Una casa verde: el color que se ha convertido en una tendencia de interiorismo omnipresente
Los verdes menos brillantes del espectro cromático se apoderan de los interiores de las casas, remitiendo a paisajes naturales cuyo contacto, en el contexto de emergencia climática, se percibe cada vez más como un lujo inaccesible para la mayoría
En su libro Color: Historia de la paleta cromática (Capitán Swing, 2023), la periodista Victoria Finlay intenta desentrañar el misterio del color mi se, largamente apreciado por los emperadores de China y, durante aún más tiempo, uno de los secretos mejor guardados de la historia del país asiático. Según la autora, el descubrimiento en los años ochenta de un inventario de objetos oculto en el año 874, entre los que se encontraba un juego de cerámica de ese color, supuso el mayor hallazgo arqueológico del siglo pasado en China después de los guerreros de terracota. Pero el gran enigma que la escritora británica aborda en su libro no tiene que ver tanto con la localización oculta de este objeto, sino con comprender la razón por la que esta tonalidad de verde pardusco, tirando a apagado, tenía este inmenso valor para las personas más poderosas y rodeadas de lujos de todo el imperio.
Lejos de la opulencia del verde esmeralda, del brillo del verde jade o de los verdes más azulados como el turquesa o el aguamarina, asistimos al fenómeno estético por el cual tonalidades de verde hermanadas con el verde mi se han tomado ahora el interior de los hogares modernos. Al menos, si atendemos a lo que se ve en cabeceras de decoración y perfiles en redes sociales que acercan las últimas tendencias de interiorismo.
Ejemplos hay muchos. En Palo Alto (California), la diseñadora de interiores Raili Clasen ha decidido contrastar la textura de madera de un luminoso hogar con un verde apagado y tranquilo que conquista la cocina y el cuarto de baño. Por su parte, el estudio de diseño de interiores de San Francisco, Modtage, insufla de espíritu retro un cuarto de baño en San Anselmo (California) gracias a unos azulejos verdes que conviven con estantes de madera oscura y contrastan, a su vez, con unas deliberadas juntas de color blanco. Con verde, detalles en blanco y madera oscura juega también la cocina en Brooklyn diseñada por el dúo de decoradores Brownstone Boys, aunque ellos también le han sumado una discreta encimera de terrazo de un blanco grisáceo a la ecuación. Mientras tanto, SSS Edit, el diario de inspiración de la diseñadora Sarah Sherman Samuel, destaca una cocina diseñada por Studio Bright en la que predomina un poderoso fundido total en verde oliva. Dando el salto a Europa, el estudio polaco Finch Studio sumerge un espacio de cocina y salón en Cracovia en la vibración estética de los años setenta gracias a una pared en azulejos de un color verde cercano a la salvia, una lámpara de techo Flowerpot y un icónico sofá Togo en un celeste apagado.
Según el informe anual de tendencias de interiorismo, publicado por la plataforma Apartment Therapy y elaborado con el pronóstico de 78 profesionales del sector, el verde sage (verde salvia), una tonalidad que se funde con matices grisáceos, estaba llamado a convertirse en uno de los colores de 2023 junto con el rosa terracota y el granate más cercano al morado (maroon). Sin embargo, es habitual, sondeando las tendencias de interiores a través de los perfiles de distintos estudios de arquitectura e interiorismo y de la prensa especializada, dar con versiones más intensas de ese verde mate. En un set de dormitorio diseñado por Emily Wassal para la tienda Joybird, la directora creativa se vale del color verde de las paredes para interpretar el espacio a partir del mobiliario. Describe esta tonalidad de verde como basque green, o verde Euskadi, que tiene que ver con el color de las hojas del roble, especie a la que pertenece el árbol de Gernika, símbolo de libertad en la comunidad autónoma y un color también presente en la ikurriña.
Por supuesto, tiene más de consecuencia que de casualidad que estas tonalidades de verde lleven de apellido una referencia enlazada a una planta o árbol, ya sea la salvia, el olivo o el roble. Se trata de una tendencia que viene con frecuencia acompañada de una reinterpretación de las estéticas de interiorismo que triunfaron en la década de los setenta, y que hoy vuelven a estar más vigentes que nunca. De hecho, las razones para el regreso de las líneas rectas y las texturas de aquellos años caminan de la mano de las que coronan a esta paleta de verdes calmados como telón de fondo para los hogares de 2023.
Ya en los setenta, las paredes de las casas más modernas y privilegiadas se envolvieron de listones de madera. Las plantas, en su expresión más selvática, se colaron en los espacios interiores, el color verde se adentró en la paleta y las ventanas se abrieron a paisajes arbolados. Una moda que entonaba también una respuesta a la sobredosis de color de los años de la estética hippy, el flower power y la psicodelia. Se inauguraba, a su vez, una calculada medida de sobriedad estética que sería muy influyente en las décadas posteriores y a las que la rueda de tendencias regresaría, en su movimiento cíclico habitual, de cuando en cuando, como a un lugar seguro en épocas de crisis. Tal vez el año en el que las temperaturas alcanzan su máximo histórico jamás registrado y los incendios asolan los pulmones vegetales del planeta constituya, con razones más que suficientes, uno de estos estados de crisis que aflora también en la dimensión estética de los objetos, el diseño y los espacios. La emergencia climática podría estar transformando el verde oscuro de las copas de los árboles en un anhelado bien al acceso de pocos privilegiados.
La escritora y periodista Lucy Jones escribe en su ensayo Perdiendo el Edén (Gatopardo, 2021) que, por regla general, las personas encuadradas en los grupos socioeconómicos más bajos o que pertenecen a minorías raciales y étnicas suelen tener menos acceso a parques que las personas blancas y acaudaladas. “Las pruebas sugieren que las poblaciones vulnerables pasan menos tiempo en áreas naturales, en pueblos y ciudades hay menos parques en las zonas desfavorecidas que en las prósperas. Los niños que habitan zonas desfavorecidas tienen nueve veces menos posibilidades de tener acceso a la naturaleza a través de áreas verdes y espacios de juego que los niños de las zonas ricas, que posiblemente dispongan asimismo de jardines privados”, explica. El anhelo por el contacto con la naturaleza, o sencillamente la posibilidad de acceder a ella, se podría de esta manera haber transformado en una necesidad humana palpitante y detectable, como otras tantas, en el paisaje de tendencias. Un color se convierte, así, en un amargo sustitutivo de ese ansiado contacto.
Después de todo, esa fue la conclusión a la que llegó Finlay en la investigación que llevó a cabo durante su visita a Famen, en China. El secreto de ese apreciadísimo verde mi se digno de emperadores, que tan decepcionante le resultó en su primer contacto a la vista por tratarse de un verde pardo y apagado, residía en su capacidad de evocar lo único que escapa a los límites de un palacio: los verdes que tiñen los paisajes arbolados. Tal vez, como escribe la periodista en su maravilloso ensayo, en el seno de la desconexión con los ecosistemas a los que pertenece al ser humano le ocurra algo similar: “¿No suspiraría usted por algo terrestre y verdadero?”.
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