Wine desde hace 13 años y gran divulgador. Cuando se le pregunta por barolos y barbarescos accesibles se ríe. “No existe el barolo, bueno, bonito y barato. Hay que pagarlo”.

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