Robar en cajeros y exhibir los billetes en las redes: así operaba la banda que convertía a menores en expertos ladrones
La Policía detiene a miembros de cinco clanes que explotaban a niños de la mañana a la noche para que sustrajeran dinero a personas mayores en Madrid
La inspectora María Soria entró en la casa en la que vivían los niños a los que llevaba casi un año viendo robar en cajeros. En apenas 50 metros cuadrados llegaban a acumularse hasta 20 personas. Algunos de los pequeños dormían en el suelo. Unos pusieron cara de susto; otros, veían entrar a la decena de policías “como quien ve entrar al vecino”. La cocina fue lo que más le impresionó. “Había comida tirada, carne podrida en la nevera...”, cuenta. Soria ha sido una de las agentes que ha liderado la investigación en la que ha caído una banda compuesta por cinco clanes que se dedicaba a convertir a menores en expertos ladrones en Madrid. Algunos de ellos, subían vídeos a redes como Tik Tok, en los que exhibían fardos de billetes.
Los agentes han detenido a 26 integrantes de la banda y han puesto bajo protección a 37 menores a los que no se puede imputar ningún delito por no haber cumplido aún 14 años. Entre los niños, están los hijos de los cabecillas, pero también otros a los que sus familias habían vendido en Rumanía para que aprendieran el oficio de la delincuencia. En los registros, los policías encontraron incluso lactantes que estaban creciendo en unas condiciones “lamentables”. “Algunos de los menores, e incluso de los adultos, habían nacido en España. Llevaban aquí mucho tiempo, aunque tenían un modo de vida itinerante”, detalla la inspectora. La operación ha sido bautizada como Nastase, como el temperamental tenista rumano de los años setenta.
La manera de robar era rápida y tremendamente eficaz. Actuaban en pareja y, a veces, en grupos de tres o cuatro. Uno despistaba a la víctima, generalmente de avanzada edad, otro tecleaba la cantidad de entre 600 y 1.000 euros en la pantalla y los otros vigilaban. “En las grabaciones se ve claramente, es cuestión de segundos”, comenta la agente. Las jornadas laborales de estos menores iban de la mañana a la noche. “Para ellos es como un trabajo, salen de casa a las ocho y vuelven por la tarde, sin descanso a mediodía. A veces les veíamos comer alguna hamburguesa”, prosigue Soria.
De vuelta a casa en Uber
Al acabar sus interminables turnos de robos, uno de los adultos se acercaba con el coche a recogerlos y llevarlos de vuelta a casa, o bien los menores cogían un Uber para llegar hasta Getafe y Fuenlabrada, donde vivían en casas okupadas. Era en estos trayectos donde muchas veces grababan los vídeos mostrando el botín del día, en los que incluso participaban los mayores. No despreciaban ningún barrio para elegir a las víctimas, pero preferían los más acaudalados.
La operación ha permitido resolver más de 200 denuncias por robo, aunque la Policía considera que han dado muchos más golpes. Los agentes calculan en decenas de miles de euros el dinero que estos clanes han podido acumular. “La investigación ha durado un año, porque necesitábamos establecer claramente el nexo de unión entre los niños y los adultos que lideraban la banda”, apunta Soria. Los agentes pudieron presenciar en contadas ocasiones cómo los niños entregaban los billetes a los adultos nada más dar el golpe, porque en general los cabecillas no se acercaban a los cajeros. A los arrestados se les imputan los delitos de trata de seres humanos con fines de explotación delictiva, pertenencia a organización criminal y contra los derechos y deberes familiares.
Enrique González, inspector jefe de la Unidad de Droga y Crimen Organizado, da una idea de la complejidad de las pesquisas: “Esta investigación ha involucrado a muchos actores, incluida la Policía rumana y el Grupo de Menores”. A su lado, Alberto Belio, inspector jefe de este último grupo explica que los servicios sociales y la Cruz Roja han participado en el operativo para garantizar la acogida de los menores.
Dos clanes
La trama estaba liderada por dos clanes principalmente, y de ellos dependían las otras tres familias. Uno de los patriarcas estaba por casualidad fuera de España cuando se produjeron los registros en las viviendas. “En muchos casos, los padres ya se dedicaban a esto. Es una especie de actividad hereditaria”, apunta Soria. Su compañero Simón Facal indica que, cuando cumplían la mayoría de edad, muchas veces los ladrones se iban a otros países donde no tuvieran antecedentes o no estuvieran identificados por la Policía.
La investigación continúa y ahora se centrará en determinar cómo captan estas organizaciones a los menores. “En general, pagan alrededor de 5.000 euros por niño para ponerlo en la calle a robar”, puntualiza la inspectora. Las pesquisas seguirán también el rastro del dinero, porque algunos de los líderes de la banda cuentan con numerosas propiedades en su Rumanía natal. Viviendas mucho mejores que las casas madrileñas en las que se amontonaban en medio de la suciedad.
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