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Tensiones, abandonos y cambios de normativa: Denominaciones de origen en tiempos revueltos

Los organismos que rigen las zonas vinícolas luchan por mantenerse al día

Una de las noticias vinícolas de la vuelta del verano ha sido la salida de Château Lafleur, uno de los vinos más deseados de Burdeos, de la AOC Pomerol a partir de la cosecha 2025. Aduce que la normativa de la denominación de origen no se adapta al cambio climático y que, desde fuera, tendrá libertad para decidir, por ejemplo, sobre el riego del viñedo o las variedades de uva más adecuadas para el futuro. Debido al prestigio de la marca, el riesgo es mínimo. No sería igual para una propiedad poco conocida.

Abandonar una denominación de origen no es algo nuevo. En los años setenta en Italia, cuando el reglamento no permitía trabajar con variedades de uva francesas y barricas bordelesas, marcas como Sassicaia o Tignanello fueron famosísimos vini da tavola (vinos de mesa) apodados como supertoscanos hasta la creación de la IGT Toscana en 1992. No deja de ser paradójico que, dos años después, Sassicaia lograra su propia denominación.

¿Qué lleva a un productor a salir dando un portazo? Puede ser por mera rebeldía —el movimiento del vino natural ha dado muchos ejemplos en este sentido—; por desacuerdos con la normativa o las limitaciones que establecen unos pliegos de condiciones puntillosos que fija la zona de producción, las variedades de uva, rendimientos, tipologías y estilos de vino; o por considerar que se han relajado los criterios de calidad. Además, a muchas pequeñas bodegas, la disciplina y burocracia implícitas en una denominación de origen (DO) les resultan demasiado exigentes.

Los movimientos más sonados en España en este sentido han sido la salida de Artadi de la DOCa Rioja en 2015 y la sangría de productores que han ido abandonando la DO Cava, algunos para agruparse dentro del sello Clàssic Penedès, amparados por la DO Penedès; otros, como Raventós i Blanc, para seguir su propio camino en solitario; y los más, incluidas bodegas muy conocidas como Gramona o Recaredo, para crear una normativa particularmente exigente en torno a la marca colectiva Corpinnat.

Muchos de los grandes debates de los Consejos Reguladores en los últimos años giran en torno al desarrollo de figuras de calidad que permitan generar vinos de mayor valor añadido, ya sea mediante la zonificación del territorio, el establecimiento de unidades geográficas menores como los vinos de pueblo, paraje y parcela, u otros sellos (viñas viejas, gran vino…) que avalen un carácter diferencial.

Existe un abismo entre denominaciones de origen como Rioja o Cava, que aglutinan actores diversos y con intereses a menudo encontrados, y otras más pequeñas en las que es más fácil conseguir el consenso. En el último grupo, Priorat y Bierzo han sacado adelante una clasificación de corte borgoñón que está sirviendo de inspiración a zonas como Cebreros o Sierra de Salamanca. En Rioja, sin embargo, los vinos de pueblo han vivido su particular via crucis: empezaron limitándose al municipio en el que se ubicaba la bodega para, después de mucha discusión, permitir la fórmula “viñedo en” cuando estén elaborados con uvas de otros municipios. Cava, por su parte, ha acabado zonificando un territorio diverso y distante, estableciendo criterios más estrictos para los espumosos de gama alta y creando la figura de elaborador integral para aquellas bodegas que vinifican el 100% de sus uvas. Pero no parece ser suficiente para retener a sus miembros. En los últimos meses, tres bodegas más, Viader, Mas de la Basserola y Celler Kripta, se han pasado a Corpinnat.

La otra cara de la moneda es más optimista. En esta vendimia 2025, DO Penedès ha elevado sus niveles de exigencia convirtiéndose en la primera DO 100% ecológica, mientras prepara una nueva categoría de vinos de baja intervención para retener a una nueva generación de productores que no considera tan necesario trabajar bajo el paraguas de una denominación. Y Jerez acaba de anunciar cambios que darán un mayor relieve al terruño: el fin de la obligatoriedad de fortificar los vinos, la inminente reducción del grado alcohólico en finos y manzanillas, y una futura denominación de origen para blancos que podría llevar el nombre de “vinos de albariza”.

Las denominaciones de origen, no hay duda, se mueven, aunque no sea al ritmo o al gusto de todos.

Blanco

Cantayano
2024, blanco,
Castilla y León
Cantalapiedra Viticultores 100% verdejo
13% vol. 14 euros

Activa desde la cosecha 2014, la bodega pensó acogerse a la DO Rueda, pero el toque de atención a alguno de sus vinos debido a su estilo poco intervencionista llevó a Manuel Cantalapiedra a decidir trabajar fuera. Cantayano es el blanco central del proyecto. Un verdejo elaborado con uvas de secano de distintas parcelas de La Seca y un pequeño aporte de un 10% de vino criado en barrica. Sustancioso, sabroso y con un excelente juego de matices ácidos y dulces de la fruta, ofrece una excelente relación calidad-precio.

Tinto

Recoveco Valcavada
2021, tinto, País Vasco
Gil Berzal. 80% tempranillo, 20% garnacha
13,5% vol. 30 euros

Esta pequeña bodega familiar ubicada en Laguardia abandonó la DOCa Rioja en diciembre de 2024. Decía huir del modelo productivista, la normativa de crianza y la caracterización de los viñedos singulares, que no encajaba con su filosofía. Este es uno de sus tintos parcelarios. Procede de un paraje de suelos franco-arenosos asentados sobre piedra caliza que se distingue por el carácter de fruta roja crujiente. Un vino vibrante y elegante, potenciado por la excelencia de la cosecha 2021.

Naranja

Blanc Sense Papers
2023, blanco, Cataluña
Bodega Clandestina
100% xarel·lo
12% vol. 18 euros

Tanto el nombre del proyecto de Ferrán Lacruz como los de los vinos que elabora son la mejor declaración de intenciones de su voluntad de trabajar con libertad y fuera del ámbito de las denominaciones de origen. De dos viñedos de xarel·lo de Sant Sebastià dels Gorgs, en Penedès, nace este blanco que combina cuatro vinificaciones distintas: con y sin pieles, crianza en damajuanas y hormigón. Tiene el color de un vino naranja sin ser tánico ni estructurado, pero se siente pletórico de energía, con mucho nervio y toques cítricos.

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