Cádiz y Pamplona lloran la pérdida de dos guardias frente al “negocio de la muerte” del narco del Estrecho
La viuda de David Pérez se niega a que Marlaska imponga una condecoración en el féretro de su marido
Las campanas de la catedral tañen a muerto en una plaza casi desierta. Cádiz se despereza de una intensa noche de sábado de Carnaval. Los barrenderos dan las últimas pasadas a las calles, las barras exteriores de los establecimientos ya están listas para otro día de jaleo. En medio de la quietud, decenas de guardias civiles vestidos de uniforme y tricornio se cuadran ante la llegada del féretro de su compañero Miguel Ángel Gómez González, uno de los dos agentes muertos en el puerto de Barbate la tarde del viernes tras ser embestida su zódiac por una narcolancha. Las pancartas de colores, los últimos rezagados de la fiesta, el sonido hueco de las campanas, los sones de marchas fúnebres, la lluvia que irrumpe a la par que el coche fúnebre: el contraste resulta macabro.
Cádiz y Pamplona han despedido respectivamente este domingo a Gómez González, agente de los GEAS (submarinistas) de 39 años, y a David Pérez Carracedo, agente del GAR (Grupo de Acción Rápida) de 43 años, en sendas ceremonias con dispares situaciones. En la capital navarra, la viuda de Pérez se ha negado a que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, colocase una medalla sobre el féretro. En Cádiz, el multitudinario funeral con más de un millar de personas ha mostrado una imagen de unidad, pese a la indignación que en estos momentos sacude a muchos agentes del instituto armado y a los profesionales de la justicia. “Anhelamos que nuestras fuerzas dispongan de medios para que puedan ejercer su labor con seguridad”, ha reclamado el vicario del primer templo diocesano, el sacerdote Óscar González Esparragosa.
Las consecuencias del lado más descarnado del narcotráfico se reflejaban esta mañana en las caras desencajadas y mojadas en lágrimas de multitud de los presentes en el funeral de Cádiz, en el que también han estado presentes miembros de la Armada (el fallecido perteneció al ejército en el pasado), Policía Nacional, de Vigilancia Aduanera, la Fiscalía de Cádiz y de diversas administraciones públicas, presididas por el delegado del Gobierno en Andalucía, Pedro Fernández. Pero el dolor lo capitalizaba la familia del submarinista Gómez, natural de la vecina localidad de San Fernando. El agente tenía pareja y una hija, hoy presentes en el funeral junto a otros allegados, rotos de dolor tras el féretro, en una cruda imagen que recordaba a los tiempos del peor terrorismo de ETA.
González Esparragosa aprovechó su homilía para pedir a las administraciones “una estrategia eficaz” contra lo que ha denominado como “el negocio de la muerte”. “Que nos una una lucha eficaz contra el crimen que está amenazando la salud, el bienestar y la paz de nuestra sociedad”, ha exhortado el sacerdote, ante una catedral en la que muchos han tenido que seguir la ceremonia de pie en las naves laterales del templo. Tanto el delegado Fernández, como la subdelegada del Gobierno en Cádiz, Blanca Flores, han querido resaltar a las familias sus “sinceras condolencias, respeto y profundo pesar”, según ha manifestado la Subdelegación en un breve comunicado emitido tras el funeral.
La viuda de David Pérez Carracedo, por su parte, se ha negado este domingo, durante la capilla ardiente que se ha celebrado en la Comandancia de la Guardia Civil en Pamplona, a que el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, fuera quien colocase una medalla en el féretro de su marido. Según han confirmado varios asistentes, Marlaska se ha dirigido a recoger la medalla que portaba un agente de la guardia civil para colocarla en el féretro. En ese momento, la viuda ha mostrado su disconformidad con que fuera el ministro quien realizase este acto, alegando que su marido “no hubiera querido esto”.
Según explican estas mismas fuentes, algunos asistentes han aplaudido a la viuda. Finalmente, ha sido el agente que portaba la medalla quien se ha encargado de colocarla en el ataúd. David Pérez Carracedo, de 43 años, era vecino de la localidad navarra de Sarriguren, donde vivía con su mujer y sus dos hijos de 9 y 6 años. Formaba parte del Grupo de Acción Rápida del instituto armado. Fuentes de Interior han precisado que el ministro y el director general de la Guardia civil han asistido a la capilla ardiente para mostrar sus condolencias a los familiares, amigos y compañeros del agente fallecido y han rehusado hacer declaraciones sobre este acto.
David Pérez, natural de Barcelona y en el GAR desde hace 13 años, se había incorporado recientemente a su último destino, tras haber pasado un tiempo encargándose de la escolta de David Oliva, teniente coronel de la Guardia Civil, que hasta septiembre de 2022 fue jefe de OCON Sur, el órgano creado por Interior para luchar contra el narco. Este cargo llevó a Oliva a estar amenazado y en la diana de distintos clanes, y Pérez se encargaba de garantizar su seguridad, hasta que hace escasos días, el mando fue trasladado a la Academia de Oficiales de Aranjuez (Madrid).
Las circunstancias del suceso (los dos fallecidos viajaban en una pequeña zódiac junto a cuatro agentes más, frente a seis potentes narcolanchas) han provocado la queja unánime de la mayor parte de las asociaciones profesionales. El malestar también ha saltado a la arena política, después de que el PP ha avanzado que activará “los mecanismos necesarios” para reprobar a Marlaska en el Congreso. Además, el presidente popular, Alberto Núñez Feijóo, ha comentado con varios dirigentes del PP “el ejemplo de dignidad de la viuda de uno de los fallecidos, que ha impedido en el día de hoy el lucimiento personal del ministro del Interior frente al féretro de uno de los fallecidos”, según han explicado desde la formación.
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