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Paiporta y Chiva libran su batalla contra el barro y la desesperación. “Hemos vivido como si fuésemos un pueblo fantasma”

Una riada de voluntarios se vuelca con dos de las poblaciones más castigadas por la dana

Afectados y voluntarios retirando barro en la localidad de Paiporta. Foto: ALBERT GARCIA | Vídeo: EPV
Cristina Vázquez

Una riada de voluntarios, cargados de palas, escobas, agua y comida y toneladas de solidaridad, caminaban este viernes, festivo de Todos los Santos, en lenta procesión desde Valencia hacia Paiporta (27.000 habitantes), el municipio valenciano donde la dana ha dejado ya 62 fallecidos, para retirar barro y echar una mano. El torrente de gente era abrumador y, en paralelo, el atasco de coches, también. Conforme entraban a pie se daban de bruces con un escenario desolador, una zona cero barrida por la catástrofe. Una población que, ayudada por voluntarios, sigue días después de la pesadilla en su batalla contra la desesperación y el barro que dejó a su paso el barranco del Poyo cuando se desbordó el pasado martes por la tarde.

A las puertas del auditorio municipal, el Ayuntamiento ha dispuesto un punto de reparto de agua y alimentos, y una cola interminable de ciudadanos, con carros y bolsas, esperan su turno después de días sin luz ni agua. Juan (57 años), Vanesa (43) y Armen (60) explican que están psicológicamente destrozados. “Los dos días que nos hemos tirado sin luz, sin agua, sin que un helicóptero venga y nos diga si viene una segunda riada, sin médicos… Hemos estado literalmente como un pueblo fantasma, eso nos ha destrozado los pocos ánimos que nos quedaban”, apunta Vanesa.

Daños causados en la localidad valenciana de Chiva tras el paso de la dana.
Daños causados en la localidad valenciana de Chiva tras el paso de la dana.Albert Garcia

Utilizan el agua de los garajes inundados para tirarla a los inodoros, de los que ya rebosa el lodo, y han tenido que acarrear a pie la comida que sus familiares y conocidos les han acercado hasta las rotondas del término municipal. “Por favor, necesitamos un corredor especial para que autobuses nos puedan llevar a Valencia y luego volver. No podemos caminar cinco kilómetros para comprar cada vez”, se queja Armen, que explota indignado: “Lo que ha pasado no es normal en un país desarrollado. Esto no es Europa ni España, parece un pueblo de África”. También piden contenedores —se los llevó el torrente riada— para tirar la basura porque muchos la guardan en sus casas.

Unos metros más allá, el dueño de una farmacia que hoy ha podido subir la persiana del todo y entrar a comprobar los daños —el agua superó los 1,80 metros de altura—, ayuda como puede. Muchos medicamentos y demás productos se han perdido, pero los pocos botes de leche de fórmula infantil, pañales, biberones o chupetes que quedan los ha sacado a la calle y colocado en una mesa para repartirlos entre las familias que lo necesiten. “Algunos están manchados en el exterior, pero si se limpian, sirven”, explica.

Ya pegado al barranco, Lucas, empleado de la Universitat de València, que el día de la riada teletrabajaba en su casa, retira el barro hacia la calzada y ahí se almacena hasta que los camiones con mangueras puedan pasar y con agua a presión limpien las calles. “Hay mucha descoordinación”, critica. En la siguiente esquina, un camión de la Unidad Militar de Emergencias (UME) se dispone a extraer con bombas el agua de un garaje inundado y la mirada de preocupación de los vecinos lo dice todo. Creen que puede haber coches con gente dentro. Ya lo han visto en días pasados. La alcaldesa de Paiporta, Maribel Albalat, no para de moverse de un lado a otro, allí donde la requieren, y mantiene la entereza como puede.

A 33 kilómetros de Paiporta está Chiva, otro de los municipios afectados por el desbordamiento de otro barranco, el del Gayo. En esta localidad (17.000 habitantes), la dana dejó casi 500 litros por metro cuadrado en pocas horas, lo que sumado al agua que bajaba de más arriba, desencadenó una tragedia que se ha cobrado una decena de vidas en un balance todavía provisional. La fuerza del agua derribó muchas de las casas que estaban a las orillas del barranco. Jéssica Besteiro (37 años), dueña de una empresa de fontanería, ha perdido la vivienda de abajo. “Está todo destrozado, no hay nada. Ayer sacaron a una madre y su hija de un coche, fallecidas”, explica mientras se le rompe la voz. Una vecina, de 87 años, también perdió la vida con la riada. Cuatro días después de la tragedia, Jéssica sigue conmocionada.

No obstante, la localidad recupera poco a poco la normalidad. La limpieza de las calles avanza a buen ritmo y la preocupación del Ayuntamiento es la situación en que se encuentran las urbanizaciones y diseminados de este municipio tan amplio. Emilio Morales, concejal de Compromís y exalcalde de esta localidad del interior, reparte combustible porque hay desabastecimiento y también ha ayudado a repartir agua potable a las casas. “Hemos estado sin agua, sin luz y sin comida. Ayer [por el jueves] comenzó a llegar comida y agua embotellada de otros municipios de alrededor. Ya tienen luz, pero siguen sin agua y ya disponen también de cobertura: “Me han entrado 900 mensajes de golpe”, explica.

Imagen de la zona más afectada de Chiva.
Imagen de la zona más afectada de Chiva.Albert Garcia

El Polígono industrial La Pahílla, de Chiva, ha sido otro de los enclaves destrozados por el agua. Agentes de la Guardia Civil volaban a mediodía su dron a varios metros del suelo en busca de desaparecidos o fallecidos en otra de las zonas devastadas por la dana. La vía del tren está impracticable, hay coches esparcidos por los campos, un camión de la UME repartía agua por la tarde y una legión de voluntarios, pertrechados con palas y cepillos, se afanaban en limpiar un hotel inundado en el polígono. O lo que surja.

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Sobre la firma

Cristina Vázquez
Periodista del diario EL PAÍS en la Comunitat Valenciana. Se ha ocupado a lo largo de su carrera profesional de la cobertura de información económica, política y local y el grueso de su trayectoria está ligada a EL PAÍS. Antes trabajó en la Agencia Efe y ha colaborado con otros medios de comunicación como RNE o la televisión valenciana À Punt.
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