Los niños que descubren a Papá Noel en el salón de casa: “¡Hay alguien abajo!”
Cada vez más pequeños tienen la fortuna de recibir una visita a domicilio de un Santa Claus muy real en Nochebuena
“¡Hay alguien abajo!” Los padres de Aarón y Juanjo les despiertan con una noticia que cualquier otro día del año sería inquietante, pero estamos en el día de Navidad y son las siete de la mañana. El intruso no puede ser otro que el señor de rojo que trae regalos. Los niños, de 4 y 6 años, bajan las escaleras aún somnolientos. Suenan cascabeles de reno en el salón. Fuera, los tres perros de la casa, Mini, Bombón Lulu y Siba, ladran sin descanso, asustados por la presencia de un extraño. Todo está a oscuras. Los niños se orientan por las luces de colores de Navidad. Junto al árbol descubren la sombra del mismísimo Papa Noel. “Pero bueno, ¿qué hacéis vosotros aquí despiertos? ¡Que me habéis pillado!”
Los hermanos abrazan a Papá Noel y él les pide que le ayuden a sentarse en un sofá. Durante unos quince minutos hablan del colegio, y de cómo se portan en casa. Se hacen una foto y él les entrega los regalos. Pocos niños gozan de esta suerte. Algunos han conocido a Santa Claus en centros comerciales, haciendo una cola interminable para tomarse una foto y entregarle la carta con sus deseos. Pero estos hermanos madrileños no podían imaginar ni en sus mejores sueños que, en una noche tan larga y con tantos niños en el mundo, iban a disfrutar de un rato con el señor mágico de Laponia.
La idea fue de la madre, Beatriz Moreno, que en un cumpleaños le preguntó a la animadora infantil si conocía a alguien que pudiera hacer de Papá Noel a domicilio. En noviembre acababa de nacer un hermanito, Jesús, y la mamá notaba que Juanjo y Aarón sentían algo de celos. Ella quería que se sintieran de nuevo los protagonistas. Así conoció a Víctor C., que hizo la primera visita a esa casa de Arroyomolinos en 2017, y luego repitió en 2022. Este miércoles tenían programada una nueva visita al amanecer.
Víctor es conocido por padres de Madrid como “el Papá Noel más hiperrealista”. Viste una máscara de silicona y lentillas azul cristalino. Camina y habla como un anciano. No tiene nada que ver con esos imitadores de pacotilla a los que se le cae la barba o llevan un cojín cuadrado en la barriga.
Tiene 50 años y es un oficinista que trabaja puntualmente para la empresa de animación infantil de Héctor Fuentes, alias rellenito. Durante el año, Fuentes y sus colaboradores se visten de payasos, piratas o superhéroes, pero el personaje más rentable es, con diferencia, Papá Noel. “Diciembre es nuestro agosto”, explica Fuentes. “Y Nochebuena es nuestro día pico”.
En Internet se anuncian múltiples empresas que ofrecen estas visitas personalizadas. Las tarifas varían dependiendo del día, la hora, la distancia y la duración de la experiencia, que habitualmente oscila entre 15 minutos y una hora. Un servicio de este tipo suele rondar los 100 euros.
La madre de Juanjo y Aarón niega que esto sea cosa de ricos. “Yo soy vigilante de seguridad y cobro 1.100 euros”, dice. “Mis vecinos se han ido este año a Laponia a visitar la casa de Papá Noel por seis u ocho mil euros. Yo eso sí que no me lo puedo permitir, pero esto sí, y es el mejor regalo que les puedes hacer”.
Casi todo el mundo quiere una visita durante la cena, especialmente en torno a la medianoche, después de comer, cuando las familias siguen aún reunidas en la sobremesa. Como no es posible, deben repartir los tiempos y organizar una ruta para llegar al máximo número posible de sitios. Víctor va repartiendo felicidad incluso mientras conduce su Toyota Corolla. “Paras en un semáforo y ves que la gente cruza con mirada seria. Pero si te ven, flipan porque Papá Noel les está saludando”.
Este martes, Víctor tenía cuatro visitas programadas hasta la medianoche. Al caer la oscuridad, visita a Álvaro y Virginia, de 9 y 7 años. Aparca a pocas calles, en el distrito de Salamanca, y por el camino en dirección al piso de los niños le desea feliz navidad a todo el mundo.
Cuando llega al portal, en la calle Francisco Silvela, él avisa por WhatsApp a la artífice de la experiencia, la tía de los niños, Susana Aboy. Ella baja para entregarle los regalos y dejarle pasar a la recepción del bloque. Minutos más tarde él sube a la quinta planta y toca el timbre. Este es el segundo año consecutivo que organizan esta visita. El año pasado los niños veían una película de dibujitos mientras los padres cocinaban la cena.
―¡Abrid vosotros que estamos ocupados!―, les pidió la tía Susana.
Al abrir la puerta los niños se quedaron sin habla. “Fue un subidón que nos duró toda la noche, dice Susana. “Es como un cuento de Navidad”.
Estos animadores infantiles cuentan que cada vez más familias contratan la visita de un Papá Noel en Nochebuena. Un profesional es mejor opción que un familiar, dice Roberto Adán. Hasta hace cinco años, ese papel lo hacía en casa el abuelo Pedro, para sorprender a la pequeña Mafalda. La última vez que lo hizo, ella tenía tres años, y Pedro guardó silencio para que su nieta no supiera que en realidad era él disfrazado. Pero cuando se fue, Mafalda hizo un comentario que dejó a todos con una sonrisa incómoda: “Papá Noel se parece al abuelo”. Al año siguiente, Roberto contrató a Héctor y así lo han hecho hasta este año y seguirán hasta que dure el encanto: “Algún día llegará la cruda realidad y la vida real, pero hasta que dure la inocencia nosotros vamos a alargarlo”.
Para algunas familias que repiten, la gracia está en que no siempre aparece Papá Noel. Los niños se pasan los días previos comiéndose las uñas de los nervios, preguntándose si esta Nochebuena les tocará de nuevo.
Juanjo y Aarón tienen ahora 13 y 11 años. Los grandes protagonistas de este año serán sus hermanitos, Jesús, de 7, y Claudia, de 3. Pero como suele suceder con estas experiencias para niños, todos en casa disfrutan.
La madre, Beatriz, dice que parte de lo bonito de esta vivencia, es que días después siguen recordándola con ilusión.
El primer año que lo hicieron, los niños contaban a su profesora y amigos que les había pasado algo fantástico. “Le dijeron a la profe que habían visto al Papá Noel de verdad, no al del centro comercial”, narra Beatriz. “Y les decían ‘profe, sabe cosas que hacemos en clase, sabía todo, cómo te llamabas, en qué iba peor en clase, si me costaba la lectura, ¡profe nos está viendo en clase todos los días!’. Todos los niños en clase alucinaban porque habían podido pillar a Papá Noel”.
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