La caída de José B., ‘El Pony’, después de un historial de condenas, fugas y detenciones
Los Mossos detienen en Palau-solità i Plegamans a un hombre de 50 años al que destapó una trifulca en un bar mientras estaba fugado de la Justicia
“Su figura mandaba un mensaje de impunidad inadmisible”, arranca el inspector de los Mossos d’Esquadra Felip Garcia, sentado en una de las salas de reuniones de la comisaría de Sabadell, de la que es uno de los responsables. De fondo, se pueden ver las imágenes de una intervención policial que acabó bien, pero que fácilmente podría haberse complicado. La última vez que unos policías fueron a detener a José B, alias El Pony, un hombre de 50 años, con un considerable expediente de detenciones, condenas firmes y ejecutorias de ingreso en prisión, acabó con un agente disparando al aire, mientras era amenazado con un arma blanca. “Pero en esta ocasión acabó bien”, celebra el jefe de la unidad de investigación de Sabadell, el subinspector Fermín Moreno, sobre su detención definitiva.
El incidente en el bar de Palau-solità i Plegamans (Barcelona), el pasado 8 de mayo, fue el que puso en marcha la maquinaria. “Lo comentaron en un briefing, y vimos que había que hacer algo porque la situación podía acabar mal”, cuenta el subinspector. En realidad, en el pueblo, un sitio pequeño (14.600 habitantes), donde todo el mundo se conoce, era sabido que José B. debía estar en prisión, pero andaba de nuevo por la calle. El hombre cumplía pena en el centro abierto Can Cònsol, dependiente de la cárcel de Quatre Camins, adonde se derivan personas para su reinserción socio-laboral, ya en tercer grado. Allí cumplía los últimos estertores de su condena por tráfico de drogas, confirmada por el Supremo, por vender cocaína en Palma, vinculado al famoso clan de La Paca. En total, cuatro años y una multa de 75.000 euros.
No era demasiado tiempo, pero a José B. le esperaba otra sentencia para cumplir, también por tráfico de drogas, esta vez de la Audiencia Provincial de Barcelona. Quizá por eso el 10 de agosto de 2023, cuando le tocaba regresar al centro, según los informes del entorno penitenciario de los Mossos, no le volvieron a ver el pelo. No tardaron en llegar al pueblo las habladurías de que José B. vivía de nuevo en una casa una adosada ocupada, explican los Mossos, justo al lado de la de su hijo. Una evasión relativamente apacible, hasta la trifulca del bar, cuando unos policías locales intentaron detenerlo mientras seguía el partido de vueltas de semifinales de la Champions, del Real Madrid contra el Bayern. Fueron a arrestarle, alguien del grupo hizo amago de sacar un cuchillo, y un agente disparó al aire para salir ileso. Desde entonces, todas las miradas se centraron de nuevo en él. José B. se recluyó, y los Mossos constataron que sería imposible detenerle en la calle, que apenas pisaba. Por eso pidieron sendas órdenes a las audiencias de Palma y de Barcelona sobre cómo proceder.
“La primera en contestar fue la Audiencia de Palma”, cuenta el subinspector Moreno, que les dijo que no necesitaban ninguna orden para entrar en su vivienda, que les habilitaba el artículo 553 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. “Pero no podíamos errar, teníamos que estar cien por cien seguros que estaba en el domicilio”, explica el policía. Así que empezaron un trabajo complejo de vigilancias. “Tomaba medidas de contravigilancia, enviaba a gente a confirmar si había policías, o de quién era el coche que pasaba por ahí”, recuerdan, sobre una casa que está justo al lado de un polígono, donde difícilmente los policías pueden camuflarse como uno más. Tampoco encontraron demasiada colaboración en las empresas de los alrededores. “Nadie quería problemas con ellos”, recuerda. Así que desde un “lugar seguro” que encontraron corroboraron que José B. efectivamente estaba encerrado en su casa.
El hombre acumula un expediente judicial y policial trabajado a lo largo de los años. Tiene diversas condenas, por tráfico de drogas, hurto, por daños, por robo de vehículo... Y también más de una decena de detenciones, por delitos como estafa, robo con violencia, con fuerza, extorsión, blanqueo, tráfico de drogas, grupo criminal, receptación... “Cuando se llega a una sentencia firme, antes se ha pasado por muchas detenciones e investigaciones previas”, explica el subinspector, sobre ese tipo de perfiles. La Audiencia Provincial de Barcelona le condenó por tráfico de drogas, en este caso de marihuana (hallaron 576 plantas en los bajos de su domicilio). Y también le consta una orden de búsqueda emitida por el juzgado penal 1 de Terrassa.
Finalmente, los agentes se fijaron como fecha límite detenerlo después de las vacaciones de verano. El día 23 de septiembre era el día marcado en el calendario para comprobar que estaba en casa. Si así era, activarían el dispositivo. La noche del lunes lo vieron en el domicilio. Mantuvieron las guardias, no salió de casa y cuando, de nuevo, el martes, entre las dos y media de la tarde y las tres, lo observaron fumando en la entrada, dieron la luz verde. Iba a ser una detención a plena luz del día, sin registros ni material inculpatorio que asegurar. Lo único que tenían que garantizar es que no escapase por algún acceso no controlado.
Los primeros en llegar a la vivienda fueron los GEI, la unidad de élite de la policía catalana, que interviene en las situaciones más delicadas, en la que los sospechosos pueden tener armas de fuego. Se desplegaron poco antes de las cinco de la tarde por la parte de atrás, donde estaba el jardín, y también por la de delante. Su misión era asegurar la casa. “Temíamos que estuviese conectada por dentro con la de su hijo”, recuerda la policía. Pero no fue así. En las imágenes captadas por el dron de los Mossos se aprecia la llegada de los agentes, y una intervención relativamente rápida. “El objetivo va de rojo”, explican los investigadores. “Primero hace un amago de salir por una ventana, pero en seguida la cierra y baja la persiana, ya sabe que la policía está dentro”, relatan. “No fueron más de 10 minutos”, añaden, sobre el tiempo que tardaron los agentes en entrar y detener a José B. “Se había escondido en el párquing”.
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