La música que almacena cajas de alimentos
Barbara Stegemann ha cambiado su trabajo como oboísta en el Liceo por un voluntariado en el Banco de Alimentos
Barbara Stegemann es música. Desde hace dos años trabaja tocando el oboe en la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceo. El decreto de alarma acabó —aunque temporalmente— con su vida milimetrada y entregada al arte. En cuestión de días ha dejado a un lado los ensayos y las partituras y ahora se dedica a revisar y preparar cajas en el Banco de Alimentos de Barcelona. Tres días a la semana se enfunda un chaleco de la ONG y se presenta con una mascarilla en el almacén de la organización en la Zona Franca. Ayer etiquetaba cajas de fideos y se sentía orgullosa de que gracias a un “pequeño esfuerzo” familias enteras tienen algo que llevarse a la boca en plena crisis.
Stegemann nació en Múnich (Alemania) hace 30 años. “Mis padres eran músicos. Mi madre, flautista y mi padre tocaba la trompa. Desde muy pequeña empecé a relacionarme con la música. Primero con la flauta, el chelo, el piano… A lo ocho años le dije a mi madre que quería tocar el oboe. En realidad me equivoqué, yo quería tocar el clarinete pero pensaba que ese instrumento se llamaba oboe. Mi madre habló con un oboísta de la ópera de Baviera para que me diera clase. El primer día ya vi que no se trataba de un clarinete pero el profesor era muy simpático y hasta hoy”, ironiza la música. Con 14 años ya cursaba estudios superiores y con 22 era uno de los miembros de la Orquesta de Zúrich (Suiza). Luego vinieron los premios y la estancia en la Orquesta de Cámara de Lausana (Suiza). En septiembre de 2018 consiguió una plaza en el Liceo y se trasladó a vivir a un piso en el barrio Gótico. “Tengo muchos contactos en Suiza y Alemania, así que cuando tengo periodos de descanso o vacaciones en Barcelona voy a hacer bolos a varias ciudades”, explica.
El pasado 12 de marzo Stegemann se dirigía al Liceo para ensayar la producción Lohengrin de Wagner. Una obra que iba a estrenarse el 19 de marzo. “Suspendieron el ensayo y pronto nos dimos cuenta de que no nos íbamos a ver en bastantes semanas. Recogimos nuestros instrumentos y nos fuimos a casa”, recuerda. Las siete funciones de Lohengrin fueron suspendidas antes del estreno. “Me quedé en casa y empezaron a llegarme las cancelaciones de otros conciertos que tenía contratados en Alemania y Suiza. Cada día que pasaba era una mala noticia. Era una sensación horrible, no podía llevar a cabo ningún proyecto”, lamenta. Al ser una música de orquesta se le añadieron nuevos problemas. “Tocar sola en casa es una cosa pero, después, la realidad es que tenemos que interpretar los 80 miembros de la orquesta. Hemos grabado vídeos –cada uno en su casa— para la gente que trabaja en los hospitales, pero es muy diferente. Nada sustituye a la música en directo”, destaca. La oboísta estaba en su piso inquieta, sin trabajo y con todo el tiempo del mundo. “Mi cabeza daba vueltas pensando que tenía que hacer algo y fue entonces cuando un compañero de la orquesta me dijo que buscaban gente para el Banco de Alimentos”, recuerda.
Ayer llevaba unas pocas semanas contando el contenido de las cajas que llegan al almacén de la Zona Franca y preparando pedidos que se van a otras entidades. “Ahora la gente más mayor que hacía el voluntariado se ha tenido que ir a casa porque es personal de riesgo. Nosotros estamos aquí para ayudar”, remata la música.
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